Escribir sobre un mural

Escribir es un acto absurdo, como casi todos los actos. Si se trata de escritura no pagada, el acto es aún más absurdo. No es lo mismo que irrelevante; lanzar piedras contra la superficie del agua para ver cómo rebotan es lo más alejado del absurdo, precisamente porque se hace sin ninguna intención de transformación, de sentido. Lanzas la piedra y contemplas. La piedra, los rebotes y las ondulaciones en el agua son irrelevantes; en el acto de escribir, lo irrelevante es el propio autor, porque lo hace desde una falsa esperanza de sentido, aunque se presente disfrazada de vanidad.

La escritura sobre la escritura, la escritura consciente de su irrelevancia, es, además de absurda, falsa. Como si haciéndolo volviéramos al sentido, igual que aquello de que la única libertad es la de saberse determinado. Un poco de racionalización, un poco de autoconocimiento prestado y ya estamos libres del absurdo.
Triple salto: saber que la escritura que se sabe absurda es igualmente absurda. Y así hasta depurar el texto y mostrarlo como lo que siempre es, un bucle fisiológico, un tic en las manos.

Todo lo anterior es útil para lanzarse a escribir sobre algo tan aparentemente absurdo -en sentido coloquial- como un mural en un polideportivo de Ciudad Lineal. Porque es imposible sentarse ante el teclado, decir “Hoy voy a escribir sobre un mural en un polideportivo de Ciudad Lineal” y no sentir el ridículo devolviendo la mirada.

Hace unos días comenzó a aparecer en redes y prensa una polémica sobre un mural feminista. Como casi todo lo que hoy se adjetiva con la palabra “feminista”, el mural y sus defensores ya empezaban mintiendo. No era un mural feminista, si es que puede existir algo como un mural feminista. Era un mural en un polideportivo con rostros de mujeres y mensaje de autoayuda. “Las capacidades no dependen de tu género”. Imagino que incluyeron “género” porque con “sexo” no se atrevían, no fuera a ser que.
La mentira se extendió en las direcciones habituales. Primero, hacia dentro. Insistieron en que era un mural que pretendía convencer a las mujeres de sus capacidades, de que persiguieran sus sueños sin creerse los mensajes -éstos no ya falsos sino inexistentes- que continuamente las condenan a la derrota previa. Pero los rostros en el mural eran cuestionables también en ese aspecto. Más que mujeres que destacaron en su actividad gracias a sus capacidades eran mujeres que permitían destacar la actividad principal de quienes ordenaron y crearon el mural: el activismo. De ahí que apareciera Rigoberta Menchú y no Mary Shelley; Angela Davis y no Marie Curie; o Rosa Arauzo y no María Moliner. Es verdad que también aparecían Nina Simone, que efectivamente destacó en lo suyo, o Rosa Parks, la nota de consenso. Y junto a ellas, ‘Comandanta Ramona’, dirigente del EZLN, o Liudmila Pavlichenko, francotiradora del Ejército Rojo, que evidentemente destacó en la actividad de dar muerte.
Después la mentira se extendió hacia fuera. Cuestionar las mujeres que aparecían en el mural o el propio mural era parte de la campaña de la derecha por erradicar los derechos de las mujeres. Pero esa campaña no existe, y el mural era cuestionable por muchas razones.

En primer lugar, se dibuja sobre un polideportivo municipal. Y cuando se quiere hacer política sobre un edificio público, lo mínimo que se espera es que aquello que se representa sea universalizable y que no sea falso. Lo que hoy se llama “feminismo” en España es una mentira envuelta en una manipulación dentro de varios partidos políticos. Los mensajes contra la eliminación del mural son una buena muestra de ello. Todos venían a decir que frente al mural estaba la derecha, y que la derecha estaba contra el mural porque lo que querían borrar era la historia de las mujeres, e incluso a las propias mujeres. Esto no es un grito de dos o tres activistas pasionales; esto es lo que los dos partidos del Gobierno de España, Podemos y el PSOE, llevan años repitiendo en redes, medios y parlamentos: que la derecha española pretende la eliminación de las mujeres.

En segundo lugar: el mural es feo. Porque la ética es también estética, y está feo colocar en un mural pretendidamente feminista a una mujer que ha ido en las listas de uno de los partidos políticos que más empeño han puesto en la elaboración y la defensa del mural: Podemos. Rosa Arauzao, que seguramente es una bellísima persona y por encima de todo una mujer activista, no es María Moliner. Pero es que además es de Podemos.

En tercer lugar, un paréntesis: en Público escribieron una guía sobre las mujeres del mural y sobre la importancia del mismo. No mencionan este último punto, la militancia universal de una de las mujeres en la causa del partido Podemos. Esto es lo normal en Público. Lo que también es normal pero no tanto aceptable es que en la página web de RTVE, que no es Público sino pública, se omitiera igualmente la militancia de una de esas mujeres en la pieza militante que escribieron sobre la polémica.

Y en cuarto lugar, por terminar en algún punto: el mural es cuestionable porque eso es lo que se hace en una sociedad que al menos pretende ser sana y normal. Examinar lo que hacen los representantes, examinar el estado del espacio público e incluso el estado del propio Estado. Y en este caso el examen es claro: se trataba de un mural político, ideológico, partidista, sectario, falso, no de un “mural feminista”. Y plantear su eliminación, con o sin sustitución por otra performance gráfica sentimental más aceptable, era legítimo.

En todo el texto hablo en pasado del mural. No porque ya se haya eliminado, sino porque gracias a la intervención de Begoña Villacís, portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid y Primera teniente de alcalde, el mural feminista se ha convertido en otra cosa. A partir de ayer, cuando Villacís decidió enmendar la decisión de su propio grupo en el distrito de Ciudad Lineal y mantener el mural, el mural ha pasado a ser un nuevo éxito del sectarismo, una nueva victoria de la tribu. Que por otra parte es lo que se pretendía desde el principio. Y lo que se suponía que venía a combatir ese partido.

“Prefiero que se quede el mural y pintar otros murales”, explicó la portavoz de Ciudadanos para cerrar la cuestión.
Déjelo, de verdad. Lance piedras a algún estanque si quiere, pero no diga que es política.

Un racista en Junts

Saltó ayer la sorpresa: había un racista en JxCat, el partido de Puigdemont.
Hoy han llegado las reacciones. Colau, ERC, PDECat y el propio JxCat le han afeado al recién acuñado racista los comentarios que había ido dejando en el espacio público al menos desde 2017.

Y la verdad es que sorprende la sorpresa que al parecer ha causado la irrupción del viejo Josep Sort. No es que sea increíble que esos partidos no conocieran al tal Sort; lo increíble (literalmente) es que haya gente que no conozca a esos partidos y a sus dirigentes y militantes más activos. Sorprenderse por un racista en uno de los partidos nacionalistas de Cataluña es algo así como sorprenderse por un proetarra en Bildu, o por un dirigente de Podemos con el retrato de Stalin o Fidel en el despacho. Lo del tal Sort, nacionalista comprometido hasta hace dos días y “racista, xenófobo y machista” desde ayer no es más que un entusiasmo mal medido. Nada de lo que dice desentona con el mensaje principal de los partidos nacionalistas de Cataluña: lo español no tiene lugar en Cataluña, los españoles son colonos, hay que eliminar cualquier rastro de españolidad de Cataluña. Todo lo demás es variación en la intensidad o en el registro.


En 2014 Carme Forcadell dijo en un mitin que había partidos de Cataluña y luego estaban los partidos españoles en Cataluña. Se refería a Ciudadanos y al Partido Popular. “El resto es el pueblo catalán”, añadió. En 2014 Forcadell era presidenta de la Asamblea Nacional Catalana. En 2015, al año siguiente, fue elegida presidenta del Parlamento de Cataluña. No a pesar de sus palabras del año anterior, sino precisamente por ellas. Desde su posición como presidenta del Parlamento catalán participó en el intento de golpe de Estado perpetrado por los partidos nacionalistas catalanes. Antes del golpe, Colau, una de las políticas que hoy se sorprenden por el racismo de Sort, dejó dicho que desobedecerían las leyes que les parecieran injustas.

Así lo hicieron, y así lo volverán a hacer si pueden.

Claro que hay un racista en Junts. Es un conglomerado que lleva años dedicado a la limpieza cultural de Cataluña. En esa limpieza y en la difusión filosófica del golpismo político han participado todos los partidos nacionalistas que hoy señalan al tal Josep Sort, a quien lo único que realmente le podrían reprochar es demasiada pasión por lo suyo.

Hay un Otegi en mí

Otegi pertenece a un sector de Sortu dentro de un sector de Bildu, ha dicho alguien en tuiter.

Lo elevado es decir que lo que pasa en tuiter no tiene efectos en el mundo “real”, lo piense uno o no, y que ocuparse de tuiter es rebuscar en el basurero. Pero quien dice algo en tuiter, lo haya pensado o no, probablemente lo dirá también en otros canales. El clasificador de abertzales que nos ocupa tiene, además de tuiter, el canal que le ofrece eldiario.es. Es periodista. Y no es razonable pensar que su perfil de tuitero sea sólo un sector dentro del sector de periodista. Las ideas, que en realidad no suelen ser más que intuiciones adornadas, son siempre las mismas.

