En la entrada anterior recuperaba algo que escribí hace más de un año sobre el precio que han de pagar algunos alumnos vascos por el hecho de tener que estudiar en una lengua que no es la familiar. Hoy recupero las reflexiones que escribí después de esa entrada, para continuar el debate.
Mes: septiembre 2014
El coste de la inmersión lingüística, I
Ayer escribía sobre los efectos de la inmersión lingüística en el sistema educativo vasco desde un punto personal. El mío como profesor. Como tal, el comentario no pasó de la categoría de anécdota. Irrelevante si queremos analizar los efectos de una política concreta. Lo escribí sabiendo que era algo personal, con todo lo que ello conlleva, y las razones para hacerlo me las guardo para mí.
Otro año más sin enseñar Filosofía

Otro año más sin poder dar clase de Filosofía en castellano, por el hecho de no tener acreditado el nivel de Euskera. Nada importa la experiencia, el curriculum, el reconocimiento de alumnos y compañeros o las competencias demostradas en tantas sustituciones. No es posible enseñar a Platón, a Descartes o a Marx si no demuestras un conocimiento suficiente de refranes y expresiones comunes en la lengua patria. Insisto, hablo de enseñar a Platón, Marx o Descartes en castellano, no en euskera. Esto es lo que convierte una mala situación personal en algo delirante.
El aborto y la tiranía de la doxa
El primer paso que deberíamos dar antes de manifestar nuestra opinión en cualquier materia es preguntarnos qué es lo que sabemos realmente sobre esa materia. Las implicaciones de no hacerlo en casos como cuál es la mejor película de la historia o quién debería ser el portero titular del Real Madrid no son especialmente preocupantes. Sí lo son, en cambio, en cuestiones como cuál debería ser la política fiscal de un país o cuáles deberían ser los incentivos para mejorar la educación. La opinión desinformada, valga el pleonasmo, es recurrente en ésos y otros casos parecidos. Y sus consecuencias pueden ser negativas en función de la influencia que tengan esas opiniones. Si las opiniones se quedan en el plano del comentario de bar/sobremesa/corrillo, no es demasiado grave. El problema viene cuando esas opiniones son escuchadas por quienes tienen la capacidad de legislar, cuando nos acercamos a esa quinta especie de democracia descrita por Aristóteles en la que los demagogos posibilitan la tiranía de la masa.
La ilusión de la democracia
Este mediodía, en la sección de deportes de una cadena generalista, hemos podido ver un ejemplo más de la perversión del lenguaje en la política. El conductor del espacio hacía una comparación entre dos futbolistas del FC Barcelona, Xavi Hernández y Gerard Piqué, y el simpático Pau Gasol, al respecto de su posicionamiento ante la consulta sobre la independencia de Cataluña.
Liberalismo y virtud
Hace ya unos años tuve un profesor de Metafísica peculiar. De los que no se olvidan fácilmente, para desgracia de los alumnos que no nos contábamos entre sus abnegados discípulos. Era de los que decían que había que despreciar a Apolo y reivindicar a Dionisos. La belleza, la claridad y el bien eran cosas burguesas, modernas, y en la época posmoderna lo que tocaba era apreciar la enfermedad, la muerte, la confusión y la fealdad. Y lo sórdido, lo oscuro, lo malo… Un día comentó que acababa de ver Alien, y claro, no cabía en sí de gozo. Alguien le recomendó Blade Runner, y cuando nos animó a comentarla en clase, se armó el belén. En su profundo análisis se le pasó mencionar la escena del ascensor, en la que Batty va al encuentro de su Dios/Padre para tener con él una charla no demasiado amistosa, y un alumno se la recordó. “¡Ah, no, no, por ahí no paso! ¡En mis clases no voy a aceptar que reivindiquéis el matar al padre!” Y siguió con una retahíla de frases entrecortadas y aspavientos, como si la mera mención del deicidio le hubiera convertido en un Haddock posmoderno. El chaval que osó mencionar la escena, por cierto, no levantó cabeza. Suspendió la asignatura una y otra vez, y al final tuvo que terminar la carrera en otra universidad.
Liberalismo y pensamiento mágico
Entre los numerosos círculos liberales españoles es bastante frecuente encontrar argumentos muy pobres a la hora de abordar la cuestión del Estado, que podríamos condensar en la siguiente idea fuerza: el Estado es malo, y no sólo es malo sino que es el Gran Mal, enemigo de todos nosotros y cuya principal función es impedir que seamos libres. La personificación con tintes de novela fantástica, por cierto, lejos de ser accidental es un elemento básico de ese argumentario fallido. Desde esa premisa –el Estado es alguien, y es el Mal- se construyen los citados argumentos, que lógicamente no pueden sino mover a risa o lástima en un público neutral. Todo lo que toca el Estado es siempre y necesariamente malo, y por tanto cualquier política, independientemente de sus objetivos e incluso de sus resultados, será indeseable por el mero hecho de partir del Estado. Independientemente de sus resultados. He ahí la clave de la cuestión, porque se trata de un análisis apriorístico. Es decir, no puede haber una política de desarrollo de la industria, o de ayuda a los estudiantes con menos recursos, o de salud que sea al mismo tiempo eficaz y pública. Y si no puede haberla, ¿para qué molestarse en analizar casos concretos, o en comprobar si, por alguna razón, ha aparecido un cuervo rojo que refute la teoría?
ETA normalizada
Esto es un cartel de ETA en Galdácano. Concretamente, en la entrada de la plaza donde están las casetas. En esa plaza hay una multitud de personas, son las fiestas. El cartel está a la vista de todos, no en un callejón oscuro. Poco después de tomar la foto, un coche de la policía municipal pasa junto al cartel. El coche pasa de largo y el cartel sigue allí. Un cartel grande y con el anagrama de ETA. No una foto de un preso de ETA ni la bandera de presos, sino el anagrama. No parece molestar a nadie.
Héroes posmodernos
Un comisario y un inspector de la Policía Nacional avisan al propietario del bar Faisán de que se va a producir una redada. El bar es la base de una red de extorsión de ETA. Pero en lugar de ser condenados por colaborar con banda terrorista, se ensalza su hoja de servicios, reciben apoyos de sus compañeros y se defiende su papel en el proceso de paz. Héroes.
El hecho relevante
Hoy se ha conocido la noticia del fallecimiento de Emilio Botín, presidente del Banco Santander. El banco ha emitido un comunicado oficial que se ha recibido con cierta perplejidad o incluso con desprecio, en función del público. El comunicado era, efectivamente, escueto y poco o nada valorativo. La religiosa Lucía Caram ha aprovechado para cargar contra el capitalismo, que no tiene “entrañas ni sentimientos”, y ha sugerido que el Santander debería aprovechar para perdonar todas las deudas y para “dar dación de pago y crear oportunidades.” Después, imagino, habrá vuelto a la contemplación.