Filosofía, ancilla Democratiae

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Parece que en El País se han tomado en serio la defensa de la Filosofía. La defensa sentimentalista y lírica, claro. Si hace unas semanas nos regalaron una emotiva y sentida carta de un alumno en la que se apelaba a la belleza de las Humanidades, hoy entran a fondo en la cuestión. A fondo porque así se llama la sección:

«Una docena de reporteros cuentan España yendo a donde pasan las cosas y dedicando tiempo a cada historia, pequeña o grande. Si quiere ponerse en contacto con nosotros, estamos en reportajes@elpais.es «

Así que este Equipo A del reporterismo se adentra a fondo en la cuestión. Hasta los tobillos, más o menos. El reportaje no empieza mal. En realidad, empieza muy mal. Que noooo, que Platón está tirao…” Es la primera frase del reportaje. El toque campechano, imagino. Le sigue una breve descripción del profesor, Enrique P. Mesa, acompañada de una breve frase de un alumno de la última fila. Esto de la última fila tiene que quedar claro, parece importante.

El caso es que cuando parece que todo está perdido, el profesor dice algo que tiene sentido, y los reporteros lo recogen: La idea general, que es errónea, es que la filosofía te enseña a pensar.» Hay esperanza. Efectivamente, eso de que la Filosofía enseña a pensar es un mito. A lo mejor se trata realmente de un reportaje a fondo. Lamentablemente, justo en ese momento aparece una adversativa, que como todos sabemos suele ser el anuncio de un desastre cercano: «Pero de la filosofía emana el pensamiento crítico, que es el que sustenta la democracia». Redoble.

O sea, el pensamiento crítico -no hace falta definirlo, porque total, ¿qué tiene que ver la Filosofía con las definiciones?- emana de la Filosofía. No sólo eso, sino que el pensamiento crítico -y por tanto la Filosofía- sustenta la democracia. «Tenemos el derecho a votar porque se nos considera críticos y autónomos», continúa. Y somos críticos y autónomos gracias a la Filosofía. A la asignatura, en concreto. Así que si la democracia se sustenta en el pensamiento crítico, y el pensamiento crítico emana de la Filosofía, ¿qué ocurriría si se eliminase la Filosofía del Bachillerato? Pues el desastre, obviamente.

A continuación aparece Antonio Campillo, decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia. Explica que el origen de la medida está en que el Gobierno quería reforzar Historia de España, y decidieron sacrificar la Filosofía. ¿Por qué cree el Gobierno que es esencial la asignatura de Historia de España? Seguramente muchas personas críticas™ pensarán que por ideología. Por fascismo, vamos. Historia vale, ¿pero por qué de España?

Yo quiero ponerme lírico también, por un momento. Es esencial conocer la Historia para no repetir el pasado. Otra frase mágica. Conocer los hechos históricos, como conocer los sistemas filosóficos, no es valioso en sí mismo. Ése es el mensaje de fondo. «Por eso las escuelas de negocios se han dado cuenta de que un economista o un ingeniero necesitan las humanidades” Ovación cerrada.

Por si no ha quedado claro: no puede haber democracia sin Filosofía. Así de rotundos se muestran varios intelectuales en un vídeo rodado por la Red Española de Filosofía. Aunque en realidad ninguno de los intelectuales que aparecen en el vídeo lo afirma. Pero eso es lo de menos, porque al comienzo del vídeo aparece como frase. Y una frase sin autor, una idea sin contexto, una opinión, es la mejor manera de representar esta concepción de la Filosofía.

A lo largo del vídeo aparecen intelectuales como Álex de la Iglesia o Santiago Auserón. De fondo, una musiquita grácil. Y frases, muchas frases. Veámoslas.

  • Federico Mayor Zaragoza: «La Filosofía es esencial. Por eso la UNESCO la sitúa en primer lugar de los curricula.»
  • Adela Cortina: «La Filosofía entonces es una necesidad para cualquier sociedad que quiera ser medianamente culta y que quiera construir su vida de una manera razonable, porque no es posible querer un conjunto de actividades del que no sabemos cuáles son sus fundamentos ni hacia dónde se encaminan.»
  • José María Jordán Galduf (Catedrático de Economía Aplicada): «Disciplinas como la Filosofía o la Ética son imprescindibles, en concreto no puede haber una economía que no tenga un equipamiento ético.»

