El relato (de los hechos)

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El portal

En septiembre de 2015 pegaron en Galdácano las fotos de varios presos de ETA. Entre esas fotos la que más llamaba la atención era, sin duda, la de Francisco Javier García Gaztelu. Txapote. En la foto aparecía con gesto amable. Y amablemente se permitió que las fotos siguieran a la vista de todos durante las fiestas.
Algunas de las caras llamaban la atención, otras no tanto. Entre estas últimas se encontraba la de un tal Jon Krespo. Sabía que Jon Krespo había sido condenado varias veces por terrorismo callejero. Lanzó cócteles molotov contra la sede de El Correo, destrozó cajeros e incluso incendió el coche de un ertzaina. Después de escribir sobre las fotos supe que había en el historial de Jon Krespo un hecho de los que cuesta asimilar. Por la cercanía, porque pasó sin que me enterase y porque imagino que las personas que conocieron el hecho y lo asumieron como algo normal siguen aquí, en Galdácano. Imagino también que no hay razones objetivas que expliquen el sentimiento de vergüenza y de culpa que me produjo, la sensación de ser en parte responsable de algo que ocurrió sin que me enterase. Es precisamente el desconocimiento prolongado durante tantos años lo que genera esa sensación difícil de explicar. Intentaré al menos explicar el hecho.

El hecho ocurre en Galdácano, un municipio de unos 30.000 habitantes, a 11 kilómetros de Bilbao. ETA ha asesinado a diez personas en el pueblo, y de aquí han salido etarras como Francisco Javier López Peña, alias ‘Thierry’; Jon Bienzobas, alias ‘Karaka’; y el propio Francisco Javier García Gaztelu, alias ‘Txapote’. Los tres eran vecinos del mismo barrio, Aperribai. Galdácano es también el municipio en el que Francisco Javier Martínez Izagirre, ‘Javi de Usánsolo’, fue recibido con antorchas, cohetes e ikurriñas cuando salió de la cárcel. Menos conocido que los otros tres, cumplió condena por, entre otros, el asesinato de Fabio Moreno, un niño de dos años.

El hecho ocurre en marzo del año 2.000. Los anteriores son los años de la ‘kale borroka’, el terrorismo de baja intensidad. Aunque no sólo. Además de a las fuerzas de seguridad del Estado, Herri Batasuna comienza a calificar de «enemigos» a periodistas, jueces y concejales. Y ETA comienza a asesinar a periodistas, jueces y concejales.
En 1999 se habían celebrado elecciones municipales. El Partido Popular obtuvo tres concejales en Galdácano. La número uno, Nerea Llanos, vivía en Basauri. El número dos, Gonzalo Zorrilla, en Bilbao. El número tres, Ricardo Gutiérrez Solana, en el mismo Galdácano. El día en el que recibió su acta de concejal colocaron una diana con las siglas del partido en una columna frente al portal en el que vivía. Días después, una pintada: «PP asesinos». En diciembre de ese mismo año, dos personas disfrazadas de Olentzero hablan con el hijo de nueve años de Ricardo Gutiérrez Solana, arrojan carbón en el felpudo de su vivienda y colocan en la puerta un cartel con amenazas y una invitación a que abandone el País Vasco. Durante meses, familiares de presos de ETA se concentran cada jueves en la plaza frente al portal en el que vive. Finalmente, aquí está el hecho, el día 17 de marzo del año 2000 los vecinos reciben una carta.
La carta decía esto:

«COMO USTEDES YA SABRÁN, EN EL PISO 5º D DE SU VECINDARIO RESIDE EL CONCEJAL DEL PP DE GALDAKAO RICARDO GUTIERREZ.

ESTE DEPLORABLE CONCEJAL ES RESPONSABLE DIRECTO DE QUE A EUSKAL HERRIA SE LE SEA NEGADA LA PALABRA, DE LA DISPERSIÓN QUE SUFREN LOS/LAS PRESOS/AS POLÍTICOS/AS, DE LA TORTURA QUE SUFRE NUESTRO PUEBLO, DE LA IMPOSICIÓN ARMADA A LA QUE ESTAMOS SOMETIDOS, DE MUERTES COMO LA DE RUBEN GARATE VISITANDO A UN AMIGO Y SIMILARES, Y DE UN LARGO ETC…

POR ESTO Y MUCHO MAS, ESTE ENGENDRO DE FRANCO, ESTÁ CONDENADO A SER EXPULSADO DE EUSKAL HERRIA, EN CONSECUENCIA, LES INVITAMOS A USTEDES A QUE HAGAN LO POSIBLE PARA ECHAR DEL VECINDARIO A ESTA PERSONA DE ACTITUDES HITLERIANAS.

CON TODO ESTO, USTEDES SON AGENTES EXTERNOS AL CONFLICTO DE EUSKAL HERRIA, Y NO QUISIÉRAMOS QUE SUFRIESEN NINGÚN DAÑO YA QUE ESTE PERSONAJE ES OBJETIVO DIRECTO DE NUESTRAS ACCIONES. AGUR BERO BAT.

JO TA KE.»

Las concentraciones continúan, y Ricardo Gutiérrez aparece tres veces en documentos incautados a ETA. Era un objetivo potencial. Como muchos otros amenazados, el concejal contaba con la protección de un escolta. La empresa en la que trabajaba en aquella época decide despedirlo. Tras el despido no puede seguir pagando su domicilio de Galdácano y se traslada a la casa de sus padres en Burgos.

Durante tres años busca trabajo en el País Vasco, sin éxito. En 2003 consigue trabajo en La Rioja. Años más tarde, en Madrid. En 2010 se queda en el paro de nuevo, esta vez como consecuencia de la crisis.

En ese período, Ricardo Gutiérrez repite como candidato en dos elecciones. En las del 2007 no sale elegido. Ricardo Gutiérrez es apoderado el día en el que se celebran. Mientras toma café con su hijo en una cafetería frente al colegio electoral, unos radicales del pueblo agreden al candidato y le destrozan las gafas. En 2011 vuelve a ocupar un puesto de concejal. Durante esa legislatura alguien le arroja un mechero desde la ventana y una mujer lo insulta en una cafetería. Finalmente, en 2015 no se presenta por discrepancias con la dirección actual del PP de Vizcaya.

Ése fue el hecho (El País, El Mundo). En el año 2000 alguien envía cartas a los vecinos de un concejal para que lo echen de su casa. Para que se largue del País Vasco. Y entre todos lo consiguen. Ese alguien, aunque no actúe solo, es Jon Krespo. Jon Krespo es condenado, y declara en el juicio que su grupo contaba para todas sus acciones con el apoyo de Batasuna. Un miembro del partido les entregaba explosivos caseros o dinero para material, y ellos escondían el material en una lonja propiedad del partido. En esa misma lonja redactaron la carta que enviaron a los vecinos de Ricardo Gutiérrez.

Hechos como éste fueron habituales durante muchos años en el País Vasco. No sólo los asesinatos, sino el acoso y la exclusión social. También fue habitual la indiferencia. La ignorancia selectiva.
Hoy el olvido selectivo va eliminando la memoria de estos hechos. El registro permanece, pero se desaconseja su estudio. No se enseña, no se pregunta. En nombre de la convivencia. En nombre del relato.