¿Y si hablamos con el vecino del segundo?

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El vídeo no deja de ser una anécdota. Lo repugnante, lo sórdido y lo enfermizo pueden presentarse también bajo esa forma. Los calificativos no modifican el carácter anecdótico del hecho, y el carácter anecdótico del hecho no hace que éste sea menos repugnante, sórdido o enfermizo.

Las anécdotas, como sabemos, pueden ser hechos aislados. O pueden ser algo más. Por lo tanto, habría que aclarar si lo que se ve en el vídeo afecta sólo a esas dos o tres personas repugnantes, sórdidas y enfermas, o si por el contrario se trata de actitudes compartidas por un conjunto más grande.
Lo que se ve en el vídeo es lo siguiente.

Dos ancianos se acercan a una mesa de un colegio electoral para coger las papeletas que depositarán en la urna. Tres interventores, dos de Junts pel Sí y una de la CUP, los observan atentamente. Tan atentamente que se acercan para ver qué papeleta han escogido. Cuando descubren su elección, uno de los interventores de Junts pel Sí comparte con la interventora de la CUP una mirada de complicidad, y sonríe con desgana (y con algo más a lo que no consigo poner nombre. No es sólo arrogancia, no es superioridad.) La interventora de la CUP realiza varias muecas para mostrar el asco que le produce la opción que han elegido. Por último, el otro interventor de Junts pel Sí ríe también, de manera algo más disimulada.

Me resulta muy difícil considerar la escena como algo meramente anecdótico. Seguramente, una de las razones que explican esa dificultad es una imagen que vi hace poco. Es la imagen que he colocado al principio. Es también la portada de un libro, y el título de ese libro, precisamente, es el título de esta entrada. ¿Y si hablamos con el vecino del segundo?
Por segunda vez haré algo que casi siempre me parece innecesario. He descrito un vídeo y ahora voy a describir una imagen. Nunca se sabe.
La portada de ese libro es un dibujo. En el dibujo se ve un bloque de pisos repleto de banderas catalanas. La cuatribarrada, la estelada blava, la estelada vermella. En todos los balcones se exhibe alguna de esas banderas. ¿En todos? ¡No! El vecino del segundo presenta un balcón vacío. Una anormalidad. Y esto es incomprensible para la vecina del primero B, claro. Por eso propone al vecino del primero A ir a visitar al vecino del segundo.

El subtítulo del libro es «La independencia explicada a los indecisos». Así que suponemos, como la vecina del primero, que el vecino del segundo está indeciso. Lo que sí parece claro es que ese vecino necesita un empujón. No hacia la calle, en principio, sino hacia la comprensión. Al fin y al cabo, no está bien dejarle solo con sus dudas. La soledad es muy puñetera, porque te saca de la tribu. Y eso, en una comunidad de vecinos, no es agradable.

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Puede que otra de las razones sea el recuerdo de otra escena que vi también hace poco. Las dos escenas tienen algo en común. La risa y el asco. En este caso, la risa de Mas y el asco de Colau. Ambos se producen cuando Alberto Fernández Díaz intenta colgar una bandera de España del balcón del Ayuntamiento de Barcelona, en el día grande de las fiestas patronales. Momentos antes, Alfred Bosch y Jordi Coronas, ambos de ERC, habían colgado una estelada en ese mismo balcón sin que nadie lo impidiera. Es decir, una bandera no institucional. La española, en cambio, es la que produce la anormalidad. Como el vecino del segundo.
Mas sonríe, como hizo en la final de la Copa del Rey al lado del Jefe de Estado mientras el público, bien organizado, pitaba el himno.
Ada Colau, en cambio, no puede soportar el asco -esas cosas le producen urticaria, diría después- y abandona el balcón. El balcón del Ayuntamiento de Barcelona, del que es alcaldesa. Otra anécdota.
Por último, un tal Pisarello asume el papel de bufón de la corte. Es primer teniente de alcalde de Colau, y cuando Alberto Fernández Díaz saca la bandera, él intenta arrebatársela. Con una media sonrisa nerviosa.