Toño Fraguas es ante todo persona, pero no anécdota. Representa una actitud compartida por muchas personas de izquierdas. Incapaces aún de asumir toda la propaganda de sus hermanos abertzales -«no sé qué frustraciones de malos perdedores del relato de una época violenta en Euskalherria felizmente concluida cinco años antes», escribía hace unas semanas otro periodista en Deia-, intentan reconducir el río hacia terrenos más amables. Es una tarea entre lo hercúleo y lo absurdo. Un espectáculo. Cientos de sísifos empeñados en empujar la roca colina arriba. Una roca falsa, de atrezzo, porque la roca real va a lo suyo, se encuentra a gusto en sus valles, contemplando los montes, sin internet, escribiendo cartas a mano a los presos de ETA.

Sortu, un sector dentro del corazón de un sector de los españoles de izquierdas, organizó hace unos meses un acto en Bilbao por “los presos”, que como sabemos son también un sector dentro de los presos en general. En ese acto Sortu incluyó un “Envío de cartas a presas y presos”.

Eso fue hace unos meses. Ayer El Mundo publicaba una noticia de Fernando Lázaro. Según la información, Arnaldo Otegi ha enviado cartas a varios presos de ETA para invitarles aprofundizar” en su “participación en este hermoso proyecto”. EH Bildu se encuentra en un proceso de reestructuración y expansión de la marca, y quieren enfatizar el papel de los “bilkides” -afiliados, simpatizantes, socios-, cuya importancia es al menos tan grande como la de los cuatro partidos que componen la coalición. Un artículo de los estatutos resume qué es exactamente la coalición de la que hablamos:

EH Bildu es un sujeto político con forma de coalición, estructuras de partido y naturaleza de movimiento.

Esto simplifica las cosas. EH Bildu no es ni un partido ni una coalición, aunque sea todo eso. EH Bildu es un sujeto político y un movimiento, en el que los socios asumen y toman las decisiones.

Hay un párrafo especialmente interesante en la carta a la que se refiere El Mundo, tan interesante que voy a citarlo en su totalidad:

EH Bildu surgió con el objetivo de constituirse en la casa común de todas las soberanistas e independentistas de izquierdas de nuestro pueblo. Durante estos años hemos demostrado que esa casa tiene sólidos cimientos. Cada vez somos más las personas que nos identificamos con este proyecto.

Las negritas son mías. Las palabras, no.
Las palabras significan que EH Bildu es la casa común de Arnaldo Otegi, Arkaitz Rodríguez, Oskar Matute, Jon Iñarritu, Bea Ilardia, Pernando Barrena, Bel Pozueta, de las Brigadas de Desinfección Antifascista y, cómo no, también de “los presos” (de ETA). Cuando se habla de sectores dentro de Sortu, que a la vez es un sector dentro de Bildu, no se menciona algo básico: todos ellos comparten lo esencial del movimiento. Una lectura concreta del terrorismo de ETA -conflicto-, una actitud concreta hacia los presos de ETA -apoyo y cariño- y una concepción concreta del pluralismo político -españoles, aquí no sois bienvenidos-.

No es que Otegi pertenezca a un sector de Sortu dentro de un sector de Bildu, sino que Bildu es un sector de la izquierda española. Y dentro de la izquierda española hay gente que no duda en marcar distancias con los peores, los inasumibles, y gente que no puede contener el impulso de prepararles unas aceitunitas y la habitación de invitados.

«Altsasu», notas. (Episodios 3 y 4)

EPISODIO 3

En la cárcel, un “preso vasco” defiende a Urko de un preso común. El lenguaje de EITB se va consolidando. Ayer daban la noticia de la excarcelación de Troitiño por motivos de salud. Troitiño en la web de EITB es «preso vasco» o «preso donostiarra». El de la serie es un «preso», simplemente. Y a diferencia de Troitiño no podemos saber qué tipo de preso es. En eso consiste la verdadera fuerza de la ficción, ante la que no cabe la mirada al registro, a los hechos.
El preso les defiende del hostigamiento de otro preso, y les dice que están a tiempo de disfrazarse para intentar que no los identifiquen en el reconocimiento.
Uno de ellos aparece con una camiseta del Real Madrid.
De Guti.

El jefe de la investigación, el villanísimo, era director general de la Guardia Civil. En el episodio 3 le han nombrado consejero independiente de Red Eléctrica. La guinda, el peor pecado, es la corrupción. Como en la vida real.
En el mismo telediario se oye de fondo “las declaraciones del presidente del Gobierno Mariano Rajoy”. Entre burdo y sutil hay un mundo enorme de verdes y azules.

La mujer le dice al guardia civil malo que no quiere que su hija nazca ahí. «No es sano». «¿Quieres que tu hija crezca en este ambiente?» La vida de los guardias civiles en los pueblos como Alsasua nunca puede ser buena, menos aún con hijos.
Como se ve, la serie se dirige a más de un perfil. Esto se dirige a los guardias civiles, aunque no sé cuántos verán la serie. Alde hemendik, si es por vuestro bien, porque os apreciamos.

Urko recibe una carta, la lee en la celda. El «preso vasco» está en la litera de arriba.
– ¿Novia?
– No, el abuelo.
– Qué suerte, a mí no me queda nadie ahí fuera.
– No pareces tan viejo.
– No tiene nada que ver con la edad, sino con lo que haces para que te encierren.
– Pero…
– Hey, hey, no preguntes demasiado.

Los creadores dejan parte de ese «preso vasco» a la imaginación, pero no mucho. ¿Qué será lo que hizo para que lo encerraran? Da igual, no es lo importante. Primero, porque es un preso humanizado. Les ayuda. Segundo, porque como dijo la madre de Urko, el personaje libremente inspirado en Bel Pozueta, estar en la cárcel o en la calle es «una lotería» cuando eres un joven vasco. Todos los vascos están «en el mismo saco».
Hay algo directamente ridículo en esa escena: si el «preso vasco» es lo que creemos, si está en la cárcel por algo que no puede nombrar… ¿quién se va a creer que no tiene a nadie ahí fuera? Tiene a cientos de personas esperándolo, con los aplausos, los pasillos, las antorchas y los homenajes preparados.

Sale el padre de uno de los acusados, pidiendo firmas en la calle, de apoyo a los «jóvenes del pueblo». Resulta que se lo está pidiendo a la madre de una de las víctimas reales, ignoradas en la serie. La pareja del guardia civil del tobillo roto.

– Lo siento, no me interesa.

– Bueno, esto nos incumbe a todos. ¿Es usted madre?

Los dos lados del conflicto, el sufrimiento en los dos bandos. También en esto. Y también en esto se iguala a los agresores y a los agredidos. Al menos en una primera impresión. Si se reflexiona un momento, es evidente que no se los iguala. Los que sufren en la serie son los agresores. Los agredidos, de hecho, no es que no sufran; es que no tienen derecho a sufrir, puesto que son los únicos que han hecho algo malo. Si no hay agresión, y en la serie no la hay, las únicas víctimas son «los jóvenes de Alsasua». Esta parte no está libremente inspirada en un hecho real. Esto es lo que los medios vascos, algunos partidos vascos y algunos medios y partidos del resto de España llevan afirmando desde que se produjo el hecho.

Conversación interesante en la calle entre Izaskun, la madre de uno de los acusados aún libres y «Bel Pozueta», la madre de Urko. La primera le agradece que haya dado la cara por ellos, que haya sido su portavoz. No es nada, me habéis dado fuerzas, etc. Pero la primera le dice que no deberían mezclarse con partidos políticos.

Todo es política, Izaskun. Y unos partidos políticos siempre han estado con nosotros, mientras que otros no.

Es fascinante. Meses, años hablando de la utilización política del caso, de la instrumentalización del sufrimiento de unos chavales, y resulta que la serie producida por ETB y TV3 transforma el caso en la lucha de EH Bildu por la justicia. «Bel Pozueta» es Bel Pozueta, la madre de Adur Ramírez de Alda.  Olatz, el personaje que en la serie adopta el rol de Bel Pozueta, porque ni siquiera permiten ese resquicio de verdad en la serie, los nombres, entrega la lucha de los padres a un partido político, su partido político. EH Bildu. No se menciona el partido en la serie, como tantas otras cosas. Pero ahí está.
Bel Pozueta, la de verdad, la madre de Adur Ramírez de Alda, fue candidata al Congreso por EH Bildu. Al segundo intento lo consiguió, y hoy es diputada por Navarra. Días antes de las elecciones que le dieron el escaño, eldiario.es le hizo una entrevista. Decía cosas como éstas:

Sobre el uso de la ikurriña en edificios públicos en Navarra:

Estamos llegando a unos extremos en que existe la vascofobia y, con esa fobia, estamos negando la identidad de muchos y muchas navarras y navarros.

