Un fascista, un fantasma del pasado

Mientras escribía un texto sobre la buena costumbre de no hacer política con lo posible sino, en todo caso, con lo probable, he leído que la Policía había identificado al autor de la amenaza contra la ministra Reyes Maroto. El viernes llegó un sobre con una navaja al Ministerio de Industria. En el sobre había una navaja con manchas rojas –posiblemente sangre, llegaron a decir en los medios-, recortes de capturas de Twitter y palabras sin sentido. Y un par de detalles sin demasiada importancia: el nombre y la dirección de la persona que había enviado el sobre.
Esta mañana el sobre se fue de gira. Adriana Lastra, portavoz del Grupo Socialista en el Congreso y Vicesecretaria general del PSOE, detenía un momento el mitin de campaña. Un hombre se le acerca y le deja algo sobre el atril. Lastra se dirige a los asistentes. Rostro serio, tono solemne. «Me acaban de pasar una nota, y es que a todo delito de odio lo precede un discurso de odio«. ¿Será que la nota incluía ya la frase, como una galleta de la suerte, o le dio tiempo a reflexionar y a preparar un comentario durante esos pocos segundos? Continúa Lastra. «Me acaban de hacer llegar que nuestra compañera Reyes Maroto, la que será la vicepresidenta del Gobierno de Ángel Gabilondo, acaba de recibir una navaja ensangrentada como amenaza. Y desde aquí…»
Desde ahí lo que sucede es que el rostro serio y el tono solemne dejan paso a la arenga, a la agitación y al grito. Los brazos suben y bajan, el volumen se eleva, el tiempo retrocede y los asistentes también se levantan, como en el 36, que es el momento al que conducen últimamente todos los discursos del PSOE. Los 35 segundos de preocupación contenida dan paso a lo importante: al odio, a la mentira, al uso partidista de un hecho sobre el que no conocían más que lo que les era útil. Los asistentes, también Ángel Gabilondo, se ponen de pie para escuchar y aplaudir los dos minutos de Lastra. Porque eso es a lo que iban, y de eso iba la nota que le acababan de pasar.

«Y desde aquí:», continúa la mujer que lo es casi todo en el partido moderado, «¡NO VAIS A PASAR! ¡AL FASCISMO: NO VAIS A PASAR! ¡SE ACABÓ! ¡SE ACABÓ! ¡ESTO SÍ QUE VA DE DEMOCRACIA!»
Pero resulta que no iba de democracia, sino de psiquiatría El hombre que había enviado el sobre fue identificado después de ese mitin. O tal vez los medios informaron sobre la identificación sólo después de ese mitin. Parece lo mismo, pero es muy distinto.  El mitin se celebra el lunes por la mañana, el sobre se recibe en el Ministerio de Industria el viernes por la tarde. Un sobre, recordemos, que incluía la dirección y el nombre del remitente. Tres días para comprobar una dirección, o tres días para informar sobre la comprobación. El sobre del viernes no se hace público hasta el lunes, que es cuando vuelven las tertulias y los programas de actualidad. En uno de esos programas estaba hoy Yolanda Díaz, la ministra del Partido Comunista de España. Sonríe mucho y bien, eso sí. Somos un país con comunistas en el Gobierno, pero también con ministros que sonríen mucho y bien. Una cosa por la otra. El sobre se fue de gira esta mañana y le dio tiempo a hacer una parada en el plató de ‘Al Rojo Vivo’. El programa de actualidad política recogió el sobre e informó sobre él. Un corresponsal del programa dio todos los detalles que podía dar en ese momento. Pero la pasión por los hechos impidió a los españoles contemplar el hecho de la pasión. Por suerte Helena Resano, al frente de ‘La Sexta Noticias’, corrigió el error. Amplió la noticia. La llevó hasta su mismo centro. Lo primero que mostró el informativo de La Sexta fue la reacción de Yolanda Díaz cuando se narraban los hechos. ‘Al Rojo Vivo’ había dado la palabra al corresponsal, pero nos faltaba, como espectadores, la imagen de la ministra. El factor humano. “Éste era el momento. La emisión en directo del programa no estaba dando esta imagen de Yolanda Díaz que se va sobrecogiendo según escucha esos detalles de la amenaza”.
Nos faltaba también el detalle de que el remitente era una persona con esquizofrenia, pero claro; o esquizofrenia o fascismo. O prudencia o fascismo. Y eligieron fascismo, porque la campaña, como la decencia, se les escapa.

Podría haber sido fascismo, sí. Podría haber sido un fascista de verdad, solitario, irrelevante y tal vez peligroso. Podría haber sido un militante de Vox, del PP o incluso de Ciudadanos, que han sido partidos fascistas en función de las necesidades de los antifascistas. Podría haber sido una conspiración de los partidos «fascistas» para movilizar el voto de izquierdas, por qué no; la imaginación es más poderosa que la razón. Podría haber sido un antiguo militar sublevado, un ministro franquista, un fantasma del pasado. Podría haber sido cualquier cosa porque el terreno de lo posible es tan amplio como queramos.
El de lo probable es otra cosa. Lo probable nos frena, aunque sea un poco. Lo probable nos hace pensar en los hechos, en las razones, en la estadística. Lo posible en cambio nos permite arreglar una campaña que pinta mal. Lo probable sigue siendo especulación, sí, pero al menos no es sólo imaginación. Al menos no es Lastra.

Podría haber sido un fascista, un proveedor de sentido. Pero resulta que era sólo un hombre con problemas mentales. Cumplió su función, aunque no lo sepa. Y mañana Adriana Lastra estará con el moderado Gabilondo dando un mitin en algún lugar de Madrid. Para frenarlos a todos, porque no pasarán.

