Programa político inmóvil, III

2- La educación pública como canal de distribución de las ideologías dominantes y como simulacro del logro académico.

Hasta ahora las propuestas educativas de los partidos del bloque alternativo -los partidos de derechas, del centro derecha, de la no izquierda o de la izquierda no nacionalista- han sido limitadas y muy poco ambiciosas. Se pueden resumir en:

  • Cheque escolar.
  • Defensa de la concertada.
  • La lengua vehicular entendida sólo como una cuestión de libertades y derechos.
  • Bilingüismo castellano/inglés.
  • Pin parental.
  • Tímida y efímera defensa de la reválida

Mientras tanto, la oferta declarada del bloque de la izquierda nacionalista se resume en una frase: «Por una educación pública de calidad». Y a esta idea contraponen otra del lado tenebroso, que en el fondo es lo de siempre: «La derecha odia la educación pública». Esto lo dicen constantemente los principales representantes de ese bloque. El último en hacerlo, Pablo Iglesias en un mitin por las elecciones madrileñas. Más allá de esta oferta declarada, ¿qué es lo que ofrece realmente el bloque de izquierda nacionalista respecto a la educación?

  • Diecisiete sistemas educativos y diecisiete inspecciones del Estado.
  • La supervivencia de las «lenguas propias» de las regiones nacionalistas como criterio fundamental de la educación, por encima del aprendizaje de los alumnos.
  • La calidad educativa entendida sólo como una cuestión de ratios y financiación.
  • Descrédito de la memoria, de la comprensión lectora y del análisis crítico.
  • El aula entendida como teatro para la representación de habilidades múltiples y para el desarrollo de las identidades también múltiples de los alumnos. La escuela como institución en la que se cultivan valores, afectos e identidades, y no sólo como institución en la que se transmite el conocimiento.
  • Resultados académicos desvinculados del aprendizaje real. Las notas como alimento para la autoestima, no como reflejo de lo aprendido. La promoción social como simulacro simbólico, no como el resultado de un buen proceso educativo

La pregunta ahora sería: «¿Qué podría y debería ofrecer un bloque alternativo?» Debería haber una pregunta, sí, pero debemos tener en cuenta cuál es el punto de partida. Actualmente, tanto la izquierda como la derecha contribuyen a que este modelo de escuela sea el único modelo existente. La única respuesta firme a esos principios pedagógicos viene de profesores que deciden exponer el gran simulacro al que llevamos años llamando educación.
Lo primero que deber hacer un bloque alternativo, por tanto, es nombrar, estudiar y denunciar los aspectos negativos del consenso. En este caso, del consenso educativo. Y sólo cuando tenga claro qué es lo que está mal en ese consenso, sólo cuando tenga claro por qué se trata de un modelo que perjudica al alumno, y especialmente a los alumnos de familias con menos recursos, podrá proponer un modelo alternativo. Este modelo alternativo podría comenzar a construirse alrededor de principios como los siguientes.

  • El alumno como sujeto universal del sistema educativo en todas las regiones de España. Fuera identidades particulares, fuera instrumentalización nacionalista de la educación y fuera la concepción del aula como teatro para la representación de afectos.
  • El profesor como sujeto entregado a las necesidades del alumno, no a sus deseos particulares, y como única autoridad en el aula.
  • El libro como registro de los hechos relevantes en cada materia, no como herramienta de las ideologías dominantes y de las particularidades regionales.
  • Un único sistema de oposición para todos los docentes españoles, una única prueba de selectividad para todos los alumnos españoles.
  • La Inspección del Estado como garantía de que se cumplen todas las condiciones que permiten un sistema educativo universal y en el que el único objetivo es el aprendizaje del alumno.
  • Todos estos principios en realidad se derivan de un primer principio, de una norma fundamental: la escuela es una institución en la que se transmite conocimiento.

¿Y cómo trataría este sistema educativo a la diversidad?
De la manera más progresista posible: diluyéndola en lo común cuando se trata de diversidad afectiva, sentimental o religiosa; y tratándola de modo que beneficie al alumno cuando se trata de diversidad en cuanto a las capacidades o a las necesidades, por encima de premisas ideológicas y voluntaristas.

Las diversidad derivada de ideologías, sentimientos, religiones o principios pedagógicos irracionales tendría cabida en el sistema educativo, sí. En el ámbito privado. Los padres que quieran para sus hijos una escuela ideologizada, o religiosa, o nacionalista, o segregada por sexo, o en la que se primen los sentimientos y las habilidades sociales sobre el conocimiento, siempre tendrán la posibilidad de matricularlos en escuelas privadas, y de asumir los costes que pudiera tener para sus hijos. Al margen de esas escuelas particulares se situaría la escuela pública. Una escuela que debe ser universal, común, neutral, elitista en cuanto a las expectativas y no en cuanto al acceso, realista, exigente, honesta, seria. Una escuela liberada de servidumbres políticas e ideológicas que forme, mediante el conocimiento, alumnos libres.

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