Violencia irrelevante

Ayer El País daba una noticia falsa.
El titular de la pieza sobre la profanación de la tumba de Fernando Buesa decía que se trataba del «primer episodio violento en la campaña vasca». La noticia comenzaba con esta frase: «La violencia se ha colado en la recta final de la campaña electoral vasca».

Se trata de una afirmación extraña, porque ese mismo día hubo cinco detenidos en un acto de campaña en Barakaldo. «Cinco detenidos» también es una construcción extraña, y hay que intentar elegir bien cómo decimos las cosas. Lo que hubo fue un acto de acoso e intimidación en un acto de campaña. Las personas convocadas por organizaciones antifascistas y vinculadas a la izquierda abertzale lanzaron tuercas y botellas y quemaron al menos un contenedor. Los «cinco detenidos» son la consecuencia lógica de esos actos. Una de las consecuencias posibles. Otra consecuencia es que los periódicos recojan esos actos. Que los muestren, puesto que son noticia. Muchos de ellos lo hicieron, y entre ellos no estaba El País. El País decidió que no era algo relevante.

Tampoco decidieron contar que ocurrió algo parecido en otro acto de campaña en el País Vasco, concretamente en San Sebastián. O al menos no he sido capaz de encontrarlo.
Hasta aquí el titular de ayer de El País sería un único problema periodístico, pero en realidad son dos. Hay un problema cuando deciden no mostrar acciones violentas contra un partido en campaña electoral. Y hay un segundo problema cuando sí muestran algunas de esas acciones, porque a la omisión se le une la mentira. En El País sí recogieron otros actos violentos durante la campaña: los de Bilbao, el 19 de junio. El que provocó una herida a una diputada del Congreso, en Sestao, tras el lanzamiento de varios objetos. E incluso una noticia sobre cómo la Ertzaintza blinda sistemáticamente los actos de campaña de un partido, para evitar que los actos violentos sistemáticos acaben con heridos.

Esto es lo que El País ha ido contando y omitiendo durante la campaña vasca. Y ayer decidieron contar que la profanación de la tumba de Buesa ha sido el «primer episodio violento en la campaña vasca», omitiendo lo que han omitido durante la campaña pero también lo que han contado. Entre las cosas que han contado se encuentra la herida a una diputada del Congreso tras el lanzamiento de objetos contundentes en Sestao.
Así que el titular de ayer no sólo es falso, sino que es deliberadamente falso. Y en la falsedad se cuela, no sé si por primera vez en esta campaña, una concepción muy particular de la violencia.

Y ahora podemos preguntarnos qué es lo que lleva a El País a mentir y a hacer algo peor que mentir. La mentira en sí misma es dañina, más aún en política, y más aún si quien la lanza es un periódico. Porque erosiona nuestra confianza en las instituciones y todos los etcétera que repetimos como si aún no hubiéramos cruzado la línea. Pero lo peor en lo que ha hecho El País no es la mentira, sino su consideración de la violencia. Para El País el primer acto violento en la campaña electoral vasca ha sido la profanación de una tumba el 9 de julio. No considera actos violentos el lanzamiento de objetos o la quema de contenedores en San Sebastián, Barakaldo, Sestao o Bilbao. Mucho menos, imagino, los insultos, amenazas y llamamientos al acoso que ha habido durante toda la campaña realizados desde la izquierda abertzale, que se agrupa en torno a EH Bildu. Grupo político que el domingo volverá a ser la segunda fuerza del País Vasco, con más del 20% de los votos.