Así que, como decía, habría que aclarar si la actitud repugnante, sórdida y enfermiza de los tres interventores del vídeo es algo anecdótico, o si se trata de un patrón algo más extendido en Cataluña. Habría que aclarar si la normalidad con la que unos interventores espían el voto de unos ancianos, se burlan de ellos y exhiben su asco, es algo anecdótico. Si la invitación a hablar con el vecino del segundo es una forma de hablar, o si va en la línea de las presiones a las familias que quieren escolarizar a sus hijos en castellano. Habría que aclarar si estos padres son también indecisos a los que hay que explicarles las cosas. Muriel Casals, la presidenta de Òmnium Cultural, no tiene dudas; no son indecisos, sino maltratadores.

Habría que aclarar todo eso, pero lo que sí está claro es que abundan las sonrisas en esta Arcadia que se va esbozando entre visitas informativas y acosos a familias. Abundan las sonrisas, siempre cómplices, y el asco. En anécdotas que siempre tienen como protagonistas a esos extraños vecinos indecisos.

Y si la Filosofía desaparece del Bachillerato, ¿qué?

Pensamiento crítico
Pensamiento crítico-poético

Lo mejor será que empiece negando la posibilidad de que se cumpla lo que plantea el título. Es sencillamente imposible que la Filosofía desaparezca del Bachillerato. Y es imposible de la misma manera que es imposible que la UE expulse de su seno a una hipotética Cataluña independiente.

Seguramente algunos ya habrán visto el truco en esta extraña equiparación, sólo con reparar en el título. La imposibilidad en los dos casos no deriva de una posición de fuerza ni de una situación inmutable, sino justamente de la inexistencia de eso de lo cual se plantea la desaparición. La Filosofía no desaparecerá del Bachillerato porque hace tiempo que no está, y Cataluña no sería expulsada de la UE porque no pertenece a ella.

Lo de Cataluña no es discutible, por mucho que se empeñen Romeva, Mas y el resto de osados galos. Si finalmente se consuma la ilegalidad que han ido explicitando este último año largo, es de esperar que el cielo caiga sobre sus cabezas. Y sobre la del resto de los alegres compatriotas que consciente o inconscientemente les han seguido -o empujado- hasta el abismo.

Ahora bien, ¿en qué sentido decimos que la Filosofía no existe en el Bachillerato? Al fin y al cabo, ha sido hasta ahora una asignatura obligatoria en los dos cursos de los que se compone. En todo caso, habría que preocuparse por la eliminación de la obligatoriedad en el segundo año, como han apuntado tantos escritores, profesores o incluso alumnos en los últimos meses. Es sorprendente este súbito amor no ya por el conocimiento, sino por la Filosofía, que se ha despertado desde que Wert introdujo esta cuestión en su reforma de la Ley de Educación.

Pero no es este despertar lo que voy a tratar ahora. Al fin y al cabo, es posible que ese amor siempre haya estado ahí, escondido. Lo que voy a tratar, porque me parece preocupante, es la idealización desde la que se contempla la Filosofía. O, mejor dicho, la asignatura de Filosofía. Esa idealización se observa perfectamente en uno de los argumentos que más se han esgrimido para criticar la pérdida de la obligatoriedad en Bachillerato, y es el siguiente: «Si se elimina Historia de la Filosofía del Bachillerato, estaremos condenando a los alumnos a una existencia borreguil, puesto que perderán la capacidad de desarrollar un pensamiento crítico.»

Serán «esclavos del sistema», dicho de otro modo.

Esto, por no extendernos demasiado, es una estupidez. Y si lo dice un profesor de Filosofía, además, una idiotez.

Dos pruebas.

La primera: hasta ahora hemos tenido varias promociones de alumnos con dos cursos de Filosofía obligatorios. La última de ellas la «generación más preparada de la Historia», expresión a la que es ya imposible acercarse sin malicia. No creo que nadie se atreva a afirmar que todos ellos han desarrollado un mínimo de pensamiento crítico. Quiero decir, es de suponer que el mismo Romeva cursó dos años de Filosofía. Más aún, todos aquellos que aplauden las mentiras y piden otra ración, todos aquellos que hablan de sentimientos colectivos y convierten en afrenta cualquier opinión disidente, todos ellos, han cursado dos años de Filosofía. Pero podemos ir aún más cerca. Concretamente, a las asambleas del 15M. Muchos de los autores de las propuestas psicodélicas que pudieron verse durante esos días no sólo cursaron dos años de Filosofía en Bachillerato, sino que incluso prosiguieron sus estudios sobre la materia en la universidad. Algunos, incluso, eran profesores de Filosofía. Por lo tanto, parece que la mera presencia de la Filosofía en el Bachillerato no es un antídoto eficaz contra el borreguismo.