Publicaciones

 

Algunos textos recientes que he dejado últimamente en otros sitios.

En primer lugar, colaboración en ‘Naciones de papel: reflexiones para tener futuro‘, obra colectiva editada por la Asociación Pompaelo. El mío es un texto sobre los efectos de las políticas educativas nacionalistas, empeñadas en imponer la «lengua propia» a alumnos que tienen el castellano como lengua materna y como lengua de uso.  Se puede leer un resumen aquí. Y está a la venta en Amazon. 

 

En segundo lugar, tribuna en El Español con el debate reciente en torno a la ideología de ETA de fondo, sobre el que escribí también en el blog unos días antes. Se puede leer aquí, en abierto.

elesp

Por último, la entrevista que me hizo Óscar Benítez para El Liberal.cat, que se puede leer aquí. Sobre estigmas democráticos, pactos con golpistas, izquierda, nacionalismo, violencia política y la cultura de la cancelación.

entel

Habrá más anuncios en los próximos días.

«¡Vete al médico!»

La semana pasada, después de que Ayuso convocase elecciones, Aguado dijo esto: “Ha perdido la cabeza. No encuentro otra explicación”. Son cosas que se dicen, sí, y se han dicho muchas sobre la presidenta de la Comunidad de Madrid. Principalmente, como es lógico, desde la izquierda. Desde el juego con su nombre (“IDA”) hasta mensajes constantes y explícitos en los que se insinúa una salud mental deteriorada, con más o menos convencimiento. Y son cosas que han dicho desde el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, hasta uno de los periodistas con más presencia pública en los medios, Antonio Maestre. La frase de Aguado encaja perfectamente en este ambiente, del mismo modo que la artillería electoral de Ciudadanos se ha apuntado a los mensajes que convierten a Ayuso en fascista, aunque sea por decir lo mismo que decían ellos cuando iban a Vic y a Rentería, al Orgullo y a la Pradera de San Isidro.

Desde hace días Aguado y Ciudadanos son parte de la España sana, divertida, moralmente superior y nada sectaria que puede bromear con la salud mental de Isabel Díaz Ayuso, con la muerte de Rita Barberá o con la vida de Santiago Abascal en el País Vasco. Los simpatizantes y dirigentes de los partidos de izquierdas en España saben que la salud mental, la muerte y la vida bajo el terror son campos fértiles para ejercitar la miseria política, y saben que no tienen consecuencias para ellos porque hay zapadores que se encargan de preparar el terreno en la televisión y en la radio. Desde La Ser, La Sexta o Movistar se ha jugueteado con todo eso y mucho más durante años. Hemos visto que se podía aplaudir a una mujer que asesina a su marido y a la mujer con la que éste le era infiel; hemos visto que se podía bromear con una diputada del Congreso, actual ministra y vicepresidenta del Gobierno, sobre el olor corporal de Santiago Abascal -”¿Huele a caballo?”- y sobre la necesidad de lavar la cabeza a un niño después de que su escolta le pasara la mano; hemos visto muchas cosas sobre demasiadas cosas serias que no generaban escándalo porque antes habían pasado por las terminales humorísticas del movimiento, y ahora estamos viendo que se puede llamar loca -y fascista- a una mujer sin que ardan las redes.

Hoy Errejón ha pronunciado en el Congreso un discurso sobre un tema serio e importante. Sobre varios, de hecho. Ha hablado sobre las cifras de suicidios en España y ha hablado sobre la salud mental de los españoles, que como era de esperar se ha visto afectada por las drásticas medidas que el Gobierno ha tomado para intentar controlar la enfermedad vírica. La oposición a Sánchez debería haber sido una de las más fáciles en la historia reciente de España. Denuncias, contraargumentos y argumentos innumerables deberían haber ocupado los debates, no para hacer oposición, sino porque eso es la oposición. En su lugar hemos tenido apaciguadores, y también guerrilleros que han sabido llenar el vacío. Unos han creído que la política era moderación sin batalla, y otros que la política era batalla sin moderación. Y entre la renuncia y el ardor guerrero se ha ido apartando a los pocos que realmente hacían una oposición eficaz; es decir, sin cesiones y sin aspavientos.

El discurso de Errejón ha sorprendido porque ha sido un discurso sobre problemas reales con los que es difícil hacer politiqueo partidista. Ha dado la cifra de suicidios diarios en España -10- y ha confesado que ha tenido que revisar la cifra porque la magnitud es terrible, y porque “en realidad uno, en el entorno, pues parece que no lo escucha”. No lo escucha, claro, si el entorno es La Resistencia, La Vida Moderna o Buenismo Bien, referentes políticos de su generación. Pero es un problema sobre el que algunos periodistas y psiquiatras llevan años alertando. Es un problema que tratan habitualmente Arcadi Espada, Juanjo Jambrina o Pablo Malo, por citar sólo a tres de los más conocidos. Y es un problema que se ha tratado varias veces en el Parlamento Europeo gracias a Teresa Giménez Barbat, que hacía una labor excepcional en Europa hasta que la ejecutiva de Ciudadanos -la anterior, no la de ahora- decidió apartarla.

Además del suicidio, Errejón ha hablado también sobre el deterioro de la salud mental de los españoles, y sobre la desatención general que pesa sobre ella. Esa desatención se traduce en que el cuidado de la salud mental es algo que se puede permitir con facilidad cualquiera que cuente con un seguro privado, pero es mucho más difícil para alguien que sólo pueda acudir a la sanidad pública, por lo que muchas veces lo acaba ignorando. La importancia de lo público ha sido la gran renuncia de la derecha española. La importancia de lo que realmente tiene de importante, no la versión gremial que ha reivindicado la izquierda en las últimas décadas. La respuesta a la manipulación en TVE es siempre “Cerremos TVE”; la respuesta a una educación pública mediocre y entregada a los nacionalistas ha sido siempre “Defendamos la concertada”, que en muchos casos ha aceptado y ofrecido la misma mediocridad y la misma instrumentalización nacionalista; y la respuesta hoy a un discurso importante de Íñigo Errejón ha sido “Vete al médico” por parte de un diputado del Partido Popular.