Y El País se permite esta doble inmoralidad porque el partido al que se ha impedido hacer campaña con normalidad, sin violencia, es un partido antipático. Porque sabe que cualquier ataque a ese partido será bien recibido o ignorado por una parte importante de la población, y por la práctica totalidad de la población del País Vasco. Porque sabe que cualquiera que condene los actos violentos en campaña se expone a ser tachado de fascista si el partido que recibe los ataques es un partido antipático como Vox. Y porque sabe que hay varias capas en este fenómeno. Están los que llevan a cabo las agresiones; los que las organizan; los que las justifican; los que las ignoran; los que las condenan y reparten la culpa entre agresores y agredidos; los que las condenan con matices; los que las condenan en diez segundos y a otra cosa; los que las denuncian explicitando que desprecian al partido agredido; los que las denuncian explicitando que no votan a ese partido; y los que las denuncian.

Los que sólo las denuncian saben que van a ser colocados en la órbita del partido antipático. Lo saben porque no es algo nuevo. Ocurre cuando el partido antipático es Ciudadanos, en Rentería, Alsasua o Miravalles. Y ocurre, tal vez en menor medida, cuando el partido antipático es el PP. Y saben que lo más cómodo es ponerse al menos en la penúltima capa. «No es que sea más cómodo, es que es verdad». Pero al igual que hay verdades incómodas sabemos que hay también verdades cómodas. Y si tenemos el deber de contemplar y aceptar las primeras, creo que también tenemos el deber de intentar no cobijarnos en las segundas.

Esta campaña electoral comenzó oficialmente el 26 de junio, y ese mismo día se produjeron los primeros episodios violentos, los lanzamientos de objetos que terminaron con una diputada nacional herida. Los actos violentos continuaron durante la campaña, y habían comenzado antes de la campaña. Los llevaban a cabo los mismos que siempre mantuvieron una relación cordial con la violencia en todas sus formas, desde las más salvajes hasta las más sutiles. Desde el asesinato hasta el acoso. Con un elemento común: la política. Durante años, mucho antes de que comenzase esta campaña, la izquierda nacionalista vasca cometió sistemáticamente actos violentos por motivos políticos. No ideológicos, políticos. Es decir, pensados para que tuvieran un impacto político. No se trataba sólo de odio, era estrategia. Del mismo modo, hoy se siguen cometiendo actos violentos por motivos políticos. Se han abandonado los más salvajes, pero permanecen los más sutiles. También esto es estrategia.
Y en el medio estamos nosotros, los que no somos ni políticos ni periodistas. Muchos de los que están en el medio, ni políticos ni periodistas, presumen de antifascistas. Muchos presumen de tener criterio propio. Pero muchos de los primeros justifican, relativizan o ignoran la violencia política contra un partido minoritario porque consideran que ese partido es antidemocrático; y muchos de los segundos deciden no condenar los actos violentos, o hacerlo con excusas innecesarias, por el qué dirán.

El caso es que El País miente, la violencia política sigue siendo normal en el País Vasco y frente a ello no hay un discurso firme porque ante todo somos antifascistas y queremos seguir presumiendo de criterio propio.

Una prensa independiente, un periodista total.

El comunicado de la Asociación de Prensa de Madrid sobre las denuncias de algunos periodistas por acoso y presiones de Podemos ha hecho asomar algunas patitas.
Ayer los comentarios en Eldiario.es parecían pedir la llegada de un Trump redentor que acabase con la prensa manipuladora. Pero los comentarios son el infierno, y no hay que hacerles demasiado caso.

Hoy han aparecido los primeros análisis, y eso ya es más serio. En el propio Eldiario.es, Andrés Gil señala que la APM hace mal en denunciar el acoso de Podemos, y que a quienes debería denunciar es a los editores y a los poderes políticos y económicos.
Gumersindo Lafuente reconoce que “ni Pablo Iglesias ni algunos de sus colegas de Podemos pueden dar lecciones de elegancia en su trato con los medios”, pero, añade, “al menos no ocultan su posición crítica ante el trabajo periodístico”. Echenique, por ejemplo, a quien Lafuente preguntó en un debate por su idea de periodismo, defendió la creación de un organismo que etiquetase la calidad de los servicios informativos de las televisiones. A Lafuente esta idea le pareció “inquietante” pero al menos, volvió a añadir, Echenique no se escondió. Sobre el comunicado de la APM, el periodista dice que le sorprendió su “tono lastimero y llorón”. Y termina su pieza haciendo una autocrítica al periodismo.