La segunda, más que una prueba, es una cuestión de léxico. Y una apelación al principio de realidad. Es decir, una reivindicación de la propia esencia de la Filosofía, que no es otra que el abandono del pensamiento mágico. Valga el oxímoron. La Filosofía en ese sentido no es más que hablar con propiedad, llamar a las cosas por su nombre. Empezando, claro, por la propia Filosofía.

La Filosofía, en Bachillerato, es una asignatura. Y hay que situarla en un contexto determinado. Los alumnos, los profesores y el sistema de enseñanza son la parte fundamental de ese contexto. Y todas las asignaturas son afectadas -determinadas- por ese contexto concreto. Así, la asignatura de Filosofía de hoy en día poco tiene que ver con la que podía haber hace treinta o cuarenta años.

Comenzando por la Historia de la Filosofía, que es la que en principio está en riesgo de desaparecer, debemos aceptar que ni es Historia, ni es Filosofía. Son apenas cinco o seis cuestiones sobre cinco autores, sin conexión entre ellas. Seguramente hay profesores -y alumnos- que aprovechan al máximo la asignatura, pero el caso es que es perfectamente posible acabar el curso sin haber entendido nada. Diría incluso que es lo más frecuente. Al fin y al cabo, la economía del centro y la de los estudiantes coinciden en ese sentido: maximizar el resultado, minimizar el coste. Lo que se traduce en el aprendizaje de cinco autores. En realidad son diez, como todos sabemos, pero en el examen siempre se ofrece la posibilidad de elegir uno de un par de autores que comparten la misma época. Platón o Aristóteles, San Agustín o Santo Tomás, Descartes o Kant, Marx o Nietzsche, Ortega o Wittgenstein. La clave está en la disyuntiva.

Por simplificar, un alumno de 2º de Bachillerato puede estudiar a Aristóteles sin haber visto más que un par de pinceladas de Platón. Y de hecho, puede sacar buena nota en la prueba de Selectividad. Porque como ya hemos dicho, de lo que se trata es de conseguir una buena nota, y para eso basta con memorizar algunas respuestas tipo.

Es cierto que hay una parte del examen para la que no basta ese aprendizaje memorístico. Es el comentario crítico. O como quiera que se llame ahora. Disertación, creo. Casi un tercio de la nota, trescientas palabras como máximo. Aquí es donde, dicen, tienen que lucirse. El problema es que no tienen la base necesaria para hacerlo. Es un obsceno ejercicio de voluntarismo. No hay tiempo para trabajarlo en clase, y depende de dos cuestiones que son ajenas a la asignatura: el conocimiento material y el conocimiento formal. Es decir, referencias externas y madurez expresiva. Sin eso, poco se puede hacer.

Pretender que los alumnos sean capaces de hacer una disertación filosófica sin esos conocimientos es como pretender hacer una tortilla sin huevos. Se le puede llamar Filosofía a lo primero y tortilla a lo segundo, pero no lo son.

La Filosofía de Bachillerato, por tanto, no es lo que dirige a los alumnos hacia la madurez, al contrario de lo que apuntaba Montano hace poco.

Queda por tanto la Filosofía de 1º. Ahí podríamos situar la aportación específica de la Filosofía en el curriculum educativo. No hay examen final y hay más flexibilidad para adaptar la asignatura. No sé hasta qué punto es bueno, pero ésa es otra cuestión. De cualquier manera, no es suficiente por sí mismo. Todo profesor sabe que es muy difícil generar pensamiento crítico. A no ser que digamos que el pensamiento crítico es lo mismo que la opinión. Entonces sí. Hay opiniones a patadas. Sobre cualquier tema. Todos los alumnos tienen una, o incluso varias, sobre la misma cuestión. Y ahí radica el engaño. La Filosofía ha servido para perpetuar el imperio de la doxa contra el que ya advirtieron Platón y Aristóteles. En la ESO y en el Bachillerato se ha instalado la creencia de que los alumnos tienen que opinar sobre todo, y enseguida además. Seguramente esa creencia tiene la misma fuente pedagógica que el diabólico «Que lean lo que sea, pero que lean». Y así, en lugar de aprovechar esos años para borrar todas las opiniones, para quedarnos sólo con los análisis y los hechos, para alertar contra los sesgos y la tiranía de los afectos y para, en definitiva, colocar a la razón en el lugar que le corresponde, se ha ido construyendo una ampliación de la educación infantil, en la que lo importante es lo superficial. Ése es el contexto, del cual nada escapa. Ni los profesores, ni los alumnos, ni las asignaturas.