Sobre el estudio del terrorismo de ETA en las escuelas, después de una pregunta general a la que responde que habría que hablar de todas las violencias y empezar como mínimo por el franquismo, la entrevistadora le dice que hay dos memorias en el programa, la histórica y la reciente:

Pero es que en la Memoria reciente también tendríamos que ver las consecuencias que nos vienen desde el Franquismo. Y tendríamos que ver también las expresiones de la violencia del Estado y las consecuencias que ha tenido. Tendríamos que hablar de violencias como la sexista o machista, de las violencias que generaron en su tiempo grupos como los GAL o el Batallón Vasco Español, de la violencia de la dispersión, de cómo se está utilizando la ley penitenciaria, que está generando víctimas en la carretera, y entre los propios presos que no están cerca de sus familiares. Si se quiere hablar de la expresión de la violencia de ETA, nos estamos olvidando de un espacio muy, muy amplio, en el que hay muchas víctimas, muchos sufrimientos y muchas consecuencias. También habría que hablar del caso Alsasua, y de que hay personas que han perdido ojos. Tendríamos que hablar de que hay personas que no han podido ver a sus familiares porque están a 500 kilómetros. Tendríamos que poner en las aulas a muchas personas que hablaran, es un abanico tan amplio…

Sobre ETA, específicamente ETA.

¿Condena, a día de hoy, el terrorismo de ETA?

A mí me llama la atención que en el 2019 todavía se haga esa pregunta.

Es que la siguen sin responder.

¿Qué se busca con esa pregunta? Estamos diciendo que hay violencias, que hay víctimas. EH Bildu, desde su nacimiento, ha planteado que desde el diálogo es como se tiene que resolver las cuestiones políticas, y que hay muchas víctimas, que hay muchos sufrimientos, y que lo que planteamos es una reparación de todas las víctimas, un reconocimiento de todas las víctimas. Más, no sé.

Parafraseando lo que dijo el lehendakari Urkullu a EH Bildu en su día. ¿Tanto cuesta decir que estuvo mal?

¿Qué estuvieron mal tantas cosas? Me encantaría que se abriera el foco y entonces hablaríamos de todo. ¿Qué interés hay en poner solo el foco en una historia?

Sobre la libertad de movimientos y sobre la libertad política en los pueblos controlados por su partido, EH Bildu:

Durante la campaña electoral anterior y durante estos meses, algunos partidos políticos como Vox, Ciudadanos o PP han ido a determinados pueblos y ciudades y se les ha recibido con escraches, en algunas ocasiones se ha dificultado incluso que se celebre el mitin. ¿Qué valoración hace al respecto? ¿Es legítimo?

A mí me parece que es una política carroñera la de ir a los lugares donde hay sufrimiento y donde hay una situación extrema a buscar votos. Vienen aquí, no para encontrar votos aquí, porque ni Vox ni Ciudadanos tienen fuerza aquí. Vienen para buscar votos en España y están buscando la confrontación. Están buscando que se les tire monedas, que se les grite para lograr la imagen, como también hizo Inda cuando fue a Altsasu con Casado y con Ana Beltrán. Lo mismo. Es una política carroñera, es falta de ética política y es no tener en cuenta a las personas que viven en esos lugares ni el sufrimiento que están teniendo esas poblaciones.

¿Dónde está el límite entre la libertad de expresión y el buscar esa confrontación?

Metafóricamente hablando, si a ti te dicen que hay perros sueltos por ahí, que de vez en cuando salen y que, además son muy rabiosos… O, yo qué sé, meterse en una jaula donde hay un león… Es que tengo derecho a meterme en la jaula del león. Vale, vale, todo el derecho tienes, pero métete. Ir a buscar esa confrontación, eso ya no es estar hablando del derecho a la libertad de expresión. ¿Legítimo? Pues vuelvo a decir, estás metiendo el dedo en la llaga de una herida y encima con vuelta y media para generar más dolor, para que quien sufre salga a la confrontación. Si quieres sentarte, siéntate, habla desde otros parámetros. Si quieres ir a esa ciudad o a esos pueblos, siéntate en una mesa. Plantea otro formato. No vayas en un autobús, invadas un pueblo y te vayas rápidamente solo para buscar confrontación.

Esto es Bel Pozueta, esto es EH Bildu, esto es la libertad que los que están en el mismo saco, los de «ideologías distintas», ofrecen a los que se niegan a meterse en ese saco. Y esto es lo que la televisión pública vasca glorifica, edulcora, defiende, disfraza o niega que exista una y otra vez.  La izquierda abertzale vasca es Bel Pozueta, es todo lo que dice en esa entrevista y todo lo que dice en foros con menos luz. Los padres de los «chavales de Alsasua» decidieron integrarse en ese mundo, en parte porque ya estaban integrados en gran medida. Sus hijos, «apolíticos», participaban en una jornada que muestra el odio y el asco a personas que trabajan en la Guardia Civil y a sus familiares. Ni un reproche. Ni un intento de que dejen atrás ese odio. El reproche, la llamada al arrepentimiento, se dirige a quienes denuncian ese entorno. En la serie y en la vida real. En eso consiste exactamente la ficción de ETB: una admonición dirigida a quienes se atreven a denunciar, a romper la ley del silencio.

Volvemos a la serie, aunque en realidad lo importante ya ha aparecido.

Vuelve a salir la pareja del del tobillo roto, siempre es lo más interesante. Habla con otro chaval que estuvo allí y lo vio todo, sus padres vinieron en la misma época desde Ecuador, le dice que se siente abandonada, que él vio las agresiones. «Había mucha gente a la que no conocía».
– Tú viste cómo nos agredieron.
– Esto se ha salido de madre, algunos llevan casi un año en la cárcel.
– Y yo llevo un año tomando pastillas para poder dormir.
No hay más, fin de la conversación. El amigo de la víctima llega hasta ahí, y sólo hasta ahí. La víctima, a partir de ahí, se queda sola.

No vimos la agresión, pero sí vemos a los padres de dos de los chavales con el chaval ecuatoriano, que estuvo allí. Le preguntan, antes de que comience su declaración. Ni Ekhi ni Jonmi participaron en lo-que-pasó. Ekhi estaba con él, habían ido a ver qué pasaba, y Jonmi llegó más tarde, ni siquiera estaba en el bar. No muestran la agresión, pero ya está el testigo para que lo veamos a través de él. No la agresión, pero sí quiénes no participaron en la no agresión.

EPISODIO 4

Preparando la abogada a Urko para el juicio.
– Te van a preguntar si sueles participar en el Ospa Eguna.
– Como la mitad del pueblo.

Pero Altsasu es un pueblo acogedor y todo eso, le hacen decir a la suegra de uno de los guardias civiles. Hay pintadas constantes, insultos y acoso a personas que trabajan en la Guardia Civil, pero el vasco es noble y el pueblo es acogedor. Si te olvidas de algunos detalles, claro.

Áitor, en la declaración:
– Si mi discusión con el teniente generó los hechos, lo lamento.

¿Qué hechos? Sólo hemos visto un guardia civil con un tobillo roto y apenas cuatro gritos en el bar.

Otra cosa llamativa. Durante el juicio dos dicen ser apolíticos, uno incluso dice que es bastante ignorante en política. «La mitad del pueblo participa en el Ospa Eguna».
En el fondo no mienten. No lo consideran política, sólo una expresión festiva. Y la presencia de guardias civiles en el pueblo es una anormalidad, un golpe a la convivencia.

Qué naturalmente nobles, generosos y felices seríamos los vascos si se fueran todos los que con su mera presencia nos impiden ser vascos, es decir, nobles, generosos y felices. Éste es el mensaje de fondo.

Éstos son algunos de los momentos de «Altsasu», la serie que emitió ETB1 en euskera y que el próximo lunes emitirá TV3. Es una serie que refleja muy bien el ambiente político y social de los pueblos que no han sabido o no han querido librarse del atavismo nacionalista. Es una serie que refleja muy bien hasta qué punto los nacionalistas convierten todas las herramientas de una democracia en herramientas contra los valores centrales de una democracia. La verdad, la justicia, la ley, el espacio público neutral, la tolerancia. Nada de eso tiene valor si permite la existencia del enemigo. Es el enemigo el que miente, el que es injusto, el que lo contamina todo y el que nos odia. La televisión pública vasca no refleja el odio que existe en su, en nuestra comunidad, odio del que es responsable en buena parte, sino que lo cubre con una toalla y presenta un despojo que a la vez encarna el odio imaginado y justifica el odio real, el que se intenta esconder. Su mensaje es que son «ellos» los que nos quieren echar, son «ellos» los que no quieren entendernos, son «ellos» los que no tienen sitio entre nosotros. Pero «ellos» somos también nosotros, aunque la televisión pública vasca, la segunda fuerza política del País Vasco y buena parte de los agentes culturales nos quieran hacer creer lo contrario. «Ellos» no son colonos, fascistas, franquistas, invasores, intolerantes, buitres, inadaptados, enemigos de la convivencia y la democracia; «ellos» somos nosotros. Los hijos de inmigrantes castellanos, los padres que vinieron aquí a vivir o a trabajar, los que hablan en la lengua que quieren y los que querrían que sus hijos pudieran aprender en la lengua que dominasen, los que compran El Mundo, El País o el ABC y lo llevan bajo el brazo, los que votan a partidos no nacionalistas y lo dicen. Los periodistas, policías, jueces, guardias civiles, militares, barrenderos, profesores, tenderos, taxistas, concejales; los de aquí de toda la vida, los de aquí desde hace poco tiempo y los que vendrán y se irán cuando quieran.
Estamos todos en el mismo saco, sí. Tenía razón «Bel Pozueta». Ya es hora de que empiecen a entender qué es lo que significa realmente. Las «Bel Pozueta» de ficción, la propia Bel Pozueta y su partido, la televisión pública vasca y todos los que se empeñan en que una parte de nosotros sigamos siendo «ellos».