Pero la pieza buena de verdad no aparece en Eldiario.es sino en Público, y la firma Pascual Serrano. Dejo a continuación dos frases del artículo, a las que he añadido las negritas.

¿Y por qué un político no puede pretender descalificar y minar la credibilidad de un periodista si considera que el trabajo que muestra esa periodista no está contrastado, o, lo que es lo mismo, miente?

Como ya señaló Ignacio Ramonet, vivimos en una sociedad donde la mayoría de los grupos de presión tiene un contrapoder: Frente al gobierno hay una oposición, frente a los empresarios existen sindicatos, ante el poder de las empresas se crean asociación de consumidores. Sin embargo, el llamado cuarto poder no tiene ningún contrapoder ante el que responder o que pueda denunciar su insalubridad si la hubiere. El derecho a la información no es patrimonio de los periodistas, sino de los ciudadanos, por eso debemos conocer las quejas que tiene un político de los periodistas, con nombre y apellidos.

Es interesante conocer el curriculum de Pascual Serrano. En concreto, es interesante conocer que Serrano fue asesor editorial de Telesur, el canal de televisión creado en 2005 desde el Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información de la República Bolivariana de Venezuela, y gestionado por, entre otros, los Estados de Venezuela, Bolivia, Ecuador… y Cuba.

La idea de un nuevo periodismo independiente y del pueblo es, al cabo, la idea de periodismo que defienden dos modelos de las libertades civiles como Venezuela y Cuba.
Pero eso ya lo sabíamos.

Hace dos años, El País publicó una entrevista a Rafael Correa, presidente de Ecuador. Uno de los países que forma parte del órgano de gestión de Telesur. Decía cosas como éstas:

P. La ley de comunicación ha sido muy criticada por muchos otros medios internacionales y organismos de derechos humanos. ¿Está en peligro la libertad de expresión en Ecuador?

R. (…) Usted va a coincidir en que el poder mediático es un poder. Entonces todo poder necesita regulación social y eso se hace a través de leyes. ¿Dónde está el problema? ¿Por qué es un poder que se autolegitima diciendo que es libertad de prensa?

Volvamos ahora al artículo de hoy de Pascual Serrano. Sin embargo, el llamado cuarto poder no tiene ningún contrapoder ante el que responder o que pueda denunciar su insalubridad si la hubiere.

Y ahora, a Pablo Iglesias, hablando sobre la democratización de los medios de comunicación.

¿Eso qué  es lo que implica? Hacer desaparecer a los mercaderes de los medios de comunicación. La libertad de expresión será libertad de expresión cuando los medios de comunicación realmente respondan a intereses públicos. ¿Quién representa los intereses públicos? Las organizaciones sociales, la sociedad civil…

También El País recogía hace algo menos de dos años algunas de las ideas de Pablo Iglesias sobre la prensa, publicadas en el libro Conversación con Pablo Iglesias.

Si el derecho a la información es un derecho democrático, la concentración de la propiedad es incompatible con ese derecho (…) No puede ser que algo tan importante, y de interés público, imprescindible para la democracia, como son los medios de comunicación, esté solo en manos de multimillonarios.

Más contexto:

Los capitalistas llaman libertad de imprenta a la libertad de soborno de la prensa por los ricos, a la libertad de utilizar la riqueza para fabricar y falsear la llamada opinión pública. Los defensores de la “democracia pura” también se manifiestan de hecho en este caso como defensores del más inmundo y venal sistema de dominio de los ricos sobre los medios de ilustración de las masas, resultan ser embusteros que engañan al pueblo y que con frases bonitas, bellas y falsas hasta la médula distraen de la tarea histórica concreta de liberar a la prensa de su sojuzgamiento por el capital.