Así que, en contra de lo que han expuesto muchos otros compañeros de profesión, no creo que la Filosofía corra el peligro de desaparecer del Bachillerato, porque a esto que tenemos ahora sólo se le puede llamar Filosofía por inercia. Y difícilmente puede ser ese generador de madurez y pensamiento crítico que muchos, con buena intención, le suponen. Precisamente el insistir en esa idealización no es sino una prueba más de lo que estamos diciendo. Cualquier alumno de Bachillerato debería ser capaz de hacer un análisis similar. Y no digamos un profesor de Filosofía.

Lo que sí está en peligro de desaparecer, justamente, es esto mismo. La profesión de profesor de Filosofía en Bachillerato. Y es desde luego un asunto importante, fundamentalmente para quienes nos dedicamos a ello. Extender esa visión mágica sobre nuestra labor probablemente nos granjeará muchas simpatías, y puede que incluso sirva para convencer al resto de la sociedad de que es imperativo que siga ocupando el espacio que hasta ahora ha ocupado en la enseñanza. Bien es verdad que no lo tendremos demasiado difícil, puesto que ya nos hemos ocupado de prepararles para que consuman con gusto ese pensamiento débil.

Imagino que los tiros seguirán yendo por ahí. Lo sentimental, el énfasis y la indignación. Justo lo contrario de lo que se supone que es la Filosofía.

ACTUALIZACIÓN:

En este blog han escrito una réplica a lo que publiqué aquí hace unos días. Si a alguien le interesa, puede leer tanto la réplica como mi respuesta a esa réplica. El tono es desagradable porque el autor de la réplica lo lleva a lo personal, así que advertidos quedan los lectores.

ETA y la brigada de limpieza de Galdácano

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Ayer empezaron las fiestas de Galdácano. Hace un año y dos días, el 14 de septiembre de 2014, me encontré una pancarta de ETA en la plaza donde se ponen las txosnas (casetas). Saqué el móvil, hice una foto y a los pocos segundos un coche de la policía municipal pasó por allí, vio la pancarta y siguió como si nada.
Escribí sobre ello.

Hoy por la mañana hemos ido a hacer la compra, y en la calle con más visibilidad del pueblo había una serie de fotos de etarras. Entre ellos, y esto es lo que me ha revuelto, estaba Txapote.
Mientras tomábamos un café decidimos ir a la comisaría de la Policía Municipal para preguntar si conocían el asunto. Les conté también lo del año pasado, la pancarta de ETA y la impasibilidad de los agentes. Tras unos segundos de extrañeza, sospecha o incomodidad, el agente de la comisaría me dice que darán aviso a la Ertzaintza. Le pregunto si son ellos los que van a hacer algo, y me contesta que depende de lo que decidan.

Salimos de la comisaría de la P. Municipal y nos dirigimos a la de la Ertzaintza, que está a unos cinco minutos. Le explico el asunto al agente que nos recibe y, con más amabilidad y aparentemente también con más interés que el policía municipal, me pide que espere un momento. Al cabo de unos segundos sale y explica que ya han dado aviso a la brigada de limpieza. Le pregunto si eso significa que están ya allí para quitarlos y me dice que bueno, que el aviso ya lo han dado, que ahora está en manos de la brigada de limpieza, que irán a quitarlos cuando les toque. Me despido diciendo que no sé si son ellos los que deberían hacer algo, que el año pasado hubo una pancarta bastante grande de ETA en la plaza, que un coche de la Policía Municipal pasó por allí y no hizo nada, y, en fin, me responde que aprovechan las fiestas para hacer esas cosas. El sujeto omitido, claro.

La gente del pueblo que no es cómplice de estos asesinos tiene que ver la cara de Txapote durante las fiestas. Es uno más. Recuerdo la gran manifestación que recorrió el pueblo cuando finalmente asesinaron a Miguel Ángel Blanco. Recuerdo ésa y no otras porque es la única que he visto aquí, en Galdácano, en contra de ETA. No es porque ese asesinato sea más importante que el resto de asesinatos que cometió Francisco Javier García Gaztelu.