«Altsasu», notas. (Episodio 2)

EPISODIO 2

Una frase que enlaza con aquella del primer episodio, en la segunda escena, cuando un guardia civil dice «Si no les gusta ser españoles, que se larguen».

– Por qué nosotros. Por qué somos nosotros los que tienen que irse.

Lo dice Urko, el que en el Ospa Eguna salía gritando “Alde hemendik”. Bueno, en realidad salía sólo bebiendo cerveza y silbando al coche de la Guardia Civil, porque sólo se le ve gritando a Aitor. Aitor parece que es el único que grita a la Guardia Civil -ni un insulto, salvo por el acontecimiento en el bar-, aunque fuera de plano, cuando vemos el jeep, se escuchan más voces entonando el «Alde hemendik». En la jornada no hay odio, ni siquiera humillación; sólo fiesta. Y Urko, a quien la serie ya situó inequívocamente fuera del incidente, aquí deja salir no el odio, sino la impotencia. «Por qué somos nosotros los que tienen que irse». La serie juega con la idea de que en realidad es la Guardia Civil la que está empeñada en echar de Alsasua a los vecinos de Alsasua. Es un relato «libremente inspirado» en un hecho real.

Hacia el 15:30 el director de la Guardia Civil habla con el director de un periódico.

– Qué, ¿cerrando la edición? No, por teléfono no, mejor quedamos para comer. Tranquilo, lo vas a poder sacar en portada. A cuatro columnas.

Será el de “Te debía una” del episodio anterior. Los buitres, V.

Raúl -el malo- habla con la mujer, que está incómoda en Alsasua.

– Si no hay Alsasua no hay playa.

La idea está clara, es una idea conocida para el espectador medio. Unos, las víctimas, los chavales del pueblo, tienen que irse de Alsasua porque los acosan. Otros, los guardias civiles, usan Alsasua para poder irse a donde realmente quieren. Pisan Alsasua durante unos meses, se podría decir libremente inspirados, y cuando ya han cumplido su misión la abandonan.

Un detalle menor, que al final son los que importan. Cuando Urko habla con su novia sobre irse de Alsasua lo hace entre besos y abrazos, puro amor. Son jóvenes, idealistas, inocentes y del pueblo. Raúl, el guardia civil, habla con violencia. No hacia su mujer, porque tal vez sería demasiado burdo, pero sí violencia en los gestos. Habla con odio desde la primera escena

18:05, abuelo de Urko.

– Vosotros no habéis hecho nada, Urko.

– Ni falta que hace. Tienen un altavoz enorme para contar lo que quieran.

Habría que preguntarse hoy, a punto de que se estrene la miniserie también en TV3, quién tiene el altavoz. Quién lo tuvo desde el primer momento.

Reunión de afectados. El radical, Aitor, el que provoca la “pelea” no vista:

– No estamos solos. El pueblo está con nosotros.

Y así es. El pueblo, Alsasua, está y estuvo mayoritariamente con ellos. Y el Pueblo, en general. ETB1 con esta miniserie se encarga de que siga siendo así, de que sea aún más fácil para ellos saber que están en el lado correcto del odio.

Esa reunión es la escena clave del episodio, probablemente. Han contratado a “Leire”, en el episodio anterior. Se intuía qué tipo de abogada era, y ahora se confirma.
Una madre, a otra, la más activa, probablemente Bel Pozueta, en la serie la madre de Urko:

– ¿Estamos seguros de que es una buena decisión? ¿Leire Oskia no es de la izquierda abertzale?

– Por eso, precisamente.

– ¿Precisamente? ¿No estamos autoinculpándonos al elegirla a ella?

– Pues a mí no me lo parece.

(… hablan ahora sobre la necesidad de aclarar quién no estuvo implicado).

– Pero Jon no participó.

(«Bel Pozueta», que en la realidad fue candidata y ahora es diputada en el Congreso por EH Bildu) – Bueno, eso a ellos les da igual, Izaskun. Es una lotería*. Y todos estamos en el mismo saco**. Y por eso es necesario ir todos a una y hablar con una sola voz. Sé que aquí estamos gente de ideología distintas***. Pero como no nos pongamos de acuerdo en unos mínimos lo tenemos claro.

*: Esto es lo que se decía siempre sobre los «presos», y lo que se sigue diciendo ahora: era una lotería. Le tocaba al que le tocaba, independientemente de que hubieran hecho algo o no. Aquí llevamos años conviviendo con gente -segunda fuerza política- que ha ido minando la confianza en el sistema judicial, en su totalidad. Que a un vasco lo metieran en la cárcel era una lotería. Un chaval que salía los sábados a tomar algo y a ligar y otro que salía a quemar cajeros, da lo mismo; «es una lotería».

**: Y si es una lotería, todos estamos en el mismo saco, claro. El que sale a ligar y el que quema un cajero. El que se queda estudiando y el que escribe una carta amenazante a un concejal. El que va a ver una película al cine y el que vuelca contenedores en el Casco Viejo. El que se pregunta cada día si será un buen padre, un buen hijo, una buena persona y el que espera ser algún día un héroe del pueblo como Etxebarrieta o García Gaztelu. Todos en el mismo saco. Todos los buenos vascos, claro. Los otros ya se sabe que son malos, cobardes o egoístas.

***: si es una lotería, es evidente que en el saco habrá gente de ideologías distintas. Y así es: hay nacionalistas de izquierdas, nacionalistas de izquierdas que aceptan conscientemente la violencia, nacionalistas conservadores, nacionalistas totalitarios y simples amantes de la cultura vasca, es decir, apolíticos. En eso consiste el pluralismo dentro del saco.

Seguimos.

Sale la suegra del guardia civil bueno, en el Hogar del jubilado. Quien le trae los tomates es el abuelo de Urko, el que no estaba allí, somos nosotros los que se tienen que ir, etc. El abuelo ya ha quedado acreditado como buena persona, porque es la segunda vez que le lleva tomates.

– Siento lo de tu hija. Nadie se merece que le peguen.

– ¿Los policías tampoco?

– Nadie.

Empieza el porno sentimental. El abuelo le pide lloroso que hable con su hija, que no son unos terroristas.

– El mal ya está hecho.

Eso es lo que responde la madre, también llorosa. Le invita al café. El sentimiento de culpa (de la madre de la «víctima») casi se puede saborear. Es la madre de la pareja del guardia civil que tiene un tobillo roto, de una hija que no puede dormir, y es ella la que se siente culpable.

Siguiente escena, uno de los acusados en clase de algún arte marcial. Es profesor. Ve que una niña, al fondo, está rara. No sigue la clase.

– ¿Qué te pasa?

– Estoy enfadada contigo. ¿Eres un terrorista?

Inspirada libremente etc.

La madre de Isabel, la del guardia civil bueno, el que se rompió un tobillo.

– Tienes que hacer algo, hija. Esto se está yendo de las manos.

– ¿Y qué quieres que haga?

– No lo sé, pero ése del que hablan no es nuestro pueblo.


La hija ni siquiera dice algo sobre lo que sufrieron, la agresión, los gritos, las amenazas, el desprecio. Como si los cuatro fueran parte de un gran engaño, como si la agresión eludida no hubiera sido una aportación de los creadores de la serie, sino precisamente lo que (no) pasó en realidad.
La madre, el personaje de la madre, insiste en esa idea esencialista del pueblo. No es posible el mal en Alsasua. No es posible el odio en el pueblo del Alde hemendik.

– Salir con un guardia no podía traer nada bueno.
Sigue la conversación. Gota a gota. La madre ya había avisado en el primer episodio: «Con la de chicos guapos que hay en el pueblo».

– Ayer hablaban de mí en el súper. “Una es de fuera, la putita del teniente es de aquí. ¿Llevar toda la vida en Altsasu para que es que ni siquiera sepan tu nombre?

Eso es lo relevante, al parecer. Que no se saben su nombre. Como si fuera una cuestión de memoria o de indiferencia, y no de odio.

Mientras madre e hija hablan, se oye un ruido. La máquina de bolas del bar está fuera, en el suelo, abierta, las bolas rodando. Se cayó sola, también. El viento. O el pueblo, que reacciona ante la injusticia. Tampoco lo sabemos. Pero los creadores deciden mostrarlo, para insistir en la imposibilidad de asignar agencia a los actos. Hay cosas que sí se asocian al actor -las mentiras del director de la guardia civil, el asentimiento del guardia civil en la mentira, el amor de la madre por el pueblo- y cosas que pasan.