Y ésa es precisamente la cuestión. El hooligan del PP dice con desprecio algo que debería haber defendido con convicción. “Vete al médico”, porque es un asunto serio. En lugar de decírselo a los españoles pobres que no pueden permitirse un seguro privado se lo escupe a un diputado de Más Madrid, chapoteando en un lodo en el que los hooligans de izquierda hacen sincronizada y en el que los de derecha permiten que los mismos hooligans de la izquierda presuman de ejemplaridad entre insulto e insulto.

Hoy por la tarde volverán las bromas habituales sobre la salud mental de Isabel Díaz Ayuso, pero hasta entonces, hasta que los humoristas orgánicos -que también son los humoristas orgánicos de buena parte de los votantes de Errejón- vuelvan a marcar la línea que separa la ocurrencia simpática de la indecencia despreciable, veremos mensajes de merecida condena a las palabras del hooligan del PP. Se dirá, desde el otro lado, que es injusto, que estos “errores” se magnifican cuando los comete algún político desconocido de derechas y se ignoran cuando los comete cualquiera de los dirigentes conocidos de izquierdas. Y es cierto, claro; pero esto añade una razón más, innecesaria y utilitarista, a la razón principal por la que deberían evitarse estas respuestas: deberían evitarse porque están mal. Y lo que habría que pedir no es cuidado en las intervenciones, sino diputados que se preocupen de verdad por cuestiones tan serias como el suicidio, la salud mental o la educación. Para eso haría falta creer que la política social no es patrimonio exclusivo de la izquierda, que la preocupación por las vidas de los españoles pobres debe ser algo más que bajar impuestos, y que la política adulta no consiste simplemente en ignorar lo que dicen Quique Peinado, Henar Álvarez o Ignatius Farray, sino en conocer lo que dicen Marta Iglesias, Pablo Malo o Juanjo Jambrina.

Escribir sobre un mural

Escribir es un acto absurdo, como casi todos los actos. Si se trata de escritura no pagada, el acto es aún más absurdo. No es lo mismo que irrelevante; lanzar piedras contra la superficie del agua para ver cómo rebotan es lo más alejado del absurdo, precisamente porque se hace sin ninguna intención de transformación, de sentido. Lanzas la piedra y contemplas. La piedra, los rebotes y las ondulaciones en el agua son irrelevantes; en el acto de escribir, lo irrelevante es el propio autor, porque lo hace desde una falsa esperanza de sentido, aunque se presente disfrazada de vanidad.

La escritura sobre la escritura, la escritura consciente de su irrelevancia, es, además de absurda, falsa. Como si haciéndolo volviéramos al sentido, igual que aquello de que la única libertad es la de saberse determinado. Un poco de racionalización, un poco de autoconocimiento prestado y ya estamos libres del absurdo.
Triple salto: saber que la escritura que se sabe absurda es igualmente absurda. Y así hasta depurar el texto y mostrarlo como lo que siempre es, un bucle fisiológico, un tic en las manos.

Todo lo anterior es útil para lanzarse a escribir sobre algo tan aparentemente absurdo -en sentido coloquial- como un mural en un polideportivo de Ciudad Lineal. Porque es imposible sentarse ante el teclado, decir “Hoy voy a escribir sobre un mural en un polideportivo de Ciudad Lineal” y no sentir el ridículo devolviendo la mirada.

Hace unos días comenzó a aparecer en redes y prensa una polémica sobre un mural feminista. Como casi todo lo que hoy se adjetiva con la palabra “feminista”, el mural y sus defensores ya empezaban mintiendo. No era un mural feminista, si es que puede existir algo como un mural feminista. Era un mural en un polideportivo con rostros de mujeres y mensaje de autoayuda. “Las capacidades no dependen de tu género”. Imagino que incluyeron “género” porque con “sexo” no se atrevían, no fuera a ser que.
La mentira se extendió en las direcciones habituales. Primero, hacia dentro. Insistieron en que era un mural que pretendía convencer a las mujeres de sus capacidades, de que persiguieran sus sueños sin creerse los mensajes -éstos no ya falsos sino inexistentes- que continuamente las condenan a la derrota previa. Pero los rostros en el mural eran cuestionables también en ese aspecto. Más que mujeres que destacaron en su actividad gracias a sus capacidades eran mujeres que permitían destacar la actividad principal de quienes ordenaron y crearon el mural: el activismo. De ahí que apareciera Rigoberta Menchú y no Mary Shelley; Angela Davis y no Marie Curie; o Rosa Arauzo y no María Moliner. Es verdad que también aparecían Nina Simone, que efectivamente destacó en lo suyo, o Rosa Parks, la nota de consenso. Y junto a ellas, ‘Comandanta Ramona’, dirigente del EZLN, o Liudmila Pavlichenko, francotiradora del Ejército Rojo, que evidentemente destacó en la actividad de dar muerte.
Después la mentira se extendió hacia fuera. Cuestionar las mujeres que aparecían en el mural o el propio mural era parte de la campaña de la derecha por erradicar los derechos de las mujeres. Pero esa campaña no existe, y el mural era cuestionable por muchas razones.

