Un adjetivo de más

Todo empezó con un ligero «Democracia real ya». Todo había empezado antes, es cierto. Pero el capítulo en el que nos encontramos comienza en ese momento. Un adjetivo. Y un entierro. El de la democracia como sometimiento a la ley.

Todo había empezado ya, mucho antes y muchas veces. Pero este capítulo, el de los cinco millones y los 69 diputados empieza justo ahí. Y progresa. En número y en palabras. El movimiento que deslegitimaba la democracia a secas nos trajo a Pablo Iglesias, del mismo modo que la adjetivación de la democracia trae siempre otra cosa. Ayer, Juan Carlos Monedero publicó un vídeo en el que hablaba sobre el ataque de Iglesias a la prensa. Decía algo cierto: no fue un ataque. Fue una declaración de principios. Y decía algo más: que no tendremos una auténtica democracia hasta que no tengamos unos medios de comunicación realmente libres.

Es decir, hasta que redefinamos esas palabras. Podría haber dicho que no tendremos socialismo hasta que no controlemos los medios de comunicación. Pero el efecto habría sido distinto. De ahí el adjetivo y el adverbio. La auténtica democracia es la nuestra, y la libertad de los medios de comunicación la traeremos nosotros.

El mensaje no era nuevo. Lo habían repetido en infinidad de ocasiones, no en antros oscuros sino en tertulias y, especialmente, en universidades. En muchas de esas ocasiones hubo cámaras. El mensaje era público. Pero ayer Victoria Prego, presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, despierta. Y da la voz de alerta. Hay un tal Pablo Iglesias que ha atacado a un periodista. ¡A un periodista -de los nuestros-! Es verdad, antes había «enseñado la patita», pero ahora, con esa burla, muestra su «verdadera cara».
Y vuelta al letargo.

Hoy la noticia es otra. Pablo Iglesias estuvo ayer en Pamplona –esta Pamplona– y dijo que «sin personas como Otegi no habría paz«. Iglesias asume el relato de Otegi, que es el relato de ETA. No sólo el que lo presenta como un hombre de paz, sino el que defiende que lo que hubo entre ETA y los españoles fue una guerra. Así, cabría decir también que sin personas como Javi de Usansolo, Javier García Gaztelu o Josu Zabarte, el ‘Carnicero de Mondragón‘, no habría paz. Gracias, pues.

Los relatos tienen varias fuentes. Las reconstrucciones, las adjetivaciones y los silencios. Ilusión, alusión y elusión. En la noticia de hoy se ve un ejemplo de esto último. Iglesias se refiere al ‘conflicto’ como guerra -‘conflicto’ es ya relato-, y a la guerra como algo indeterminado. «Creo que por desgracia durante muchos años se vivió una situación difícil y yo soy de los que pienso que algunos quizá debieran pedir perdón de manera más clara por ciertas cosas

Situación difícil, algunos y ciertas cosas. O lo que es lo mismo: terror, terroristas y asesinatos. Sólo que, claro, no es lo mismo. Y ahí está la cuestión.

Todo esto empieza con un adjetivo de más. Y termina mal.


La propuesta para el día del libro es evidente: Klemperer.

 

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Koyré, Koiné

(…) uno de los indicadores más sensibles de la calidad democrática de una sociedad es la cantidad y el tipo de mentiras públicas que circulan en ella sin provocar la reacción del cuerpo social.

Fernando Sánchez Pintado, en el prólogo a ‘La función política de la mentira moderna’

El hombre moderno -nos referimos de nuevo al hombre totalitario- durante toda su vida se encuentra inmerso en la mentira, respira mentiras, está sometido a la mentira.
En cuanto a la calidad de la mentira moderna -nos referimos a su calidad intelectual-, ha evolucionado en sentido inverso a su extensión, algo que resulta fácilmente comprensible. La mentira moderna -y esta es la característica que la distingue- se produce en serie y se dirige a la masa. Ahora bien, toda producción de masas, toda producción destinada a la masa y, en especial, la producción intelectual, está obligada a rebajar su nivel, de tal manera que, si no hay nada más refinado que la técnica de la propaganda moderna, tampoco hay nada más burdo que el contenido de sus aserciones que revelan un desprecio total y absoluto por la verdad.

Alexandre Koyré, ‘La función política de la mentira moderna’

Constatem que el règim constitucional del 1978 ha refermat la continuïtat de la imposició politicojurídica del castellà a Catalunya. La legislació de la Generalitat restablerta i la política lingüística consegüent han servit per a superar en certs àmbits i força precàriament la minorització total soferta pel català a mans del franquisme, però no pas per a revertir la norma social d’ús subordinat del català al castellà que condiciona l’ús lingüístic quotidià de la immensa majoria dels parlants i que porta a una indefectible substitució de la llengua del país per la llengua imposada per l’Estat.