– ¿Alsasua? Un poblacho de mala muerte. (El director de la Guardia Civil, en el coche, por teléfono. De él podemos ver, porque los creadores de la serie deciden mostrarlo, todo lo que piensa. Incluso una risa maléfica, de desprecio).

Al final del segundo episodio sí nos muestra la serie cómo sufren los chavales. Porque son unos críos, y lloran, en la cárcel se pasa mal. Un guardia civil aparece con un tobillo roto, no se ve nada más. Quién se lo rompe, si hay insultos, nada. Con los chavales hay música sentida y lágrimas, sueños rotos e impotencia, sufrimiento. Y, sobre todo, hay personas concretas que causan ese sufrimiento, de manera consciente.

«Altsasu», notas. (Episodio 1)

EPISODIO 1

Casi lo primero que se ve: buitres. Después uno de los familiares explicará la relevancia del plano. Y el espectador, incluso el no especialmente sagaz, sabrá quiénes son los buitres en la serie.

La segunda escena ya va al meollo. La primera ha servido para mostrar la metáfora. Los buitres. En la segunda vemos el contexto que envuelve al hecho central que, al contrario que la metáfora, no se mostrará. Un vehículo de la Guardia Civil para a un vecino de Alsasua, un joven. Se ha saltado un stop. Uno de los agentes, el sargento, deja salir su odio. En la miniserie sobre Alsasua el odio parte de los agentes de la Guardia Civil, a pesar de que son ellos quienes aguantan una jornada dedicada exclusivamente a insultarlos, a reírse de ellos y a pedir que se marchen del pueblo.

El sargento le pide el DNI. El vecino dice que ya es la tercera vez que lo paran esa semana.

– Nombre… Áitor.

La tilde es importante. El sargento dice “Áitor” en lugar de “Aitor”. Son incapaces de decirlo bien, por ignorancia o por maldad. De hecho, éste será el desencadenante de la escena omitida: la pelea deslizada, la agresión inexistente. Inexistente porque ya se ve lo buenos chavales que son, incluso la madre de una de las víctimas dice más adelante, antes del hecho, que “Altsasu es un pueblo maravilloso, muy acogedor”. ¿Cómo unos chavales del pueblo iban a ser capaces de cometer una agresión contra agentes de la Guardia Civil, a quienes dedican constantemente mensajes diciendo que se vayan, que no los quieren en el pueblo?

En esa segunda escena hay un salto interesante al final del numerito del DNI. El sargento llega a “País”. Le pide al joven que lo diga él. El otro agente, teniente, le dice que lo deje marchar.

–  “Que se jodan. Si no les gusta ser españoles, que se larguen”.

Esto ya en la segunda escena del primer episodio. Son los guardias civiles los que dicen “que se larguen”.

El padre de uno de los jóvenes explica lo de los buitres. Llevan un tiempo sobrevolando el pueblo. Mala señal; cuando no tienen nada que comer se acercan a ver si pillan algo. Esto se entenderá mejor hacia el final del episodio. Aunque se entiende desde el principio, son muchos años: los buitres son los medios, la policía y el propio Estado español, que buscan algo que llevarse a la boca. 

Aitor y otra joven del pueblo hablan amistosamente. De fondo, una mujer saluda a los guardias civiles, incluso se detiene a hablar con ellos. El joven -el de la multa de la segunda escena- pierde el hilo de la conversación; una vecina está hablando con dos agentes de la Guardia Civil, en la calle, de día. Debe de ser algo impactante para él. “¿Conoces a esa chica?”, pregunta a la otra chavala, que también será acusada de participar en el hecho envuelto en misterio. “No. Y nunca entenderé cómo a algunos les gustan tanto los uniformes”. La mujer resulta ser la novia de uno de los guardias civiles. Tenía en ese momento 19 años. Pero “los chavales de Alsasua” fueron siempre los otros. 

En otra escena, la chica le cuenta a su madre que se ha echado un novio en el pueblo. La madre, que no es del pueblo -es ecuatoriana- no está tranquila. Sabe lo que eso supone.

– Un guardia… con la de chicos guapos que hay en el pueblo. 

Los guardias civiles limpian la pintada de “Alde hemendik” que les han dejado, esta vez en lo que parece una pequeña iglesia. Me acuerdo de que aquí las policías locales y la Ertzaintza dicen que las pintadas dependen del equipo de limpieza de los ayuntamientos. En Alsasua directamente las limpian los agentes de la Guardia Civil.

La chica habla con su pareja, que es el guardia civil “bueno”. Hay que empatizar con ellos también, pero sin pasarse.

– Estoy harto ya. Yo sólo quiero ayudar. Cómo hacer entender a esta gente que
– A ver, a ver. No paras de quejarte porque dices que no te entienden. Pero es que tú tampoco haces nada por entenderlos.
– ¿Cómo?
– Pues que la mayoría de esta gente no se siente española, Carlos. Y vosotros no hacéis más que recordárselo. Es que si te dieras cuenta de lo que eso significa para ellos, quizás todo sería más fácil, ¿no?

La premisa y excusa de la serie -y del proceso en la vida real- es que no había odio. Los guardias civiles hacían vida normal sin ningún problema. Aun así, la novia de uno de ellos le explica el contexto, que parece difícilmente compatible con la normalidad. Y con la permanencia de los agentes en el pueblo, porque claro, su presencia les incomoda en lo más profundo de su identidad.

Se ve el Ospa eguna. Ambiente festivo, claro. Dónde está el odio, que yo lo vea. Apenas un “Alde hemendik” suave suavecito.

22:17, de momento el diálogo más importante. Escena anterior, Ospa eguna, se para el coche en el frontón, “Alde hemendik”, ningún insulto. Los dos guardias civiles lo dejan pasar, hablan después con unas cervezas.

El “malo”: De verdad que no entiendo cómo no hemos hecho nada.

El “bueno”: Aún tienes que conocer esto, Raúl. No es tan simple. El año pasado intervinimos para llevarnos las carrozas y al final tuvimos que cargar.

– ¿Y? ¿Por qué no lo hemos vuelto a hacer este año? Carlos, que se estaban riendo de nosotros en nuestra cara.
– A ver, Raúl, se trata de mantener un equilibrio, una convivencia (!). Pero aquí es muy frágil.

La convivencia se mantiene si a los del “Largaos de aquí” se les deja hacer. Si los guardias civiles pasan de puntillas. Resulta familiar.

Escena siguiente: el “malo” arranca carteles de Ospa, solo, de noche. Le puede -a él sí- el odio.

Otra mujer, otro guardia civil, escena doméstica. Esta vez  es el guardia civil “malo”.

– ¿Aquí es donde quieres ser padre, Raúl? Estoy un poquito hartita de estos cuarteles.
– Por eso estamos aquí, aquí las cosas van rápido. Tres añitos en Alsasua y podremos elegir el destino que tú quieras.

Les ha invitado el teniente a cenar al bar de su suegra (la otra pareja, “el bueno”).

– ¿Y es seguro que salgamos por aquí, de noche?
– Sí.

Curiosamente el guardia civil “malo” es el nuevo. El doblemente forastero, el doblemente no integrado.

La cena. La madre de la novia del teniente, inmigrante:

Altsasu es un pueblo maravilloso. Muy acogedor. El vasco es noble. Al principio les cuesta, eh. Pero después son amigos tuyos para toda la vida. Para que os hagáis una idea, cuando te conocen te dicen “urte askotarako”, que quiere decir para muchos años.
La miniserie, explica la web de ETB, está libremente inspirada en un hecho real. También se podría decir que está realmente inspirada porque el hecho es libre. 

Después de la cena proponen ir a tomar una copa. La mujer del “malo” tiene miedo. El “bueno” dice que lleva un año ahí y nunca ha tenido ningún problema.

En cuanto llegan al Koxka le cae un hielo al “malo”. Nadie lo ha tirado. Lo deja pasar.

Llega el chaval conflictivo. El de la multa, “Áitor”.

– Con ese tipo de gente mañana vas a tener que desinfectar el bar, ¿eh?

Se lo dice al dueño del bar, que está tras la barra. (Reminder: “Aquí la convivencia es muy frágil”).

– Tengamos paz, eh. (El dueño).

– ¿Qué se piensan esos hijos de puta? (El radical, “Áitor”, a otro cliente que estaba en el bar, refiriéndose a los guardias civiles. Ese cliente también resultará condenado por participar en la agresión lo que quiera que pasara).

– Ese de ahí me ha puesto tres multas (insiste).

– Mejor nos marchamos (el “bueno”).

– ¿Tienes algún problema? (el “malo”, dirigiéndose a Aitor)
– ¿Qué dices? Que no te oigo, ¿que dices? (Aitor al “malo”, mientras se acerca).

– Mucha cara tenéis vosotros, os pasáis la semana crujiéndonos a multas y qué venís aquí, ¿a reíros de nosotros?

Ya está establecida la causa de fondo, el motivo de la pelea de bar, de la agresión eludida: un supuesto exceso de celo en las multas de tráfico.

