Dos escenas de la humanidad

Veo en Twitter algo interesante. Una escena que pueda servir como legado de la humanidad. Quien escribe el tweet elige la escena final de Senderos de Gloria. Además del ejercicio, la escena en sí también es muy interesante. No la recordaba. La escena más recordada de la película de Kubrick es la del diálogo en la celda y la cucaracha. O el travelling en el que vemos a Kirk Douglas recorriendo las trincheras.
No recordaba la escena final, y cuando termino de verla no sé qué me parece. Al principio pensaba que era un mensaje contra “nuestros” bárbaros. En mitad de la guerra contra los bárbaros alemanes, los franceses asisten a un espectáculo en una taberna. Una joven alemana es presentada como un trofeo de guerra. Representa todo lo malo de aquellos contra los que luchan, y los franceses dejan salir todo lo malo de aquellos a los que han puesto a luchar. Hasta ahí habría sido una escena pesimista, o realista, sobre lo que encierra la humanidad y sobre nuestros límites. Pero la escena no termina ahí. Dax vence el asco y se queda unos segundos más. La joven alemana comienza a cantar y los bárbaros franceses comienzan a amansarse. El desprecio por la joven da paso a otra cosa. ¿La música es capaz de alejarnos de nuestra naturaleza de bestias? Esto sería un mensaje terriblemente infantil.
Creo que la escena me parece tramposa. Creo también que es necesario que haya películas que muestren no sólo la naturaleza bestial de lo humano, sino la posibilidad de alejarse de ella. Pero deben hacerlo “bien”. La súbita reconversión motivada por una canción me parece algo muy fácil y muy falso. Aunque es lo que Kubrick elige mostrar, y Kubrick no está escribiendo un tratado sobre la naturaleza humana, sino sólo una película.

Después de verla me acuerdo de otra película y de otras escenas. Me acuerdo de “Matar a un ruiseñor”. No creo que sea la mejor película de la historia, creo que es una de las mejores obras de la humanidad. En ella vemos a las bestias. Y vemos que las bestias no están condenadas a ser bestias. Vemos cómo una niña acerca a las bestias a lo humano mediante la inocencia y la vergüenza. Hace lo que el logos de Atticus no habría conseguido: evita un linchamiento y sobre todo evita que unos seres humanos caigan aún más. No lo habría conseguido el logos, y probablemente tampoco lo habría conseguido la fuerza de un Tom Doniphon. No al menos la interrupción de la caída. Tal vez habría conseguido evitar el linchamiento, que es sin duda lo más grave, pero Tom Doniphon no habría conseguido alejar a esos seres humanos de su peor naturaleza. Ni Atticus Finch o Ransom Stoddard mediante la ley y la razón, ni Tom Doniphon mediante la fuerza y el miedo: es Scout, mediante la vergüenza. Y no la belleza de una canción que sale de la boca del otro, como en Senderos de Gloria.

No es la belleza, es el sentimiento de vergüenza.
Hay algo en esto que merecería ser cierto. Que haya en nosotros algo en lo que está escrito qué es el bien y qué es el mal, o al menos qué es correcto y qué es inaceptable, y que no haya sido escrito por nadie, ni por Dios ni por los hombres. Y que haya personas capaces de acceder a ese fondo común y despertarlo para desactivar nuestra peor naturaleza, ésa que convive junto a esta otra.
Hay una parte de ficción en todo esto, no sólo en la película. No hay, en rigor, una naturaleza buena y una mala. La naturaleza mala, la del miedo, el odio y el impulso agresivo canalizado de una u otra manera es probablemente lo que permitió que nuestra tribu no fuera devorada por las bestias. Y la naturaleza buena, que no dependería de mecanismos como la admiración o el respeto sino en realidad de algo mucho menos noble, la vergüenza, es lo que permitió que nuestra tribu pudiera aspirar a ser algo más que una tribu de bestias.
Nos avergüenza lo que debería avergonzarnos. Nos avergüenza que una niña pregunte por nuestros hijos, sus amigos, mientras nos dirigimos a linchar a un hombre al que consideramos una bestia. Y es algo maravilloso.
Es algo de una belleza extraña, algo ante lo que tal vez no quepa admiración u orgullo, puesto que si esto es así es porque el azar y la selección natural “han decidido” que seamos así.
Ésta es la cuestión: que estemos “programados” para sentir vergüenza es lo que nos permite que podamos decidir no ser sólo bestias.