(Manifestem) La urgència d’una presa de consciència del problema social que constitueix per a la societat catalana el desballestament lingüístic creat per la dominació espanyola, una consciència que ara manca en la majoria dels ciutadans i en molts dirigents polítics. Cal que tothom entengui que un dels grans problemes d’estat de la nova república, potser el més important, serà el problema lingüístic, perquè afecta la base mateixa de la cohesió social.

En el manifiesto impulsado por el Grupo Koiné.

El castellano en Cataluña es fruto de una violencia antigua.

Jordi Pujol, 1996

Capital de la cultura

Los responsables del proyecto más importante de San Sebastián 2016 hablan de ETA como un «fenómeno político, militar y cultural«. Es interesante la elección de esos tres adjetivos, pero es más interesante aún la ausencia del adjetivo clave: ‘terrorista’.

De los tres adjetivos, el que mejor define lo que fue ETA es el tercero. Sí, ese ‘cultural’.
ETA fue, también, una cultura. Una cultura transmitida, compartida, una cultura popular. No fue sólo García Gaztelu, De Juana Chaos o Martínez Izagirre. Los asesinos contaban con un público paciente, cobarde, miserable. Era un público variado. Los que llevaban el anagrama de ETA a una biblioteca para presumir entre los amigos. Los que cobijaban etarras en sus casas. Los que decían «algo habrá hecho«, los que decían nombres y los que nunca decían nada. Sin esa cultura ETA, sencillamente, no habría sido posible. O al menos, no de la misma forma.

Gregorio Ordóñez fue asesinado mientras comía en un restaurante de la parte vieja de San Sebastián. En la misma ciudad fueron asesinadas más de 90 personas. Josu Zubiaga, viceconsejero de Seguridad del Gobierno vasco, dijo tras los atentados de París que «todo es terrorismo, pero ETA trataba, entre comillas, de respetar el entorno general«.

En ese entorno general se situaban los que hicieron de ETA un fenómeno cultural. Los que participaron de esa cultura.
Más de 90 asesinatos de ETA, fenómeno cultural, en San Sebastián. La capital de la cultura.

Hoax

 

Hace unos diez años estuve trabajando en una pequeña oficina. Éramos cinco personas, y un día una de ellas compartió -ya había Twitter antes de Twitter- una noticia bastante extraña. Al parecer, en las escuelas de Estados Unidos se enseñaba que el Amazonas iba a convertirse en una reserva bajo control yankee porque se hallaba en América del Sur, una región dominada por países crueles y extraños. En un libro de texto -‘Introducción a la Geografía’, de David Norman- se explicaba cómo y por qué el G-23 había encomendado a Estados Unidos esa misión.

No recuerdo cómo nos presentó la noticia. Seguramente lo hizo desde el correo electrónico que circulaba esos días. Se produjeron los comentarios que cabía esperar, hubo gran indignación y después de unas horas cada uno se fue a su casa. Yo no dije nada.
Como la noticia me había parecido increíble, no creí que fuera cierta. Así que busqué en internet y descubrí que era un «hoax», palabra que jamás había oído pero que sonaba mejor que «bulo». Se trataba de un correo que se había hecho viral -creo que aún no existía el concepto-, que estaba plagado de errores y que, desde luego, aludía a una noticia y a un libro inexistentes.

amazonashoax

Al día siguiente comenté el hallazgo en la oficina. Creo que no hizo mella.

Los años de Facebook fueron una amplificación de ese episodio. Los bulos más chapuceros eran aceptados sin ningún tipo de filtro.

Heineken patrocinaba peleas de perros en Mongolia. (Hubo hasta una petición en change.org)

heineken-1

La imagen valía más que las palabras contenidas en el comunicado que emitió la empresa.

Bush leía un libro al revés. También desmontada.

Pallywood, que no fue episodio sino género.

Y una sofisticación: ‘La indiferencia de Occidente‘. Aquí Espada blandió el apellido. El autor de la foto recibió varios premios, y Espada la bronca del Consell de la Información de Catalunya por incumplir varios artículos del código deontológico de la profesión. Entre ellos el Artículo 1, que pide Observar siempre una clara distinción entre los hechos y las opiniones o interpretaciones, evitando toda confusión o distorsión deliberada entre ambas cosas (…)

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Sobre esto he escrito hoy en el artículo de The Objective.

La lista de la vergüenza

En realidad no existe «la lista de la vergüenza». Es uno de esos recursos que sirven para atraer lectores, así que imagino que ya se habrá usado en algún sitio.

Para referirse, claro, a lo de Panamá. «Lo de Panamá» es indefinido, precisamente como lo de Panamá. No sabemos muy bien en qué consiste, pero de eso va el juego. Basta con que aparezca refugio -paraíso- fiscal para que salte la banderita roja. Qué vergüenza, unos tienen cuentas o algo en Panamá, y Bódalo en la cárcel.