Interviene el guardia civil “bueno”: “Áitor, por favor, mantengamos la calma”.

– ¿Qué has dicho?
– Márchate, hazme el favor.
– ¿”Áitor”? “Áitor” tu puta madre, subnormal.

Multas y una persistente incapacidad de decir el “shibolet” local, el motivo real de la no-agresión. También el alcohol, claro. Lo del Ospa, “largaos de aquí”, los insultos que tampoco aparecen, todo eso en realidad va por otra parte, no influyó en lo que pasó, pasó. Es una corriente subterránea del pueblo, una costumbre local sin efectos reales. Un odio latente pero también festivo.

Y llegamos a la no-escena.

Aparece otro chaval, se acerca al guardia civil “malo”. Cualquiera diría que los están rodeando -a dos guardias civiles y a sus parejas, cuatro en total-; cualquiera lo diría, menos los creadores de la serie, porque en la serie no hay nada de eso. La camarera avisa al dueño, que está en el almacén: “Beñat, kanpoan” (“en la calle”, “fuera”). En la calle, porque dentro del bar no ha pasado nada. Y en la calle en realidad tampoco, a ojos de los creadores. Lo siguiente que vemos es al dueño, que no ha visto nada. Lo vemos en la calle, donde el “bueno” tiene la pierna mal. El dueño pide a los espectadores que llamen a una ambulancia, que traigan hielo. Los espectadores permanecen impasibles. No va con ellos.

Se llevan detenido a Aitor. ¡Si no ha hecho nada! Y claro, algunos jóvenes pierden la calma. Tampoco nada serio. Nada de las amenazas que se recogen durante el juicio. Los actores intentan poner voz de achispamiento, pero incluso bajo los efectos del alcohol se comportan como testigos profesionales, casi peritos: por qué os lo lleváis, ése de ahí (el guardia civil “malo”) se ha metido en una pelea, por qué no lo detenéis.

La madre de uno de los chavales, Urko, el otro protagonista, le dice si sabe algo. Urko está en casa, en la cama, y no sabe nada porque se había ido antes del no-hecho, como dijo la defensa y como la serie decide mostrar (esto sí; esto no se deja a la interpretación del espectador). “Por lo que dice la tele es el jefe de un  comando. No sé, palizas, una emboscada”.

Los buitres, II.

El “bueno” (el informe ante su superior, en la cama del hospital):

– Se estaban desafiando el uno al otro y la cosa se iba calentando. Me metí a calmar el ambiente y llamé al Áitor (á) por su nombre pensando que eso lo tranquilizaría. Ahí empezó a desmadrarse todo.
– ¿Temiste por tu vida?
– No (con la cabeza).
– Temiste por tu vida.
– (Asiente).
Buitres, III.

Interrogatorio del director de la Guardia Civil a “Áitor”. El chaval sigue con lo de las multas. Al final no era odio, hostilidad omnipresente cultivada desde la infancia; al final era por las multas.

Escena final, el director de la Guardia Civil, al que se le ha visto mentir (en esto no hay posibilidad de error, interpretación, versiones opuestas: la verdad, aquí única, es que miente, manipula, inventa).

– Oye, ¿te acuerdas de que te debía una? Pues tengo un regalo para ti, con lazo y todo.

Los creadores podrían haber vuelto a meter la primera escena (IV), pero no hace falta. Está todo claro.

Precisiones sobre ETA, el ambiente político en el País Vasco, el acercamiento, el «conflicto» y los «presos».

 

1. ETA ya no existe. 

No existe como organización terrorista, no dirige una organización política, no controla los movimientos políticos y sociales de la gente que justifica lo que fue y lo que hizo ETA.
Existen homenajes a etarras presos o fallecidos, hay dirigentes políticos que fueron condenados por pertenecer a ETA, hay presos de ETA en las cárceles a quienes mucha gente en el País Vasco trata como héroes, y sobre todo hay un partido político, EH Bildu, que sigue fomentando y organizando un culto civil a ETA y a sus miembros, condenados por crímenes muy graves contra la convivencia en general y contra personas concretas.

2. Los efectos de la labor terrorista de ETA aún existen.

Aún hay un miedo localizado a posicionarse políticamente en el País Vasco, aún hay coacciones sistemáticas contra aquellos a los que la izquierda abertzale considera invasores o no integrados cuando intentan hacer política en el País Vasco, y desde luego hay factores más profundos y complicados de mostrar que han configurado un ambiente social y político en el País Vasco muy beneficioso para los nacionalistas, especialmente para los nacionalistas de izquierdas, y muy perjudicial para los no nacionalistas, especialmente para los no nacionalistas de derechas. ETA no existe, pero sus efectos en la sociedad vasca son reales.

3. Puede haber violencia política en el País Vasco a pesar de que ETA ya no exista.

La hay. Desde insultos hasta acoso en actos públicos, pasando por lanzamiento de objetos a simpatizantes de determinados partidos políticos no reconocidos por la izquierda abertzale. La violencia política organizada en el País Vasco la sigue ejerciendo mayoritariamente, se podría decir que en exclusiva, la izquierda abertzale. Pero la izquierda abertzale, a pesar de que justifique lo que hizo ETA, no lo rechace, idolatre a los presos de la banda terrorista o pida la amnistía para ellos, no es ETA. Porque ETA ya no existe.

4. Hay que decir de lo que es, que es. Y de lo que no es, que no es.

Si ETA ya no existe, entonces atribuir a ETA, en presente, todos los males políticos que aún existen hoy en el País Vasco supone desviar la atención de esos males políticos, y permite que esas denuncias sean vistas como exageraciones, manipulaciones, invenciones, mentiras o engaños. Porque de hecho, esas denuncias concretas, si parten de la idea de que ETA aún existe, son exageraciones, manipulaciones, invenciones, mentiras o engaños. Y no hay que preguntarse si detrás de esas denuncias hay buenas o malas intenciones. Da lo mismo. El efecto del engaño en la descripción de la realidad es nefasto, y además la realidad no se ajusta al engaño. Si hay fenómenos graves que merecen ser denunciados, lo correcto es denunciarlos en sus términos justos y precisos. Sin eliminar pero también sin añadir nada. Por una cuestión de principios y, de manera secundaria, si es que es necesario, por una cuestión de utilidad. Ninguna denuncia que se apoye en mentiras o exageraciones, aunque sean bienintencionadas, va a tener éxito. Al menos las denuncias que no cuentan con un gran aparato mediático y político detrás.

5. El alejamiento no tiene justificación ni sentido si ETA ya no existe.

No tiene justificación porque su objetivo, igual que el de la dispersión, era dificultar la cohesión interna del colectivo de presos de ETA. Hoy existen presos de ETA, pero no existe ETA. Que ETA no exista no significa que los crímenes que han cometido individuos concretos que formaban parte de ETA hayan desaparecido. Por lo tanto, a los presos de ETA habría que tratarlos como a cualquier persona que haya participado en las actividades de una banda terrorista desaparecida. Asesinatos, secuestros, información para el asesinato. Cada uno de los presos de ETA tiene un historial concreto, además de un hecho compartido: todos y cada uno de ellos decidieron participar en una banda que cometió crímenes por motivaciones políticas. Reconocer que el alejamiento ya no tiene sentido no supone un premio, un beneficio o un privilegio para los presos de ETA. Al contrario, supone reconocer que el tratamiento a los presos de ETA no es excepcional ni vengativo; todos ellos merecen el tratamiento que debe recibir alguien que ha decidido participar en los atentados de una banda terrorista. Ni más ni menos.

6. La mayor parte de quienes hoy defienden el acercamiento no defiende solamente eso.

Sare, la principal organización en defensa del acercamiento y del fin de las “políticas penitenciarias de excepción” -la “solución definitiva a la cuestión de los presos”-, ha dejado claro en más de una ocasión que su objetivo es “vaciar las cárceles”. También lo han hecho en más de una ocasión los dirigentes de EH Bildu. Por lo tanto, quien pide junto a Sare y EH Bildu el fin del alejamiento y la dispersión para los presos de ETA no está pidiendo solamente eso. Está pidiendo que se trate a los presos de ETA de manera excepcional, que se les otorgue -ahora sí- un privilegio. El acercamiento es sólo el paso previo al objetivo final, la excarcelación temprana de todos los “presos vascos relacionados con el conflicto”. Después de varios años y de varias explicaciones de Sare y de EH Bildu es difícil pensar que en el País Vasco haya alguien que no sepa cuál es el objetivo de Sare y de EH Bildu respecto a los presos de ETA.

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7. No hubo conflicto, ni hubo dos bandos.