La Filosofía es esencial, una necesidad e imprescindible, eso ha quedado claro. Ahora bien, ¿por qué, exactamente? ¿Hay que aceptarlo acríticamente?

  • Álex de la Iglesia: «La Filosofía para mí es una de las razones por las que de alguna manera he podido llegar a pensar algo en mi vida.» Sin duda un testimonio necesario y clarificador.
  • Miguel Brieva (dibujante de comics): «Cabría plantearse hasta qué punto la educación como la concebimos actualmente tiene sentido.» Mira, algo sensato, y algo que sí parece tener algo de relación con la Filosofía. ¿Tiene sentido la educación actual? Es un buen punto de partida. A continuación habría que describir cómo es la educación actualmente, cuáles son sus objetivos reales e imaginados, cuáles son las maneras de articular esos objetivos en los planes de estudio, quién tiene que articular esos objetivos, cuál debería ser el papel de la Filosofía en ese plan de estudios, si es que debería tener algún papel, etc. Lástima que todo eso no quepa en una frase.
  • Federico Mayor Zaragoza, de nuevo: «Educar es formar a seres libres y responsables.» Lo dice con pausa entre las palabras, y termina con una sonrisa. Podríamos pensar que está haciendo un chiste (seres libres i-rresponsables). Pero no. Lo dice en serio.
  • Miguel Brieva, de nuevo: «El procedimiento básico de la educación debería ser casi algo extraído del procedimiento básico de la Filosofía.» Y de nuevo dice algo sensato. Puede que se refiera al proceso dialéctico de Platón, ese proceso arduo y costoso que consiste en rechazar las opiniones e ir a lo verdadero. Puede que esté proponiendo no aceptar ningún dogma, por políticamente correcto que sea. En ese caso, estaría yendo en contra del mensaje común que pretenden transmitir los organizadores del vídeo. ¿Acercarse dialécticamente al concepto de Democracia? Ni locos. (En relación con esto y con el título, este artículo)
  • Francisco Javier de Lucas (Catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política): «Ayudar a pensar con la propia cabeza.» Ay.

Y el vídeo sigue otros tres minutos, con más frases en defensa de la Filosofía. Pero ninguna de esas frases da un sólo argumento concreto. Es necesaria, es esencial, es eso o el caos, pero no se explica por qué debe estar presente en el Bachillerato.

De hecho, si pensamos un poco -críticamente, claro- podríamos preguntarnos lo siguiente: si la asignatura de Filosofía es tan esencial como para que la propia democracia dependa de ella, ¿por qué ninguno de estos intelectuales pide que el Bachillerato sea obligatorio? O al revés, ¿por qué no se impide votar a aquellos ciudadanos que no hayan cursado el Bachillerato?

Como normalmente preferimos lo grácil a lo robusto, quedémonos con la primera opción. Hagamos que el Bachillerato sea obligatorio, con una presencia importante de la Filosofía, y adaptemos el curriculum al alumno y al objetivo más importante de la educación, que no es otro que formar personas. En otras palabras:

«La técnica memorística, producto del sistema imperante, ha de ser sustituida por una acción continuada y progresiva sobre la mentalidad del alumno, que dé por resultado, no la práctica de recitaciones efímeras y pasajeras, sino la asimilación definitiva de elementos básicos de cultura y la formación de una personalidad completa.« (Para una experiencia completa, se recomienda pinchar en el enlace)

Y si la Filosofía desaparece del Bachillerato, ¿qué?

Pensamiento crítico
Pensamiento crítico-poético

Lo mejor será que empiece negando la posibilidad de que se cumpla lo que plantea el título. Es sencillamente imposible que la Filosofía desaparezca del Bachillerato. Y es imposible de la misma manera que es imposible que la UE expulse de su seno a una hipotética Cataluña independiente.

Seguramente algunos ya habrán visto el truco en esta extraña equiparación, sólo con reparar en el título. La imposibilidad en los dos casos no deriva de una posición de fuerza ni de una situación inmutable, sino justamente de la inexistencia de eso de lo cual se plantea la desaparición. La Filosofía no desaparecerá del Bachillerato porque hace tiempo que no está, y Cataluña no sería expulsada de la UE porque no pertenece a ella.

Lo de Cataluña no es discutible, por mucho que se empeñen Romeva, Mas y el resto de osados galos. Si finalmente se consuma la ilegalidad que han ido explicitando este último año largo, es de esperar que el cielo caiga sobre sus cabezas. Y sobre la del resto de los alegres compatriotas que consciente o inconscientemente les han seguido -o empujado- hasta el abismo.