Pero el título, en este caso, no iba por ahí. No pensaba en lo de Panamá, sino en lo de Cataluña. Pocos días antes de que saltase el escándalo apareció en la prensa una noticia de ésas que no dan ni para tomar un café. ‘Una lista negra de malos catalanes.‘ Tres barretinas con autor presentaron el libro en el que aparece la lista, hubo cierto revuelo, y ya. No da -no damos- para más.

Aunque tal vez exageramos en cuanto a la falta de atención. Al fin y al cabo se trata sólo de un libro, como los que se venden en Europa. La librería.

Son sólo fiestas

 

Hoy publican en El Correo una noticia sobre las fiestas de Bilbao de 2013. Aquel año, las ‘konparsas’ eligieron como ‘txupinera’ a Jone Artola. Las comparsas son las agrupaciones político-festivas que se encargan de dinamizar las fiestas. Todos los años montan las ‘txoznas’, que son como las casetas de la Feria de Abril pero con adornos políticos*. Funcionan como un bar para los que no son de la comparsa, y como un pequeño club para los propios. La txupinera es una mujer perteneciente a alguna comparsa que se encarga de lanzar el ‘txupin’, el cohete que da inicio a las fiestas. Y Jone Artola, sin comillas, fue candidata de Euskal Herritarrok en 1999 y 2.000, y de Acción Nacionalista Vasca en 2007. Ambas organizaciones fueron ilegalizadas por ser parte de la estrategia para que el brazo político de ETA siguiera en las instituciones. Además de eso, Artola fue durante varios años portavoz de Etxerat, la organización de familiares y amigos de presos de ETA. También es fundadora de la comparsa Txori Barrote, una de las dos comparsas suspendidas en 2008 por exhibir fotos de etarras. Los responsables de esas organizaciones fueron absueltos por la Audiencia Nacional, puesto que exhibir fotos de miembros de ETA encarcelados no supone enaltecimiento del terrorismo.

Hecha la introducción, vamos a la noticia. Lo que publica hoy El Correo es que el magistrado del Juzgado Contencioso- Administrativo Número Uno de Bilbao ha dado la razón al delegado del Gobierno, Carlos Urquijo, que fue quien pidió la suspensión del nombramiento de Artola como txupinera en la Semana Grande de 2013, porque podía suponer una ofensa a las víctimas del terrorismo.

No tengo claro que la ofensa sea suficiente para llevar a cabo este tipo de suspensiones, pero no es eso lo que más me interesa. El caso es que este tipo de polémicas no son ya habituales, sino esenciales en el desarrollo de la Semana Grande de Bilbao. Estas fiestas no son en parte políticas. Son principalmente políticas. Y con «políticas» me refiero a que son una manifestación más de las actividades de la izquierda abertzale. Quien participa en ellas, como comparsero o simplemente como cliente, lo sabe. Que en 2013 una candidata de Euskal Herritarrok y de ANV fuera nombrada txupinera no fue algo anómalo. Por eso es hasta cierto punto inútil que las instituciones intenten evitar estas manifestaciones. No son desviaciones aisladas, no son politizaciones de las fiestas populares. Es sencillamente lo que mejor representa la Aste Nagusia.

El de Jone Artola ni siquiera es el caso más grave. En 1999, las comparsas eligieron como txupinera a Arantza Garbayo, de ‘Pa… Ya’. Esta comparsa tiene en su página web una sección llama «Presoak«, en la que aparecen cuatro presos de ETA. Entre ellos, la propia Arantza Garbayo. La txupinera de 1999 fue condenada en 1996 por colaboración con el ‘comando Vizcaya’, y en 1998 por haber planeado en el ‘comando Galicia’ un intento de asesinato contra Manuel Fraga. Por eso no pudo dar inicio a las fiestas; se encontraba en la cárcel.

Éstas son las fiestas populares de Bilbao. Las de las comidas de homenaje a los presos, las de las fotos de Harriet Iragi e Igor Solana, las de las comparsas proetarras. No hay otras. No hay una oscura «sección proetarra» dentro de las fiestas. Son lo que son, nadie lo esconde. Y somos lo que somos cuando participamos en ellas.

* Hay muchas más diferencias, como apunta Plaza en los comentarios.

(La foto está tomada de esta noticia publicada en La Razón)

Durante las fiestas de 2014 publiqué esto en el blog, una visión algo más general. Y menos de un mes después, ETA normalizada en las fiestas de Galdácano.

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Iraia Iturregi, capitana del equipo femenino del Athletic de Bilbao, acompañó como pregonera a Jone Artola en las fiestas de 2013.
La normalidad.