«Altsasu», notas. (Episodio 2)

EPISODIO 2

Una frase que enlaza con aquella del primer episodio, en la segunda escena, cuando un guardia civil dice «Si no les gusta ser españoles, que se larguen».

– Por qué nosotros. Por qué somos nosotros los que tienen que irse.

Lo dice Urko, el que en el Ospa Eguna salía gritando “Alde hemendik”. Bueno, en realidad salía sólo bebiendo cerveza y silbando al coche de la Guardia Civil, porque sólo se le ve gritando a Aitor. Aitor parece que es el único que grita a la Guardia Civil -ni un insulto, salvo por el acontecimiento en el bar-, aunque fuera de plano, cuando vemos el jeep, se escuchan más voces entonando el «Alde hemendik». En la jornada no hay odio, ni siquiera humillación; sólo fiesta. Y Urko, a quien la serie ya situó inequívocamente fuera del incidente, aquí deja salir no el odio, sino la impotencia. «Por qué somos nosotros los que tienen que irse». La serie juega con la idea de que en realidad es la Guardia Civil la que está empeñada en echar de Alsasua a los vecinos de Alsasua. Es un relato «libremente inspirado» en un hecho real.

Hacia el 15:30 el director de la Guardia Civil habla con el director de un periódico.

– Qué, ¿cerrando la edición? No, por teléfono no, mejor quedamos para comer. Tranquilo, lo vas a poder sacar en portada. A cuatro columnas.

Será el de “Te debía una” del episodio anterior. Los buitres, V.

Raúl -el malo- habla con la mujer, que está incómoda en Alsasua.

– Si no hay Alsasua no hay playa.

La idea está clara, es una idea conocida para el espectador medio. Unos, las víctimas, los chavales del pueblo, tienen que irse de Alsasua porque los acosan. Otros, los guardias civiles, usan Alsasua para poder irse a donde realmente quieren. Pisan Alsasua durante unos meses, se podría decir libremente inspirados, y cuando ya han cumplido su misión la abandonan.

Un detalle menor, que al final son los que importan. Cuando Urko habla con su novia sobre irse de Alsasua lo hace entre besos y abrazos, puro amor. Son jóvenes, idealistas, inocentes y del pueblo. Raúl, el guardia civil, habla con violencia. No hacia su mujer, porque tal vez sería demasiado burdo, pero sí violencia en los gestos. Habla con odio desde la primera escena

18:05, abuelo de Urko.

– Vosotros no habéis hecho nada, Urko.

– Ni falta que hace. Tienen un altavoz enorme para contar lo que quieran.

Habría que preguntarse hoy, a punto de que se estrene la miniserie también en TV3, quién tiene el altavoz. Quién lo tuvo desde el primer momento.

Reunión de afectados. El radical, Aitor, el que provoca la “pelea” no vista:

– No estamos solos. El pueblo está con nosotros.

Y así es. El pueblo, Alsasua, está y estuvo mayoritariamente con ellos. Y el Pueblo, en general. ETB1 con esta miniserie se encarga de que siga siendo así, de que sea aún más fácil para ellos saber que están en el lado correcto del odio.

Esa reunión es la escena clave del episodio, probablemente. Han contratado a “Leire”, en el episodio anterior. Se intuía qué tipo de abogada era, y ahora se confirma.
Una madre, a otra, la más activa, probablemente Bel Pozueta, en la serie la madre de Urko:

– ¿Estamos seguros de que es una buena decisión? ¿Leire Oskia no es de la izquierda abertzale?

– Por eso, precisamente.

– ¿Precisamente? ¿No estamos autoinculpándonos al elegirla a ella?

– Pues a mí no me lo parece.

(… hablan ahora sobre la necesidad de aclarar quién no estuvo implicado).

– Pero Jon no participó.

(«Bel Pozueta», que en la realidad fue candidata y ahora es diputada en el Congreso por EH Bildu) – Bueno, eso a ellos les da igual, Izaskun. Es una lotería*. Y todos estamos en el mismo saco**. Y por eso es necesario ir todos a una y hablar con una sola voz. Sé que aquí estamos gente de ideología distintas***. Pero como no nos pongamos de acuerdo en unos mínimos lo tenemos claro.

*: Esto es lo que se decía siempre sobre los «presos», y lo que se sigue diciendo ahora: era una lotería. Le tocaba al que le tocaba, independientemente de que hubieran hecho algo o no. Aquí llevamos años conviviendo con gente -segunda fuerza política- que ha ido minando la confianza en el sistema judicial, en su totalidad. Que a un vasco lo metieran en la cárcel era una lotería. Un chaval que salía los sábados a tomar algo y a ligar y otro que salía a quemar cajeros, da lo mismo; «es una lotería».