En primer lugar, se dibuja sobre un polideportivo municipal. Y cuando se quiere hacer política sobre un edificio público, lo mínimo que se espera es que aquello que se representa sea universalizable y que no sea falso. Lo que hoy se llama “feminismo” en España es una mentira envuelta en una manipulación dentro de varios partidos políticos. Los mensajes contra la eliminación del mural son una buena muestra de ello. Todos venían a decir que frente al mural estaba la derecha, y que la derecha estaba contra el mural porque lo que querían borrar era la historia de las mujeres, e incluso a las propias mujeres. Esto no es un grito de dos o tres activistas pasionales; esto es lo que los dos partidos del Gobierno de España, Podemos y el PSOE, llevan años repitiendo en redes, medios y parlamentos: que la derecha española pretende la eliminación de las mujeres.

En segundo lugar: el mural es feo. Porque la ética es también estética, y está feo colocar en un mural pretendidamente feminista a una mujer que ha ido en las listas de uno de los partidos políticos que más empeño han puesto en la elaboración y la defensa del mural: Podemos. Rosa Arauzao, que seguramente es una bellísima persona y por encima de todo una mujer activista, no es María Moliner. Pero es que además es de Podemos.

En tercer lugar, un paréntesis: en Público escribieron una guía sobre las mujeres del mural y sobre la importancia del mismo. No mencionan este último punto, la militancia universal de una de las mujeres en la causa del partido Podemos. Esto es lo normal en Público. Lo que también es normal pero no tanto aceptable es que en la página web de RTVE, que no es Público sino pública, se omitiera igualmente la militancia de una de esas mujeres en la pieza militante que escribieron sobre la polémica.

Y en cuarto lugar, por terminar en algún punto: el mural es cuestionable porque eso es lo que se hace en una sociedad que al menos pretende ser sana y normal. Examinar lo que hacen los representantes, examinar el estado del espacio público e incluso el estado del propio Estado. Y en este caso el examen es claro: se trataba de un mural político, ideológico, partidista, sectario, falso, no de un “mural feminista”. Y plantear su eliminación, con o sin sustitución por otra performance gráfica sentimental más aceptable, era legítimo.

En todo el texto hablo en pasado del mural. No porque ya se haya eliminado, sino porque gracias a la intervención de Begoña Villacís, portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid y Primera teniente de alcalde, el mural feminista se ha convertido en otra cosa. A partir de ayer, cuando Villacís decidió enmendar la decisión de su propio grupo en el distrito de Ciudad Lineal y mantener el mural, el mural ha pasado a ser un nuevo éxito del sectarismo, una nueva victoria de la tribu. Que por otra parte es lo que se pretendía desde el principio. Y lo que se suponía que venía a combatir ese partido.

“Prefiero que se quede el mural y pintar otros murales”, explicó la portavoz de Ciudadanos para cerrar la cuestión.
Déjelo, de verdad. Lance piedras a algún estanque si quiere, pero no diga que es política.

«Altsasu», notas. (Episodios 3 y 4)

EPISODIO 3

En la cárcel, un “preso vasco” defiende a Urko de un preso común. El lenguaje de EITB se va consolidando. Ayer daban la noticia de la excarcelación de Troitiño por motivos de salud. Troitiño en la web de EITB es «preso vasco» o «preso donostiarra». El de la serie es un «preso», simplemente. Y a diferencia de Troitiño no podemos saber qué tipo de preso es. En eso consiste la verdadera fuerza de la ficción, ante la que no cabe la mirada al registro, a los hechos.
El preso les defiende del hostigamiento de otro preso, y les dice que están a tiempo de disfrazarse para intentar que no los identifiquen en el reconocimiento.
Uno de ellos aparece con una camiseta del Real Madrid.
De Guti.

El jefe de la investigación, el villanísimo, era director general de la Guardia Civil. En el episodio 3 le han nombrado consejero independiente de Red Eléctrica. La guinda, el peor pecado, es la corrupción. Como en la vida real.
En el mismo telediario se oye de fondo “las declaraciones del presidente del Gobierno Mariano Rajoy”. Entre burdo y sutil hay un mundo enorme de verdes y azules.

La mujer le dice al guardia civil malo que no quiere que su hija nazca ahí. «No es sano». «¿Quieres que tu hija crezca en este ambiente?» La vida de los guardias civiles en los pueblos como Alsasua nunca puede ser buena, menos aún con hijos.
Como se ve, la serie se dirige a más de un perfil. Esto se dirige a los guardias civiles, aunque no sé cuántos verán la serie. Alde hemendik, si es por vuestro bien, porque os apreciamos.

Urko recibe una carta, la lee en la celda. El «preso vasco» está en la litera de arriba.
– ¿Novia?
– No, el abuelo.
– Qué suerte, a mí no me queda nadie ahí fuera.
– No pareces tan viejo.
– No tiene nada que ver con la edad, sino con lo que haces para que te encierren.
– Pero…
– Hey, hey, no preguntes demasiado.

Los creadores dejan parte de ese «preso vasco» a la imaginación, pero no mucho. ¿Qué será lo que hizo para que lo encerraran? Da igual, no es lo importante. Primero, porque es un preso humanizado. Les ayuda. Segundo, porque como dijo la madre de Urko, el personaje libremente inspirado en Bel Pozueta, estar en la cárcel o en la calle es «una lotería» cuando eres un joven vasco. Todos los vascos están «en el mismo saco».
Hay algo directamente ridículo en esa escena: si el «preso vasco» es lo que creemos, si está en la cárcel por algo que no puede nombrar… ¿quién se va a creer que no tiene a nadie ahí fuera? Tiene a cientos de personas esperándolo, con los aplausos, los pasillos, las antorchas y los homenajes preparados.

Sale el padre de uno de los acusados, pidiendo firmas en la calle, de apoyo a los «jóvenes del pueblo». Resulta que se lo está pidiendo a la madre de una de las víctimas reales, ignoradas en la serie. La pareja del guardia civil del tobillo roto.