Ahora bien, ¿en qué sentido decimos que la Filosofía no existe en el Bachillerato? Al fin y al cabo, ha sido hasta ahora una asignatura obligatoria en los dos cursos de los que se compone. En todo caso, habría que preocuparse por la eliminación de la obligatoriedad en el segundo año, como han apuntado tantos escritores, profesores o incluso alumnos en los últimos meses. Es sorprendente este súbito amor no ya por el conocimiento, sino por la Filosofía, que se ha despertado desde que Wert introdujo esta cuestión en su reforma de la Ley de Educación.

Pero no es este despertar lo que voy a tratar ahora. Al fin y al cabo, es posible que ese amor siempre haya estado ahí, escondido. Lo que voy a tratar, porque me parece preocupante, es la idealización desde la que se contempla la Filosofía. O, mejor dicho, la asignatura de Filosofía. Esa idealización se observa perfectamente en uno de los argumentos que más se han esgrimido para criticar la pérdida de la obligatoriedad en Bachillerato, y es el siguiente: «Si se elimina Historia de la Filosofía del Bachillerato, estaremos condenando a los alumnos a una existencia borreguil, puesto que perderán la capacidad de desarrollar un pensamiento crítico.»

Serán «esclavos del sistema», dicho de otro modo.

Esto, por no extendernos demasiado, es una estupidez. Y si lo dice un profesor de Filosofía, además, una idiotez.

Dos pruebas.

La primera: hasta ahora hemos tenido varias promociones de alumnos con dos cursos de Filosofía obligatorios. La última de ellas la «generación más preparada de la Historia», expresión a la que es ya imposible acercarse sin malicia. No creo que nadie se atreva a afirmar que todos ellos han desarrollado un mínimo de pensamiento crítico. Quiero decir, es de suponer que el mismo Romeva cursó dos años de Filosofía. Más aún, todos aquellos que aplauden las mentiras y piden otra ración, todos aquellos que hablan de sentimientos colectivos y convierten en afrenta cualquier opinión disidente, todos ellos, han cursado dos años de Filosofía. Pero podemos ir aún más cerca. Concretamente, a las asambleas del 15M. Muchos de los autores de las propuestas psicodélicas que pudieron verse durante esos días no sólo cursaron dos años de Filosofía en Bachillerato, sino que incluso prosiguieron sus estudios sobre la materia en la universidad. Algunos, incluso, eran profesores de Filosofía. Por lo tanto, parece que la mera presencia de la Filosofía en el Bachillerato no es un antídoto eficaz contra el borreguismo.

La segunda, más que una prueba, es una cuestión de léxico. Y una apelación al principio de realidad. Es decir, una reivindicación de la propia esencia de la Filosofía, que no es otra que el abandono del pensamiento mágico. Valga el oxímoron. La Filosofía en ese sentido no es más que hablar con propiedad, llamar a las cosas por su nombre. Empezando, claro, por la propia Filosofía.

La Filosofía, en Bachillerato, es una asignatura. Y hay que situarla en un contexto determinado. Los alumnos, los profesores y el sistema de enseñanza son la parte fundamental de ese contexto. Y todas las asignaturas son afectadas -determinadas- por ese contexto concreto. Así, la asignatura de Filosofía de hoy en día poco tiene que ver con la que podía haber hace treinta o cuarenta años.

Comenzando por la Historia de la Filosofía, que es la que en principio está en riesgo de desaparecer, debemos aceptar que ni es Historia, ni es Filosofía. Son apenas cinco o seis cuestiones sobre cinco autores, sin conexión entre ellas. Seguramente hay profesores -y alumnos- que aprovechan al máximo la asignatura, pero el caso es que es perfectamente posible acabar el curso sin haber entendido nada. Diría incluso que es lo más frecuente. Al fin y al cabo, la economía del centro y la de los estudiantes coinciden en ese sentido: maximizar el resultado, minimizar el coste. Lo que se traduce en el aprendizaje de cinco autores. En realidad son diez, como todos sabemos, pero en el examen siempre se ofrece la posibilidad de elegir uno de un par de autores que comparten la misma época. Platón o Aristóteles, San Agustín o Santo Tomás, Descartes o Kant, Marx o Nietzsche, Ortega o Wittgenstein. La clave está en la disyuntiva.