**: Y si es una lotería, todos estamos en el mismo saco, claro. El que sale a ligar y el que quema un cajero. El que se queda estudiando y el que escribe una carta amenazante a un concejal. El que va a ver una película al cine y el que vuelca contenedores en el Casco Viejo. El que se pregunta cada día si será un buen padre, un buen hijo, una buena persona y el que espera ser algún día un héroe del pueblo como Etxebarrieta o García Gaztelu. Todos en el mismo saco. Todos los buenos vascos, claro. Los otros ya se sabe que son malos, cobardes o egoístas.

***: si es una lotería, es evidente que en el saco habrá gente de ideologías distintas. Y así es: hay nacionalistas de izquierdas, nacionalistas de izquierdas que aceptan conscientemente la violencia, nacionalistas conservadores, nacionalistas totalitarios y simples amantes de la cultura vasca, es decir, apolíticos. En eso consiste el pluralismo dentro del saco.

Seguimos.

Sale la suegra del guardia civil bueno, en el Hogar del jubilado. Quien le trae los tomates es el abuelo de Urko, el que no estaba allí, somos nosotros los que se tienen que ir, etc. El abuelo ya ha quedado acreditado como buena persona, porque es la segunda vez que le lleva tomates.

– Siento lo de tu hija. Nadie se merece que le peguen.

– ¿Los policías tampoco?

– Nadie.

Empieza el porno sentimental. El abuelo le pide lloroso que hable con su hija, que no son unos terroristas.

– El mal ya está hecho.

Eso es lo que responde la madre, también llorosa. Le invita al café. El sentimiento de culpa (de la madre de la «víctima») casi se puede saborear. Es la madre de la pareja del guardia civil que tiene un tobillo roto, de una hija que no puede dormir, y es ella la que se siente culpable.

Siguiente escena, uno de los acusados en clase de algún arte marcial. Es profesor. Ve que una niña, al fondo, está rara. No sigue la clase.

– ¿Qué te pasa?

– Estoy enfadada contigo. ¿Eres un terrorista?

Inspirada libremente etc.

La madre de Isabel, la del guardia civil bueno, el que se rompió un tobillo.

– Tienes que hacer algo, hija. Esto se está yendo de las manos.

– ¿Y qué quieres que haga?

– No lo sé, pero ése del que hablan no es nuestro pueblo.


La hija ni siquiera dice algo sobre lo que sufrieron, la agresión, los gritos, las amenazas, el desprecio. Como si los cuatro fueran parte de un gran engaño, como si la agresión eludida no hubiera sido una aportación de los creadores de la serie, sino precisamente lo que (no) pasó en realidad.
La madre, el personaje de la madre, insiste en esa idea esencialista del pueblo. No es posible el mal en Alsasua. No es posible el odio en el pueblo del Alde hemendik.

– Salir con un guardia no podía traer nada bueno.
Sigue la conversación. Gota a gota. La madre ya había avisado en el primer episodio: «Con la de chicos guapos que hay en el pueblo».

– Ayer hablaban de mí en el súper. “Una es de fuera, la putita del teniente es de aquí. ¿Llevar toda la vida en Altsasu para que es que ni siquiera sepan tu nombre?

Eso es lo relevante, al parecer. Que no se saben su nombre. Como si fuera una cuestión de memoria o de indiferencia, y no de odio.

Mientras madre e hija hablan, se oye un ruido. La máquina de bolas del bar está fuera, en el suelo, abierta, las bolas rodando. Se cayó sola, también. El viento. O el pueblo, que reacciona ante la injusticia. Tampoco lo sabemos. Pero los creadores deciden mostrarlo, para insistir en la imposibilidad de asignar agencia a los actos. Hay cosas que sí se asocian al actor -las mentiras del director de la guardia civil, el asentimiento del guardia civil en la mentira, el amor de la madre por el pueblo- y cosas que pasan.

– ¿Alsasua? Un poblacho de mala muerte. (El director de la Guardia Civil, en el coche, por teléfono. De él podemos ver, porque los creadores de la serie deciden mostrarlo, todo lo que piensa. Incluso una risa maléfica, de desprecio).

Al final del segundo episodio sí nos muestra la serie cómo sufren los chavales. Porque son unos críos, y lloran, en la cárcel se pasa mal. Un guardia civil aparece con un tobillo roto, no se ve nada más. Quién se lo rompe, si hay insultos, nada. Con los chavales hay música sentida y lágrimas, sueños rotos e impotencia, sufrimiento. Y, sobre todo, hay personas concretas que causan ese sufrimiento, de manera consciente.

Deja un comentario