– Lo siento, no me interesa.

– Bueno, esto nos incumbe a todos. ¿Es usted madre?

Los dos lados del conflicto, el sufrimiento en los dos bandos. También en esto. Y también en esto se iguala a los agresores y a los agredidos. Al menos en una primera impresión. Si se reflexiona un momento, es evidente que no se los iguala. Los que sufren en la serie son los agresores. Los agredidos, de hecho, no es que no sufran; es que no tienen derecho a sufrir, puesto que son los únicos que han hecho algo malo. Si no hay agresión, y en la serie no la hay, las únicas víctimas son «los jóvenes de Alsasua». Esta parte no está libremente inspirada en un hecho real. Esto es lo que los medios vascos, algunos partidos vascos y algunos medios y partidos del resto de España llevan afirmando desde que se produjo el hecho.

Conversación interesante en la calle entre Izaskun, la madre de uno de los acusados aún libres y «Bel Pozueta», la madre de Urko. La primera le agradece que haya dado la cara por ellos, que haya sido su portavoz. No es nada, me habéis dado fuerzas, etc. Pero la primera le dice que no deberían mezclarse con partidos políticos.

Todo es política, Izaskun. Y unos partidos políticos siempre han estado con nosotros, mientras que otros no.

Es fascinante. Meses, años hablando de la utilización política del caso, de la instrumentalización del sufrimiento de unos chavales, y resulta que la serie producida por ETB y TV3 transforma el caso en la lucha de EH Bildu por la justicia. «Bel Pozueta» es Bel Pozueta, la madre de Adur Ramírez de Alda.  Olatz, el personaje que en la serie adopta el rol de Bel Pozueta, porque ni siquiera permiten ese resquicio de verdad en la serie, los nombres, entrega la lucha de los padres a un partido político, su partido político. EH Bildu. No se menciona el partido en la serie, como tantas otras cosas. Pero ahí está.
Bel Pozueta, la de verdad, la madre de Adur Ramírez de Alda, fue candidata al Congreso por EH Bildu. Al segundo intento lo consiguió, y hoy es diputada por Navarra. Días antes de las elecciones que le dieron el escaño, eldiario.es le hizo una entrevista. Decía cosas como éstas:

Sobre el uso de la ikurriña en edificios públicos en Navarra:

Estamos llegando a unos extremos en que existe la vascofobia y, con esa fobia, estamos negando la identidad de muchos y muchas navarras y navarros.

Sobre el estudio del terrorismo de ETA en las escuelas, después de una pregunta general a la que responde que habría que hablar de todas las violencias y empezar como mínimo por el franquismo, la entrevistadora le dice que hay dos memorias en el programa, la histórica y la reciente:

Pero es que en la Memoria reciente también tendríamos que ver las consecuencias que nos vienen desde el Franquismo. Y tendríamos que ver también las expresiones de la violencia del Estado y las consecuencias que ha tenido. Tendríamos que hablar de violencias como la sexista o machista, de las violencias que generaron en su tiempo grupos como los GAL o el Batallón Vasco Español, de la violencia de la dispersión, de cómo se está utilizando la ley penitenciaria, que está generando víctimas en la carretera, y entre los propios presos que no están cerca de sus familiares. Si se quiere hablar de la expresión de la violencia de ETA, nos estamos olvidando de un espacio muy, muy amplio, en el que hay muchas víctimas, muchos sufrimientos y muchas consecuencias. También habría que hablar del caso Alsasua, y de que hay personas que han perdido ojos. Tendríamos que hablar de que hay personas que no han podido ver a sus familiares porque están a 500 kilómetros. Tendríamos que poner en las aulas a muchas personas que hablaran, es un abanico tan amplio…

Sobre ETA, específicamente ETA.

¿Condena, a día de hoy, el terrorismo de ETA?

A mí me llama la atención que en el 2019 todavía se haga esa pregunta.

Es que la siguen sin responder.

¿Qué se busca con esa pregunta? Estamos diciendo que hay violencias, que hay víctimas. EH Bildu, desde su nacimiento, ha planteado que desde el diálogo es como se tiene que resolver las cuestiones políticas, y que hay muchas víctimas, que hay muchos sufrimientos, y que lo que planteamos es una reparación de todas las víctimas, un reconocimiento de todas las víctimas. Más, no sé.

Parafraseando lo que dijo el lehendakari Urkullu a EH Bildu en su día. ¿Tanto cuesta decir que estuvo mal?

¿Qué estuvieron mal tantas cosas? Me encantaría que se abriera el foco y entonces hablaríamos de todo. ¿Qué interés hay en poner solo el foco en una historia?

Sobre la libertad de movimientos y sobre la libertad política en los pueblos controlados por su partido, EH Bildu:

Durante la campaña electoral anterior y durante estos meses, algunos partidos políticos como Vox, Ciudadanos o PP han ido a determinados pueblos y ciudades y se les ha recibido con escraches, en algunas ocasiones se ha dificultado incluso que se celebre el mitin. ¿Qué valoración hace al respecto? ¿Es legítimo?

A mí me parece que es una política carroñera la de ir a los lugares donde hay sufrimiento y donde hay una situación extrema a buscar votos. Vienen aquí, no para encontrar votos aquí, porque ni Vox ni Ciudadanos tienen fuerza aquí. Vienen para buscar votos en España y están buscando la confrontación. Están buscando que se les tire monedas, que se les grite para lograr la imagen, como también hizo Inda cuando fue a Altsasu con Casado y con Ana Beltrán. Lo mismo. Es una política carroñera, es falta de ética política y es no tener en cuenta a las personas que viven en esos lugares ni el sufrimiento que están teniendo esas poblaciones.

¿Dónde está el límite entre la libertad de expresión y el buscar esa confrontación?