Por simplificar, un alumno de 2º de Bachillerato puede estudiar a Aristóteles sin haber visto más que un par de pinceladas de Platón. Y de hecho, puede sacar buena nota en la prueba de Selectividad. Porque como ya hemos dicho, de lo que se trata es de conseguir una buena nota, y para eso basta con memorizar algunas respuestas tipo.

Es cierto que hay una parte del examen para la que no basta ese aprendizaje memorístico. Es el comentario crítico. O como quiera que se llame ahora. Disertación, creo. Casi un tercio de la nota, trescientas palabras como máximo. Aquí es donde, dicen, tienen que lucirse. El problema es que no tienen la base necesaria para hacerlo. Es un obsceno ejercicio de voluntarismo. No hay tiempo para trabajarlo en clase, y depende de dos cuestiones que son ajenas a la asignatura: el conocimiento material y el conocimiento formal. Es decir, referencias externas y madurez expresiva. Sin eso, poco se puede hacer.

Pretender que los alumnos sean capaces de hacer una disertación filosófica sin esos conocimientos es como pretender hacer una tortilla sin huevos. Se le puede llamar Filosofía a lo primero y tortilla a lo segundo, pero no lo son.

La Filosofía de Bachillerato, por tanto, no es lo que dirige a los alumnos hacia la madurez, al contrario de lo que apuntaba Montano hace poco.

Queda por tanto la Filosofía de 1º. Ahí podríamos situar la aportación específica de la Filosofía en el curriculum educativo. No hay examen final y hay más flexibilidad para adaptar la asignatura. No sé hasta qué punto es bueno, pero ésa es otra cuestión. De cualquier manera, no es suficiente por sí mismo. Todo profesor sabe que es muy difícil generar pensamiento crítico. A no ser que digamos que el pensamiento crítico es lo mismo que la opinión. Entonces sí. Hay opiniones a patadas. Sobre cualquier tema. Todos los alumnos tienen una, o incluso varias, sobre la misma cuestión. Y ahí radica el engaño. La Filosofía ha servido para perpetuar el imperio de la doxa contra el que ya advirtieron Platón y Aristóteles. En la ESO y en el Bachillerato se ha instalado la creencia de que los alumnos tienen que opinar sobre todo, y enseguida además. Seguramente esa creencia tiene la misma fuente pedagógica que el diabólico «Que lean lo que sea, pero que lean». Y así, en lugar de aprovechar esos años para borrar todas las opiniones, para quedarnos sólo con los análisis y los hechos, para alertar contra los sesgos y la tiranía de los afectos y para, en definitiva, colocar a la razón en el lugar que le corresponde, se ha ido construyendo una ampliación de la educación infantil, en la que lo importante es lo superficial. Ése es el contexto, del cual nada escapa. Ni los profesores, ni los alumnos, ni las asignaturas.

Así que, en contra de lo que han expuesto muchos otros compañeros de profesión, no creo que la Filosofía corra el peligro de desaparecer del Bachillerato, porque a esto que tenemos ahora sólo se le puede llamar Filosofía por inercia. Y difícilmente puede ser ese generador de madurez y pensamiento crítico que muchos, con buena intención, le suponen. Precisamente el insistir en esa idealización no es sino una prueba más de lo que estamos diciendo. Cualquier alumno de Bachillerato debería ser capaz de hacer un análisis similar. Y no digamos un profesor de Filosofía.

Lo que sí está en peligro de desaparecer, justamente, es esto mismo. La profesión de profesor de Filosofía en Bachillerato. Y es desde luego un asunto importante, fundamentalmente para quienes nos dedicamos a ello. Extender esa visión mágica sobre nuestra labor probablemente nos granjeará muchas simpatías, y puede que incluso sirva para convencer al resto de la sociedad de que es imperativo que siga ocupando el espacio que hasta ahora ha ocupado en la enseñanza. Bien es verdad que no lo tendremos demasiado difícil, puesto que ya nos hemos ocupado de prepararles para que consuman con gusto ese pensamiento débil.

Imagino que los tiros seguirán yendo por ahí. Lo sentimental, el énfasis y la indignación. Justo lo contrario de lo que se supone que es la Filosofía.

ACTUALIZACIÓN:

En este blog han escrito una réplica a lo que publiqué aquí hace unos días. Si a alguien le interesa, puede leer tanto la réplica como mi respuesta a esa réplica. El tono es desagradable porque el autor de la réplica lo lleva a lo personal, así que advertidos quedan los lectores.