Hubo, durante varias décadas y en un país democrático, una banda terrorista que cometió asesinatos, secuestros y otros crímenes con el objetivo de amedrentar a una parte de la población para que se inhibiera de participar en política. En ese sentido, la banda terrorista tuvo éxito. Y contó con el apoyo de una parte importante de la población vasca y con un movimiento político que adoptó siglas distintas a lo largo de los años. Finalmente, la banda fue reducida a un estado casi absoluto de inoperatividad por el trabajo policial, y se disolvió hace algunos años. Frente a ellos estuvo el Estado, porque era su trabajo, y una parte de la sociedad civil, porque entendía que era su deber. Muchas de esas personas, del Estado y de la sociedad civil, fueron enterradas porque ETA siempre consideró el asesinato una herramienta política legítima. Hubo violencia del Estado contra los miembros de ETA, sí. La mayor parte de esa violencia fue legítima y necesaria. Redadas, arrestos, incautaciones, controles, vigilancia, respuestas a tiroteos, privación de libertad. Es el trato que cualquier Estado debe dispensar a quienes cometen o están dispuestos a cometer crímenes de extrema gravedad.

Una parte menor de esa violencia del Estado fue ilegítima. Torturas, secuestros y asesinatos de personas correcta o incorrectamente identificadas como miembros de ETA. Da igual que esas identificaciones se ajustaran o no a la realidad; en ningún caso está justificado el uso de la violencia ilegítima por parte del Estado.
Esa violencia ilegítima, que supuso sólo una parte de la violencia contra ETA, se produjo desde un grupo terrorista, los GAL, creado y financiado bajo un Gobierno del PSOE. Sus principales responsables, o al menos los responsables que fueron condenados, cumplieron condenas breves. 


Cuando el Estado y la sociedad civil combaten legítimamente a una banda terrorista no hay conflicto, sino aplicación de las leyes y de la virtud cívica. En un país democrático el conflicto político se desarrolla principalmente en los parlamentos, y sus agentes principales no son asesinos ni mercenarios, sino activistas o líderes sociales y políticos.
Lo que hubo en el País Vasco durante muchas décadas fue un empeño sostenido e intenso de una banda terrorista por eliminar a una gran parte de la población de la vida pública, mediante la eliminación directa de una parte significativa y destacada de la población. Y este empeño sangriento tuvo el apoyo de una parte también significativa y destacada de la población vasca. Muchos de quienes apoyaron ese empeño son los que hoy saldrán a pedir “derechos humanos” y el fin de las políticas penitenciarias de excepción para los que cometieron asesinatos políticos, y gritarán durante las manifestaciones que todos esos asesinos salgan de la cárcel, como si además de ETA también hubieran dejado de existir sus crímenes.

Americana: el listón y las facturas

Algunos apuntes apresurados.

Finalmente cayó Trump, dice hoy el mundo en vilo, aliviado. Sin impeachment ni enmienda 25. Al menos formalmente. Hay un mundo de checks and balances encerrado en ese “formalmente”, pero el énfasis y la hipérbole son esdrújulas muy plásticas. Lo que no se mira no ha pasado. Y el fin justifica los atajos y las prisas.

Trump ha supuesto, ante todo, una sorpresa. La reacción en muchos espectadores fue la incomprensión, más que la condena. Cómo alguien así podía haber llegado a la presidencia de los Estados Unidos. Otros lo vieron desde el principio como una inevitabilidad histórica, las condiciones materiales, etc. Una especie de determinismo marxista posmoderno, si es que algo así es posible. Llevábamos tantos años soportando la degeneración de la democracia y las universidades que algo así tenía que pasar. Vale, era arrogante, ignorante y malhablado, pero como los intérpretes más imaginativos de Marx decían, Trump era necesario en los dos sentidos del término. Era inevitable y vulnerable, y había que defender los frutos de su revolución cultural ante los ataques de la élite.
Por último, hubo quienes también desde el principio introdujeron el determinismo en el análisis. Era fascista. Y si no lo era en acto, lo era en potencia. ¿La estética, las políticas, los referentes? No parece que fuera por eso. ¿Las ideas? Je. Entonces, ¿de dónde venía esa prisa por categorizar el trumpismo como fascismo?
Imagino que Trump era justamente lo que nuestro propio determinismo blando, el cerebral, nos decía que era. Fascista, salvador, incógnita.

Lo de ayer en el Capitolio parece dar la razón a quienes identificaron trumpismo con fascismo ya en 2016. Creo que acertaron del mismo modo que aquel trumpista pretrump cuando predijo los resultados de las presidenciales de 2016. Y creo que la aventura de llamar fascista a Trump en 2016 era principalmente una cuestión estética, algo visceral. Personalmente creo que es alguien con serios problemas de carácter y de percepción de la realidad, y esto es bastante grave en un presidente de Gobierno, especialmente si le lleva a no rodearse de gente más capaz. Creo que cuando Trump “acierta” en su análisis del ambiente político y social, acierta del mismo modo que un reloj parado. Trump ha surgido en un ambiente político, social e intelectual degradado. Algunos dicen que su irrupción ha servido para exponer y combatir ese ambiente, y que estos cuatro años han supuesto un equilibrio en la fuerza. Es posible que en realidad ocurra lo contrario. Al lado del asalto de ayer al Capitolio, protagonizado por un actor disfrazado de indio -¡apropiación cultural!- y otros secundarios no menos pintorescos, la cultura woke, la cultura de la cancelación y la cultura de los espacios seguros en la universidad quedarán como una anécdota. “¿No ves que todo eso fueron invenciones de Trump?”.
Y en cierto sentido sería normal que ocurriera. En el asalto al Capitolio, por debajo de la enfática muerte de la democracia hubo una muerte real. Y al parecer, otras tres no identificadas, debidas a emergencias médicas alrededor del tumulto. La cadena causal entre las palabras de los líderes y los actos de la turba.


Lo que es evidente es que Trump no es la causa de la degradación americana. Probablemente ni siquiera es su culminación. Es un accidente histórico, una contingencia. Como todo y como todos, salvo que seamos marxistas de la rama mesiánica sin saberlo. Trump ganó las elecciones en una cultura que había aceptado la mentira como una manera de corregir la realidad. En una cultura que no sólo cuestionaba la palabra “realidad”, sino que denunciaba que la palabra era en sí misma fascista. Y Trump se va sin haber desmontado esa cultura. Al contrario, ha canalizado un equivalente opuesto. No una cultura realista, racional y rigurosa, sino una reacción histérica, tribal y victimista. En esto no podemos decir que haya sorpresa. Y no por los signos de los tiempos, sino por los signos de la mente humana, que no ha experimentado grandes cambios.

Ayer hubo paralelismos inevitables. Cómo no iba a haberlos, si los protagonistas se empeñaron en comentar los acontecimientos como si su pasado reciente no hubiera existido. Desde el Ministro del Poder Popular para  Relaciones Exteriores de Venezuela hasta líderes del procés, todos invocando el orden social, condenando la violencia y lamentando el populismo y la agresión a las instituciones democráticas.
Y ayer también comenzaron las facturas. Hay gente que apoyó a Trump, o lo que significaba Trump, y nunca hay que dejar pasar la oportunidad de ejercitar el dedito. Imagino que será tendencia durante un par de días, porque aquí hemos venido a hacer la virtue signalling. Todos. En mayor o menor medida, lo sepamos o no. En cuanto nos descuidamos se nos levanta el dedito. Ahora bien, no deja de ser un espectáculo ver levantar el dedito precisamente a los que llevan años levantando el puño para saludar a Fidel Castro. Algunos de ellos lucen hoy la insignia de un ministerio en el Gobierno de España. Los menos afortunados se conforman con pasear sus referentes sabiendo que no tendrán que pagar facturas sociales. Al contrario, es posible que su defensa de la dictadura les permita en un futuro cercano pagar facturas de las de verdad desde algún despacho público.

«Pasó lo que pasó»

En diciembre de 2020, hace unas semanas, el diario Berria publicó una entrevista a Josu Urrutikoetxea. En mayo de 2019 hubo un acto en Miravalles (Ugao), el pueblo de Josu Urrutikoetxea. Fue un acto pequeño. Para denunciar el culto en pueblos como Miravalles a personas como Urrutikoetxea, para homenajear a las víctimas o para hacer campaña política. Las tres son opciones compatibles, las tres son opciones no sólo legítimas sino necesarias. En el acto Maite Pagazaurtundua pidió un minuto de silencio por las víctimas de Josu Ternera y de sus compañeros de banda. La sirena que nos había acompañado desde que llegamos siguió sonando, los insultos se escuchaban de manera aún más clara. Hay víctimas y víctimas. Gestos y gestos. Tal vez algún chaval del equipo de fútbol más cercano a Miravalles hincara la rodilla en algún partido hace unos meses porque some lives matter más que otras, sobre todo si esas víctimas están lejos y si recordarlas nos regala una gratificación social y no una incomodidad también social. Días antes del acto, vecinos de Miravalles reunidos en asamblea popular decidieron escribir y repartir un pasquín en el que se pedía al resto de los vecinos y a los comerciantes que bajaran sus persianas en señal de rechazo a quienes venían a “alterar la paz y la convivencia” del pueblo. Al finalizar el acto, a modo de remate, la «Brigada de Desinfección Antifascista» de Sortu apareció para limpiar el suelo que habíamos pisado. Andoni Ortuzar denunció la barbaridad que suponía «estigmatizar a un pueblo entero por una persona que nació allí», y añadió que «Ugao es un pueblo sano».