Metafóricamente hablando, si a ti te dicen que hay perros sueltos por ahí, que de vez en cuando salen y que, además son muy rabiosos… O, yo qué sé, meterse en una jaula donde hay un león… Es que tengo derecho a meterme en la jaula del león. Vale, vale, todo el derecho tienes, pero métete. Ir a buscar esa confrontación, eso ya no es estar hablando del derecho a la libertad de expresión. ¿Legítimo? Pues vuelvo a decir, estás metiendo el dedo en la llaga de una herida y encima con vuelta y media para generar más dolor, para que quien sufre salga a la confrontación. Si quieres sentarte, siéntate, habla desde otros parámetros. Si quieres ir a esa ciudad o a esos pueblos, siéntate en una mesa. Plantea otro formato. No vayas en un autobús, invadas un pueblo y te vayas rápidamente solo para buscar confrontación.

Esto es Bel Pozueta, esto es EH Bildu, esto es la libertad que los que están en el mismo saco, los de «ideologías distintas», ofrecen a los que se niegan a meterse en ese saco. Y esto es lo que la televisión pública vasca glorifica, edulcora, defiende, disfraza o niega que exista una y otra vez.  La izquierda abertzale vasca es Bel Pozueta, es todo lo que dice en esa entrevista y todo lo que dice en foros con menos luz. Los padres de los «chavales de Alsasua» decidieron integrarse en ese mundo, en parte porque ya estaban integrados en gran medida. Sus hijos, «apolíticos», participaban en una jornada que muestra el odio y el asco a personas que trabajan en la Guardia Civil y a sus familiares. Ni un reproche. Ni un intento de que dejen atrás ese odio. El reproche, la llamada al arrepentimiento, se dirige a quienes denuncian ese entorno. En la serie y en la vida real. En eso consiste exactamente la ficción de ETB: una admonición dirigida a quienes se atreven a denunciar, a romper la ley del silencio.

Volvemos a la serie, aunque en realidad lo importante ya ha aparecido.

Vuelve a salir la pareja del del tobillo roto, siempre es lo más interesante. Habla con otro chaval que estuvo allí y lo vio todo, sus padres vinieron en la misma época desde Ecuador, le dice que se siente abandonada, que él vio las agresiones. «Había mucha gente a la que no conocía».
– Tú viste cómo nos agredieron.
– Esto se ha salido de madre, algunos llevan casi un año en la cárcel.
– Y yo llevo un año tomando pastillas para poder dormir.
No hay más, fin de la conversación. El amigo de la víctima llega hasta ahí, y sólo hasta ahí. La víctima, a partir de ahí, se queda sola.

No vimos la agresión, pero sí vemos a los padres de dos de los chavales con el chaval ecuatoriano, que estuvo allí. Le preguntan, antes de que comience su declaración. Ni Ekhi ni Jonmi participaron en lo-que-pasó. Ekhi estaba con él, habían ido a ver qué pasaba, y Jonmi llegó más tarde, ni siquiera estaba en el bar. No muestran la agresión, pero ya está el testigo para que lo veamos a través de él. No la agresión, pero sí quiénes no participaron en la no agresión.

EPISODIO 4

Preparando la abogada a Urko para el juicio.
– Te van a preguntar si sueles participar en el Ospa Eguna.
– Como la mitad del pueblo.

Pero Altsasu es un pueblo acogedor y todo eso, le hacen decir a la suegra de uno de los guardias civiles. Hay pintadas constantes, insultos y acoso a personas que trabajan en la Guardia Civil, pero el vasco es noble y el pueblo es acogedor. Si te olvidas de algunos detalles, claro.

Áitor, en la declaración:
– Si mi discusión con el teniente generó los hechos, lo lamento.

¿Qué hechos? Sólo hemos visto un guardia civil con un tobillo roto y apenas cuatro gritos en el bar.

Otra cosa llamativa. Durante el juicio dos dicen ser apolíticos, uno incluso dice que es bastante ignorante en política. «La mitad del pueblo participa en el Ospa Eguna».
En el fondo no mienten. No lo consideran política, sólo una expresión festiva. Y la presencia de guardias civiles en el pueblo es una anormalidad, un golpe a la convivencia.

Qué naturalmente nobles, generosos y felices seríamos los vascos si se fueran todos los que con su mera presencia nos impiden ser vascos, es decir, nobles, generosos y felices. Éste es el mensaje de fondo.

Éstos son algunos de los momentos de «Altsasu», la serie que emitió ETB1 en euskera y que el próximo lunes emitirá TV3. Es una serie que refleja muy bien el ambiente político y social de los pueblos que no han sabido o no han querido librarse del atavismo nacionalista. Es una serie que refleja muy bien hasta qué punto los nacionalistas convierten todas las herramientas de una democracia en herramientas contra los valores centrales de una democracia. La verdad, la justicia, la ley, el espacio público neutral, la tolerancia. Nada de eso tiene valor si permite la existencia del enemigo. Es el enemigo el que miente, el que es injusto, el que lo contamina todo y el que nos odia. La televisión pública vasca no refleja el odio que existe en su, en nuestra comunidad, odio del que es responsable en buena parte, sino que lo cubre con una toalla y presenta un despojo que a la vez encarna el odio imaginado y justifica el odio real, el que se intenta esconder. Su mensaje es que son «ellos» los que nos quieren echar, son «ellos» los que no quieren entendernos, son «ellos» los que no tienen sitio entre nosotros. Pero «ellos» somos también nosotros, aunque la televisión pública vasca, la segunda fuerza política del País Vasco y buena parte de los agentes culturales nos quieran hacer creer lo contrario. «Ellos» no son colonos, fascistas, franquistas, invasores, intolerantes, buitres, inadaptados, enemigos de la convivencia y la democracia; «ellos» somos nosotros. Los hijos de inmigrantes castellanos, los padres que vinieron aquí a vivir o a trabajar, los que hablan en la lengua que quieren y los que querrían que sus hijos pudieran aprender en la lengua que dominasen, los que compran El Mundo, El País o el ABC y lo llevan bajo el brazo, los que votan a partidos no nacionalistas y lo dicen. Los periodistas, policías, jueces, guardias civiles, militares, barrenderos, profesores, tenderos, taxistas, concejales; los de aquí de toda la vida, los de aquí desde hace poco tiempo y los que vendrán y se irán cuando quieran.
Estamos todos en el mismo saco, sí. Tenía razón «Bel Pozueta». Ya es hora de que empiecen a entender qué es lo que significa realmente. Las «Bel Pozueta» de ficción, la propia Bel Pozueta y su partido, la televisión pública vasca y todos los que se empeñan en que una parte de nosotros sigamos siendo «ellos».