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La cara de Txapote es fácilmente reconocible. Junto a la de él, había trece fotos más. La mayoría de ellos desconocidos para mí. Otro, no tanto. Jon Bienzobas, el asesino de Francisco Tomás y Valiente. Tomás y Valiente* había sido presidente del Tribunal Constitucional, después de lo cual volvió a la Universidad Autónoma de Madrid como Catedrático de Historia del Derecho. Fue asesinado en su despacho de la universidad.

A las 13:00 la brigada de limpieza «Bartleby» aún no había aparecido. Imagino que las fotos seguirán a la vista de todos hasta mañana. Mañana es domingo. Así que es posible que el lunes la brigada de limpieza, no la policía, elimine las fotos de Txapote, Bienzobas y el resto de etarras. Pero el lunes es festivo en el pueblo. Desconozco si la brigada trabaja en festivos. Si no es así, tal vez, con suerte, el martes. Pongamos que a eso de las 9:00 procederán a quitar las fotos. Junto al cartel de fiestas, el anuncio de una academia de inglés y el de una academia de apoyo escolar. Porque en el fondo no hay diferencia. No se retirarán, cuando se retiren, por enaltecimiento del terrorismo. Se retirarán porque en esas paredes no está permitido pegar carteles.
El martes a las 10:00, por ejemplo, imagino que habrán vuelto a pegar las fotos.

ACTUALIZACIÓN: A las 12:30 18:30 de hoy, un día después, 17:00 del lunes, dos días después, la brigada de limpieza aún no había llegado.

ACTUALIZACIÓN II: Hoy lunes 14 de septiembre, dos días después, me he pasado por los dos puntos para ver si ya habían retirado las fotos. Las fotos seguían allí, salvo por tres que pude retirar ayer y otras tres que he quitado hoy. He ido con las tres fotos a la comisaría de la Ertzaintza, una vez más. Le he explicado al agente la situación, me ha dicho que efectivamente tenían registrado que el sábado por la mañana había acudido a denunciar la presencia de las fotos, y me ha confirmado lo que me esperaba: la brigada de limpieza no fue el sábado, no fue el domingo porque era domingo, y no ha ido hoy porque es festivo en el pueblo. Se pasarán mañana.

Cuando he conocido el procedimiento, le he preguntado si las fotos de etarras son equiparables al cartel de una academia de estudios, a esos efectos, y me ha dicho que sí. Que no se retiran por ser enaltecimiento, sino porque no está permitido pegar carteles.

Le he preguntado también si las fotos de etarras no suponen enaltecimiento del terrorismo, puesto que no está del todo claro, y sorprendentemente me ha dicho que sí, que sí las consideran enaltecimiento. Lo que lo hace aún peor.

Le he preguntado por la pancarta del año pasado, la del hacha y la serpiente y el «Bietan jarrai», y me ha contestado que también cuenta, a efectos de retirada, como un anuncio de academia. Así que sería perfectamente normal que una pancarta de ETA fuese colocada a la vista de todos en las fiestas del pueblo, porque sería la brigada de limpieza la que iría a retirarla, no la policía.

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Y en ésas estamos.

PS

Hace menos de dos años, también aquí en Galdácano, el etarra Javier Martínez Izaguirre (Javi de Usánsolo) era recibido por unos cien vecinos del pueblo con cohetes, vítores y antorchas tras salir de prisión. Este vecino del pueblo había participado en el atentado contra un guardia civil, Antonio Moreno Chica, en Erandio. En 1991, Javier Martínez Izaguirre y  Juan Carlos Iglesias Chouzas colocaron una bomba en los bajos del coche de Antonio Moreno. En el atentado fueron heridos gravemente el guardia civil y uno de sus hijos. En ese mismo atentado, cometido por el vecino de Galdácano a quien hace menos de dos años recibieron en el pueblo con antorchas y vítores, fue asesinado Fabio Moreno, de dos años, el otro hijo de Antonio Moreno.

Me he acordado de esto porque, al terminar de escribir lo anterior, he conocido que Francisco Javier García Gaztelu y Jon Bienzobas son, también, vecinos de Galdácano.