Esto no es de Iglesias, sino de Lenin, en Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado.

Iba a cerrar la entrada con este fragmento de un artículo de Pascual Serrano en el que hace balance sobre su paso por Telesur. Pero no va a ser así. Al final del fragmento, una curiosidad.

Han sido necesarios más de 75 años desde que se inventara la televisión para que surja un proyecto multinacional que no dependa de grandes grupos empresariales ni de elementos publicitarios, que apueste por dar la voz a los ciudadanos y no a accionistas, anunciantes y grupos de poder. Por supuesto, una iniciativa así no se hubiese permitido en EEUU, tampoco Europa se ha demostrado capaz. Ha sido América Latina quien está demostrando que otro mundo es posible y factible como ha afirmado Pedro Casaldáliga.

No lo podemos negar, en Europa nos corroe la envidia. Gobiernos con muchos más recursos y democracias supuestamente más desarrolladas han sido incapaces de crear un modelo televisivo independiente del dinero y del poder empresarial.

Es lo que han conseguido cuatro países –Venezuela, Argentina, Cuba y Uruguay- a los que ya se han unido Bolivia y Nicaragua, y Ecuador próximamente. Todos ellos comparten la necesidad de abordar la información desde una nueva óptica que priorice el protagonismo de los pueblos, los valores de la integración latinoamericana y el rigor informativo por encima de la banalidad, la publicidad, el espectáculo y la manipulación al servicio de las grandes corporaciones empresariales.

 

 

La curiosidad es que hoy Pablo Iglesias ha publicado esto en su cuenta de Twitter:

 

 

Contexto:

¿Qué entiendes como medio enfocado o desenfocado? ¿Qué periodista crees que realiza una cobertura adecuada o inadecuada en relación con la comunicación para el cambio social y los Derechos Humanos? Arranca la segunda fase de los Premios Enfocados/Desenfocados en su segunda edición. Unos galardones de carácter simbólico que promueven la participación amplia de la ciudadanía como jurado. La ciudadanía ya puede elegir qué periodistas, medios y secciones dan una visión enfocada o desenfocada de la realidad.

Eso fue la segunda edición de los premios Enfocados/Desenfocados, de la que no queda, o al menos no he podido encontrar, registro de los ganadores. Sobre la primera edición de los Premios al Periodismo por el Cambio Social, la clínica de medios de la Universidad Europea de Madrid publicaba esto:

El pasado jueves 24 de octubre, coincidiendo con la semana de la pobreza, se celebraba la primera edición de los Premios al Periodismo por el Cambio Social en el Círculo de Bellas Artes a las puertas de la manifestación por la reforma educativa del Ministro de Educación Ignacio Wert. El evento estuvo organizado por la Universidad Carlos III en colaboración con diversas ONG.
Estos premios, también conocidos como Los premios Enfocados y Desenfocados, premian a aquellos periodistas “enfocados” que apuestan por un nuevo periodismo impulsados por una prensa alternativa en busca de una labor honesta, humana y comprometida. Mientras que aquellos “desenfocados” fueron los que cuya labor se ha visto contaminada, es decir, la prensa tradicional.

Los medios que recibieron los galardones Enfocados fueron Diagonal, Periodismo Humano y Eldiario.es, premio especial del público. Los programas premiados fueron Salvados -premio especial del público- Desalambre y La Tuerka.
La curiosidad, decíamos: los periodistas merecedores del premio Enfocados fueron Jordi Évole, Ignacio Escolar y… Pablo Iglesias. Premio especial del público. En la categoría de periodista.

Ahora recordemos la idea de Echenique, un organismo que etiquete la calidad de los servicios informativos.
O las palabras de Iglesias: La libertad de expresión será libertad de expresión cuando los medios de comunicación realmente respondan a intereses públicos. ¿Quién representa los intereses públicos? Las organizaciones sociales, la sociedad civil…