«Altsasu», notas. (Episodio 2)

EPISODIO 2

Una frase que enlaza con aquella del primer episodio, en la segunda escena, cuando un guardia civil dice «Si no les gusta ser españoles, que se larguen».

– Por qué nosotros. Por qué somos nosotros los que tienen que irse.

Lo dice Urko, el que en el Ospa Eguna salía gritando “Alde hemendik”. Bueno, en realidad salía sólo bebiendo cerveza y silbando al coche de la Guardia Civil, porque sólo se le ve gritando a Aitor. Aitor parece que es el único que grita a la Guardia Civil -ni un insulto, salvo por el acontecimiento en el bar-, aunque fuera de plano, cuando vemos el jeep, se escuchan más voces entonando el «Alde hemendik». En la jornada no hay odio, ni siquiera humillación; sólo fiesta. Y Urko, a quien la serie ya situó inequívocamente fuera del incidente, aquí deja salir no el odio, sino la impotencia. «Por qué somos nosotros los que tienen que irse». La serie juega con la idea de que en realidad es la Guardia Civil la que está empeñada en echar de Alsasua a los vecinos de Alsasua. Es un relato «libremente inspirado» en un hecho real.

Hacia el 15:30 el director de la Guardia Civil habla con el director de un periódico.

– Qué, ¿cerrando la edición? No, por teléfono no, mejor quedamos para comer. Tranquilo, lo vas a poder sacar en portada. A cuatro columnas.

Será el de “Te debía una” del episodio anterior. Los buitres, V.

Raúl -el malo- habla con la mujer, que está incómoda en Alsasua.

– Si no hay Alsasua no hay playa.

La idea está clara, es una idea conocida para el espectador medio. Unos, las víctimas, los chavales del pueblo, tienen que irse de Alsasua porque los acosan. Otros, los guardias civiles, usan Alsasua para poder irse a donde realmente quieren. Pisan Alsasua durante unos meses, se podría decir libremente inspirados, y cuando ya han cumplido su misión la abandonan.

Un detalle menor, que al final son los que importan. Cuando Urko habla con su novia sobre irse de Alsasua lo hace entre besos y abrazos, puro amor. Son jóvenes, idealistas, inocentes y del pueblo. Raúl, el guardia civil, habla con violencia. No hacia su mujer, porque tal vez sería demasiado burdo, pero sí violencia en los gestos. Habla con odio desde la primera escena

18:05, abuelo de Urko.

– Vosotros no habéis hecho nada, Urko.

– Ni falta que hace. Tienen un altavoz enorme para contar lo que quieran.

Habría que preguntarse hoy, a punto de que se estrene la miniserie también en TV3, quién tiene el altavoz. Quién lo tuvo desde el primer momento.

Reunión de afectados. El radical, Aitor, el que provoca la “pelea” no vista:

– No estamos solos. El pueblo está con nosotros.

Y así es. El pueblo, Alsasua, está y estuvo mayoritariamente con ellos. Y el Pueblo, en general. ETB1 con esta miniserie se encarga de que siga siendo así, de que sea aún más fácil para ellos saber que están en el lado correcto del odio.

Esa reunión es la escena clave del episodio, probablemente. Han contratado a “Leire”, en el episodio anterior. Se intuía qué tipo de abogada era, y ahora se confirma.
Una madre, a otra, la más activa, probablemente Bel Pozueta, en la serie la madre de Urko:

– ¿Estamos seguros de que es una buena decisión? ¿Leire Oskia no es de la izquierda abertzale?

– Por eso, precisamente.

– ¿Precisamente? ¿No estamos autoinculpándonos al elegirla a ella?

– Pues a mí no me lo parece.

(… hablan ahora sobre la necesidad de aclarar quién no estuvo implicado).

– Pero Jon no participó.

(«Bel Pozueta», que en la realidad fue candidata y ahora es diputada en el Congreso por EH Bildu) – Bueno, eso a ellos les da igual, Izaskun. Es una lotería*. Y todos estamos en el mismo saco**. Y por eso es necesario ir todos a una y hablar con una sola voz. Sé que aquí estamos gente de ideología distintas***. Pero como no nos pongamos de acuerdo en unos mínimos lo tenemos claro.

*: Esto es lo que se decía siempre sobre los «presos», y lo que se sigue diciendo ahora: era una lotería. Le tocaba al que le tocaba, independientemente de que hubieran hecho algo o no. Aquí llevamos años conviviendo con gente -segunda fuerza política- que ha ido minando la confianza en el sistema judicial, en su totalidad. Que a un vasco lo metieran en la cárcel era una lotería. Un chaval que salía los sábados a tomar algo y a ligar y otro que salía a quemar cajeros, da lo mismo; «es una lotería».