En el recorrido hasta el frontón en el que se desarrolló el acto se vieron numerosas pegatinas con la cara de Urrutikoetxea acompañada de dos frases cortas: “Maite zaitugu” y “Josu askatu”. “Te queremos” y “Libertad para Josu”.

Buena parte de la prensa y de los partidos políticos regionales y nacionales cuestionaron la oportunidad del acto. Las pegatinas, los insultos, la sirena o la asamblea popular lo tomaban por tanto como algo normal, liviano. La convivencia que había que salvaguardar era justamente esa. Era justamente eso. Porque todo eso no es nada más que la cara B de una convivencia que consiste en callar y en no mirar, y en dejar que los que empapelan las calles de sus pueblos -de nuestros pueblos- con las caras de Urrutikoetxea, García Gaztelu o Bienzobas sigan haciéndolo sin denuncias y sin campañas que expongan lo que hacen y lo que son.

Vamos con la entrevista a Urrutikoetxea en Berria, el único medio en euskera medianamente relevante en el País Vasco. Me centraré en tres o cuatro párrafos.

1. 

11 lagun hil zituen ETAk han; bost haur. Zer eragiten dizu horrek? Orain desberdin ikusten al da?

Distantziatik beti gauzak beste era batera ikusten dira. Biolentzia sekula ez da, nire irudiz, helburua izan erakundearentzat, erakunde politiko bat zelako, borroka armatua egiten zuena, baina tresna politiko bezala. Bortxa erabiltzea ez da sekula helburu bat. Erabiltzen duenak badaki —eta, kasu honetan, etsaiak ere bai— kalteak egon daitezkeela, eta erakundea beti saiatu zen albo kalte horiek ekiditen. Eta hori oso zaila da. Bueltaezinezko kalteak larriak dira denentzat. Ni betidanik kezkatu nau horrek, eta hori sentitu dut barru-barruan. Eta bigarrenik, kuartelei buruz ari garenez, erakundeak 1980ko hamarkadan behin baino gehiagotan argi utzi zuen ez zituela soilik eurak [guardia zibilak] helburutzat hartuko, baita kuartelak ere, horrek suposatzen zuenarekin. Gertatu zen gertatu zena eta inork nahi ez zuena.

Traducción:
(Están hablando sobre el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza).

ETA mató allí a 11 personas; cinco de ellas niños. ¿Qué te provoca eso? ¿Hoy se ve de otra manera?

Desde la distancia las cosas siempre se ven de otra manera. La violencia nunca ha sido, en mi opinión, el objetivo de la organización, porque era una organización política, que hacía la lucha armada, pero como una herramienta política. Usar la violencia nunca ha sido un objetivo. El que la usa sabe -y, en este caso, los enemigos también- que puede haber daños, y la organización siempre ha intentado evitar esos daños colaterales. Y eso es muy difícil. Los daños irreversibles son graves para todos. A mí siempre me ha preocupado eso, y lo llevo muy dentro de mí. Y en segundo lugar, ya que estamos hablando sobre los cuarteles, la organización en la década de los 80 dejó claro en más de una ocasión que no los tendría sólo a ellos como objetivos, sino también a los cuarteles, con todo lo que ello implica. Pasó lo que pasó y lo que nadie quería.

2.

Jende batek esan izan du orduan hasi zela ETArekiko babes sozialaren galera bizkortzen, hildakoak zibilak ere izaten zirelako.

Jendeak baino gehiago, mundu mediatikoan erabiltzen den argudioetako bat da hori. Erakundea aspaldi desagertuko zen, baldin eta ez balitu izan Euskal Herrian eta kanpoan elkartasuna, laguntza eta inplikazioa. Segituan ateratzen dituzte bateria guztiak terrorismo esaten diotenaren inguruan. Terrorismo hitza zaku handi bat da, non zernahi sar daitekeen. Inork ez du erabili estatuak bezainbeste.

Traducción: 
(Están hablando sobre el “salto” que da ETA en los 80, los coches bomba, para provocar “daños colaterales”).

Hay gente que dice que fue en ese momento cuando la pérdida de apoyo social a ETA se aceleró, porque los muertos también eran civiles.

Más que la gente, eso es uno de los argumentos que se usan en el mundo mediático. La organización habría desaparecido hace mucho tiempo si no hubiera tenido, en Euskal Herria y en el exterior, solidaridad, ayuda e implicación. Enseguida sacan todas las baterías contra lo que llaman “terrorismo”. La palabra “terrorismo” es un saco grande, en el que se puede meter cualquier cosa. Nadie la ha usado tanto como el Estado.

3. 

ETAk 774 pertsona hil zituen, hark 2018an aitortu zuenez.

Bortxa tresna gisa erabiltzen delarik, guk bezala tresna politiko gisa helburu politikoak lortzeko, zoritxarrez atzeraezinak diren ondorioak ekartzen ditu. Behin Langraizko espetxetik [EAEko] parlamentura nindoala ertzainen kotxe batean, esan nion ertzain bati: «Zer uste duzu, gatilloa zapaltzen duenak plazer hartzen duela ala?». Hori pentsatzen badu, oker dago. Kontua da bortxa erabiltzean, nahiz eta helburua garbi izan, latza dela ondorio hori, eta hori betidanik sentitu dut.

Traducción:

ETA mató a 774 personas, tal y como reconoció en 2018.

El uso de la violencia como herramienta, como nosotros, para conseguir objetivos políticos, por desgracia trae consecuencias irreversibles. Una vez que iba desde la cárcel de Langraiz (Nanclares) al Parlamento [vasco] en el coche de la Ertzaintza, le dije a un ertzaina: «¿Qué crees, que el que aprieta el gatillo lo disfruta? ». Si piensa eso, está equivocado. La cuestión es que al usar la violencia, aunque el objetivo sea limpio (claro), la consecuencia es grave, y eso lo he sentido así desde siempre.

4. 

Nahikoa nazio kontzientzia ba al dago?

Gure geroa egingo dugu poliki-poliki, horrek ez nau kezkatzen. Kezkatzen nauena euskararen egoera da, euskararen erabilera. Denon ardura da, baina, batez ere, gazteena, haiek datozelako atzetik. Zeberion frankismoan kanpotik zetozenek ere euskaraz jakiten bukatzen zuten, baina 2002an hara bilkura batera joan nintzenean, eskolatik jolasera atera ziren haurrak gazteleraz hasi zirela ikusi nuen. Noski ikusten dela gogo bat nazioa eraikitzeko, baina eraikitzea praktika bat da.

Traducción:

¿Hay suficiente conciencia nacional?

Construiremos nuestro futuro poco a poco, eso no me preocupa. Lo que me preocupa es la situación del euskera, el uso del euskera. Es responsabilidad de todos, pero, sobre todo, de los jóvenes, porque ellos son los que vienen detrás. En Zeberio, durante el franquismo, también los que venían de fuera terminaban sabiendo euskera, pero cuando en 2002 fui allí a una reunión, vi que los niños que salían de la escuela a jugar empezaban a hablar en castellano. Claro que se ve que hay ganas de construir una nación, pero construir es una práctica.

Cuatro párrafos que ponen en contexto la reacción comunicativa que se produjo en mayo de 2019 en Miravalles, el pueblo de quien da esas respuestas en una entrevista. La asamblea popular, el pasquín con instrucciones a los vecinos, la performance en el pasillo de la vergüenza y en los puntos de control, la sirena y los insultos. Y especialmente, entre todas esas palabras y todas esas frases, ponen en contexto el “Maite zaitugu”, “Te queremos”.

Ponen en contexto un “Te queremos” dirigido a quien dice que en los 80 ya habían dejado claro que el objetivo no eran sólo los guardias civiles sino los cuarteles, con todo lo que implicaba. En el caso al que se refiere, lo que implicaba fueron cinco niños, que se cuentan por separado y se destacan porque lo de los guardias civiles era otra cosa, claro. Y también pone en contexto las reacciones habituales en buena parte de la prensa, el culto a la convivencia al que se han entregado no pocos políticos y periodistas. Una convivencia que incluye, hay que recordarlo, el culto al terrorista.

Ponen en contexto todo eso, pero nada de eso es algo nuevo. Ni el contexto, ni las palabras ni los hechos de Ternera, ni el culto a la convivencia. Y a pesar de todo seguimos perdiendo el tiempo traduciendo y comentando todo esto. Tal vez porque en los últimos tiempos se ha producido un fenómeno que sí podría ser nuevo, al menos en un sector sociopolítico de España: hablar de las “distintas sensibilidades” en el entorno de la izquierda abertzale, que son los que ofrecían solidaridad, ayuda e implicación y los que ahora ofrecen aplausos, cariño y relato. Lo que ahora está de moda es hablar de las sensibilidades en EH Bildu, la izquierda abertzale política. Tal vez después de esta entrevista comencemos a leer que en ETA también había distintas sensibilidades. O quién sabe si el mensaje se lanza definitivamente hacia su última fase, hacia la sensibilidad del etarra: el que apretaba el gatillo no disfrutaba.

Y así todo estará perdonado.