¿Los herederos de ETA?

Mertxe Aizpurua aseguró en la última reunión de la Junta de Portavoces del Congreso que su grupo no tolerará que sigan refiriéndose a ellos como los “herederos de ETA”. Su grupo es EH Bildu, cuyo coordinador general es Arnaldo Otegi. EH Bildu es una coalición política de partido único, se podría decir. Sortu fue desde su fundación el partido de verdad, el que recogía el testigo de Batasuna, y a ellos se unieron comparsas como Aralar, ya disuelto; Alternatiba, escisión de Ezker Batua-Berdeak, que a su vez fue una escisión de la sección vasca de Izquierda Unida; y Eusko Alkartasuna, marca histórica en el País Vasco que llevaba varios años sumida en la irrelevancia y que hoy, tras algunos años de lucha interna, parece que ha abrazado definitivamente su papel de comparsa.
Sortu es, por tanto, el partido que representa hoy a la izquierda abertzale en el País Vasco. Su secretario general es Arkaitz Rodríguez, quien tomó el relevo de Arnaldo Otegi en 2017.

Ambos, Rodríguez y Otegi, estuvieron en 2017 en Galdácano para honrar la memoria de Kepa del Hoyo, preso de ETA fallecido en la cárcel por un infarto mientras hacía deporte. El pueblo apareció ese 5 de agosto decorado con pancartas y carteles de agradecimiento a Del Hoyo y a todos los ‘gudaris’ que, como él, “lo dieron todo por el pueblo”. Kepa del Hoy dio, concretamente, información para que ETA asesinara en febrero de 1997 al policía Modesto Rico Pasarín. Recoger información de posibles objetivos era parte de sus tareas como miembro del Comando Vizcaya. Compañeros de la banda terrorista usaron la información que proporcionó Del Hoyo para colocar una bomba en el coche del policía. Cuando explotó la bomba su cuerpo salió despedido y chocó contra el muro de un colegio. Unos meses después el comando colocó otra bomba en el coche de otro policía, Daniel Villar. En este caso la bomba no hizo que saliera despedido del coche, sino que el coche comenzase a arder, con Daniel Villar en su interior. Kepa del Hoyo fue condenado como autor de ese asesinato.
Rodríguez y Otegi, representantes de la izquierda abertzale, cumplieron con su trabajo el 5 de agosto de 2017. Su presencia ese día en Galdácano no fue ocultada, ni fue incoherente. Acudieron a un acto en el que la izquierda abertzale quiso reivindicar la vida y obra, es decir, la vida y las muertes, del etarra Del Hoyo. El propio Rodríguez dio un discurso tras las palabras de Peru Del Hoyo, hijo del etarra fallecido. El secretario de Sortu dijo que “Se lo debemos a nuestros hijos, la paz y la libertad, la victoria”. Después una mujer, probablemente madre de algún preso, leyó los nombres de los etarras del pueblo que aún estaban en prisión. Jon Bienzobas Arretxe, Jon Crespo Ortega, Leire Etxeberria Simarro… Así hasta llegar al último: Xabier García Gaztelu, más conocido como Txapote. Quienes se habían reunido en la plaza, los representados de Otegi y Rodríguez, aplaudían mientras se leían los nombres.

Cuando se intentan justificar expresiones como “los herederos de ETA” se suele mirar al pasado. Arnaldo Otegi, por ejemplo, fue miembro de ETA, y fue condenado por el secuestro de Luis Abaitua. Mertxe Aizpurua, la portavoz de EH Bildu que la semana pasada afirmaba que no iban a seguir tolerando esa expresión, no sólo fue redactora de Egin sino que fue condenada a un año de prisión por apología del terrorismo tras publicar en Punto y Hora una entrevista a José Manuel Alemán, que había sido parlamentario de Herri Batasuna y cuyo hermano José Javier había fallecido cuando manipulaba explosivos dentro de un coche. El hermano del entrevistado se había integrado en ETA, y en la revista Punto y Hora, dirigida por Aizpurua, se calificaba a José Javier como “gudari”; a él y a todos los “militantes de ETA caídos en la lucha por la liberación de Euskadi”. El ejemplar de esa semana –23 de septiembre de 1983, el número 320– llevaba en portada el Gudari Eguna, y unas páginas antes de la entrevista aparecía un editorial titulado “Gaurko gudariak”, los gudaris de hoy. En él la directora Mertxe Aizpurua reivindicaba no sólo la memoria de los gudaris, sino la necesidad de que siguieran derramando su sangre, pero especialmente la de sus enemigos, en “la guerra de Euskal Herria contra España”.