* En la entrada en euskera de la Wikipedia sobre Francisco Tomás y Valiente, el asesinato se menciona al final, y de manera un tanto extraña. Por supuesto, el sujeto omitido. Lo mató un miembro de ETA, «ETAko kide batek». Hay en euskera un concepto interesante, galdegaia, que suele explicarse pronto. En euskera el orden de las palabras es importante. O mejor dicho, las palabras se ordenan según su importancia. Así, lo más importante se suele colocar antes del verbo. En el caso de la entrada sobre Tomás y Valiente en la Wikipedia, lo que se destaca, al parecer, es el año en que fue asesinado.

«1996an hil zuen ETAko kide batek Madrilgo Unibertsitate Autonomoko Zuzenbide fakultatean.»

La auténtica corrupción

En la entrevista que le hacen a R. Romeva en la BBC se puede contemplar la auténtica corrupción, que es siempre la intelectual. Lo del Palau, el 3% y las cuentas en Suiza son naderías. Se podría aventurar que esta última corrupción, que por otra parte es la única que indigna a los votantes, es consecuencia de la primera. Pero sería una hipótesis de largo recorrido, y no es lo realmente interesante. Lo interesante es ver cómo esta corrupción profunda pasa desapercibida.

Alrededor del minuto 9:00, Romeva contesta a una pregunta sobre la permanencia de Cataluña en la UE en el caso de que se produjera la independencia. Aunque en realidad no se trata de una pregunta, sino de un desenmascaramiento. S. Sackur le dice a Romeva que en su campaña han insinuado que la permanencia de una Cataluña independiente en la UE sería algo automático, cuando en el fondo saben, o deberían saber, que no es así. Es decir, que han engañado a los ciudadanos de Cataluña respecto a una cuestión crítica. Romeva, y no se puede decir que sorprenda, no responde a la cuestión. Afirma que en ningún tratado de la UE se contempla la posibilidad de expulsar a un Estado miembro -dato irrelevante, puesto que están hablando de un hipotético nuevo Estado, que lógicamente no sería miembro-, y que incluso en el caso de que pudiera darse la expulsión, eso significaría que la UE debería reconocer a esa entidad como Estado.

En el 10:10 insiste en lo mismo, y es ahí donde se observa el auténtico problema del nacionalismo, que es su perpetuo irracionalismo.

– Sackur: Cualquier nuevo Estado en Europa deberá pedir su inclusión en la Unión Europea y deberá también negociar las condiciones de su inclusión con todos los Estados miembros.

– Romeva (que insiste): Sí, pero para hacer eso primero deberán reconocerlo como Estado, algo que no está mal.

– Sackur: Bien, pero eso no es relevante.

– Romeva: Lo es. Lo es, porque no puedes expulsar un no-Estado.

Hay otros momentos interesantes en la entrevista, pero éste se lleva el premio. No es sólo que Romeva no parezca entender la diferencia entre la expulsión de un Estado miembro de la UE y la situación de un Estado nuevo en Europa, que estaría lógicamente fuera. No es sólo que no otorgue importancia a la acusación de haber mentido a todos los ciudadanos de Cataluña. Lo más interesante es comprobar la obsesión a la que aludía S. Sackur en la presentación de la entrevista. Es posible que Cataluña quedase fuera de la UE en el caso de que se produjera la independencia, pero ¡toda Europa la reconocería como un Estado! Fuera del euro, previsiones económicas nada halagüeñas, y en definitiva una situación como mínimo incierta. Pero al fin nos reconocerían como un Estado.

Las mordidas del 3% o el Palau son sólo saqueos. La corrupción de verdad se da en el discurso. Elimina cualquier atisbo de racionalidad, sentimentaliza el mensaje, rehúye el orden y la claridad, y en definitiva hace imposible la verdad. Es bullshit. Bullshit que además se expande a las escuelas y a las redacciones. Y ahí es cuando ya no hay quien lo pare. El adoctrinamiento directo del nacionalismo es malo. Intentar que los niños o los ciudadanos -o los ciudadanos-niños, como ideal- amen y odien lo que hay que amar y odiar es malo. Pero son contenidos. El mal auténtico es formal, y consiste en la imposibilidad de articular y comprender un discurso racional. O al menos en el desprecio a la razón. Está ahí, es una posibilidad, pero lo primero es lo primero. Los sentimientos de todo un pueblo.

(Thank you for inviting US)

En otro momento hablé de esta misma corrupción y de otro 3%, pero en el País Vasco. Y a cuenta de la lengua y la educación. «El otro 3%«