Sin duda es interesante el pasado, pero hay que distinguir entre el pasado y los discursos sobre el pasado. Los discursos sobre el pasado que se hacen hoy no son pasado, sino presente. El pasado de Arnaldo Otegi y Mertxe Aizpurua está ligado al terrorismo y a ETA, sí, pero eso no es lo relevante. Lo relevante es que su presente también, mediante sus actos, sus homenajes y sus discursos. Desde los envíos de cartas a presos que organiza Sortu hasta los mensajes de dirigentes de EH Bildu cada vez que un etarra sale de prisión, sin olvidar el mensaje de fondo cuando se pronuncian sobre la historia reciente del País Vasco, y sobre su papel en esa historia. Hace unos meses, en diciembre de 2020, la portavoz de EH Bildu pronunciaba estas palabras en el Congreso.

No tenemos duda de que por cada paso que demos recibiremos más ataques. Lleva décadas siendo así. Pretenden que desistamos, pretenden doblegarnos. Pues sinceramente les digo a estas fuerzas reaccionarias agazapadas en los poderes del Estado, a los jueces, a los militares, a los ultras, a los medios de comunicación del régimen, a ese régimen del 78, que no; que no conocen a la izquierda independentista vasca. Que no vamos a renunciar a nuestro camino hacia la justicia social, la paz y la libertad de nuestro pueblo por mucho que nos ataquen. Que vinimos aquí a frenarles, a sacarles de la ecuación política, y que en ello vamos a seguir, porque para su desgracia cada vez somo más y más decisivas. (…) Desistan, porque ni pudieron, ni podrán.


La palabra clave es “décadas”, y la idea clave es que “vinimos aquí a frenarles, a sacarles de la ecuación política”.

ETA desapareció. Esto no puede ser objeto de discusión. Pretender continuar hoy la denuncia de todo lo que hace la izquierda abertzale desde la premisa de que ETA aún existe, de que la izquierda abertzale está al servicio de ETA, es no haber entendido nada. No era ETA la que dirigía a la izquierda abertzale, sino que fue la izquierda abertzale la que creó a ETA, la que la apoyó y permitió que siguiera existiendo hasta que ya no fue necesaria. El objetivo de la izquierda abertzale era, efectivamente, sacar de la ecuación política a quienes consideraban enemigos de Euskal Herria. Tuvieron mucho éxito en esa tarea. A unos los sacaron en un féretro, otros se marcharon cuando aún podían decidir el medio de transporte y muchos más optaron por el silencio. ETA ya no existe, pero la lucha es la misma: sacar de la ecuación política a los enemigos de Euskal Herria. Hoy no necesitan enviar a un Del Hoyo o un Txapote porque saben que la fase del terror ya fue superada, dio sus frutos, configuró un mapa y un clima político propicios para la izquierda abertzale, y ahora basta con el acoso y las amenazas de baja intensidad para recordar quién manda y quién debe callar. A veces desde la calle, como cuando Sortu pide a sus fieles que “planten cara” en actos de partidos políticos como Ciudadanos, PP o Vox, y a veces desde los parlamentos, como cuando EH Bildu registró una proposición no de ley para que el Parlamento Vasco exigiera a los partidos políticos considerados extranjeros que no pisaran suelo vasco en la campaña para las elecciones generales de 2019.

No es el pasado de Otegi y Aizpurua lo que los retrata, sino el presente; no es lo que hicieron y dijeron, sino lo que aún hacen y dicen. Por eso cuando el secretario general de la UGT invita a Arnaldo Otegi a un congreso del sindicato y celebra su asistencia, o cuando el PSOE pone su firma junto a EH Bildu en unos presupuestos y en un “Manifiesto en favor de la democracia”, no es al pasado lejano donde debemos dirigir la mirada, sino al presente. Son «los herederos de ETA» porque han recibido los frutos de su trabajo, sí; a todos nos ha tocado una parte en esa herencia. Pero no son simplemente «los herederos de ETA».
Son mucho más que eso, son algo peor que eso.

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