**: Y si es una lotería, todos estamos en el mismo saco, claro. El que sale a ligar y el que quema un cajero. El que se queda estudiando y el que escribe una carta amenazante a un concejal. El que va a ver una película al cine y el que vuelca contenedores en el Casco Viejo. El que se pregunta cada día si será un buen padre, un buen hijo, una buena persona y el que espera ser algún día un héroe del pueblo como Etxebarrieta o García Gaztelu. Todos en el mismo saco. Todos los buenos vascos, claro. Los otros ya se sabe que son malos, cobardes o egoístas.

***: si es una lotería, es evidente que en el saco habrá gente de ideologías distintas. Y así es: hay nacionalistas de izquierdas, nacionalistas de izquierdas que aceptan conscientemente la violencia, nacionalistas conservadores, nacionalistas totalitarios y simples amantes de la cultura vasca, es decir, apolíticos. En eso consiste el pluralismo dentro del saco.

Seguimos.

Sale la suegra del guardia civil bueno, en el Hogar del jubilado. Quien le trae los tomates es el abuelo de Urko, el que no estaba allí, somos nosotros los que se tienen que ir, etc. El abuelo ya ha quedado acreditado como buena persona, porque es la segunda vez que le lleva tomates.

– Siento lo de tu hija. Nadie se merece que le peguen.

– ¿Los policías tampoco?

– Nadie.

Empieza el porno sentimental. El abuelo le pide lloroso que hable con su hija, que no son unos terroristas.

– El mal ya está hecho.

Eso es lo que responde la madre, también llorosa. Le invita al café. El sentimiento de culpa (de la madre de la «víctima») casi se puede saborear. Es la madre de la pareja del guardia civil que tiene un tobillo roto, de una hija que no puede dormir, y es ella la que se siente culpable.

Siguiente escena, uno de los acusados en clase de algún arte marcial. Es profesor. Ve que una niña, al fondo, está rara. No sigue la clase.

– ¿Qué te pasa?

– Estoy enfadada contigo. ¿Eres un terrorista?

Inspirada libremente etc.

La madre de Isabel, la del guardia civil bueno, el que se rompió un tobillo.

– Tienes que hacer algo, hija. Esto se está yendo de las manos.

– ¿Y qué quieres que haga?

– No lo sé, pero ése del que hablan no es nuestro pueblo.


La hija ni siquiera dice algo sobre lo que sufrieron, la agresión, los gritos, las amenazas, el desprecio. Como si los cuatro fueran parte de un gran engaño, como si la agresión eludida no hubiera sido una aportación de los creadores de la serie, sino precisamente lo que (no) pasó en realidad.
La madre, el personaje de la madre, insiste en esa idea esencialista del pueblo. No es posible el mal en Alsasua. No es posible el odio en el pueblo del Alde hemendik.

– Salir con un guardia no podía traer nada bueno.
Sigue la conversación. Gota a gota. La madre ya había avisado en el primer episodio: «Con la de chicos guapos que hay en el pueblo».

– Ayer hablaban de mí en el súper. “Una es de fuera, la putita del teniente es de aquí. ¿Llevar toda la vida en Altsasu para que es que ni siquiera sepan tu nombre?

Eso es lo relevante, al parecer. Que no se saben su nombre. Como si fuera una cuestión de memoria o de indiferencia, y no de odio.

Mientras madre e hija hablan, se oye un ruido. La máquina de bolas del bar está fuera, en el suelo, abierta, las bolas rodando. Se cayó sola, también. El viento. O el pueblo, que reacciona ante la injusticia. Tampoco lo sabemos. Pero los creadores deciden mostrarlo, para insistir en la imposibilidad de asignar agencia a los actos. Hay cosas que sí se asocian al actor -las mentiras del director de la guardia civil, el asentimiento del guardia civil en la mentira, el amor de la madre por el pueblo- y cosas que pasan.

– ¿Alsasua? Un poblacho de mala muerte. (El director de la Guardia Civil, en el coche, por teléfono. De él podemos ver, porque los creadores de la serie deciden mostrarlo, todo lo que piensa. Incluso una risa maléfica, de desprecio).

Al final del segundo episodio sí nos muestra la serie cómo sufren los chavales. Porque son unos críos, y lloran, en la cárcel se pasa mal. Un guardia civil aparece con un tobillo roto, no se ve nada más. Quién se lo rompe, si hay insultos, nada. Con los chavales hay música sentida y lágrimas, sueños rotos e impotencia, sufrimiento. Y, sobre todo, hay personas concretas que causan ese sufrimiento, de manera consciente.

«Altsasu», notas. (Episodio 1)

EPISODIO 1

Casi lo primero que se ve: buitres. Después uno de los familiares explicará la relevancia del plano. Y el espectador, incluso el no especialmente sagaz, sabrá quiénes son los buitres en la serie.

La segunda escena ya va al meollo. La primera ha servido para mostrar la metáfora. Los buitres. En la segunda vemos el contexto que envuelve al hecho central que, al contrario que la metáfora, no se mostrará. Un vehículo de la Guardia Civil para a un vecino de Alsasua, un joven. Se ha saltado un stop. Uno de los agentes, el sargento, deja salir su odio. En la miniserie sobre Alsasua el odio parte de los agentes de la Guardia Civil, a pesar de que son ellos quienes aguantan una jornada dedicada exclusivamente a insultarlos, a reírse de ellos y a pedir que se marchen del pueblo.

El sargento le pide el DNI. El vecino dice que ya es la tercera vez que lo paran esa semana.

– Nombre… Áitor.

La tilde es importante. El sargento dice “Áitor” en lugar de “Aitor”. Son incapaces de decirlo bien, por ignorancia o por maldad. De hecho, éste será el desencadenante de la escena omitida: la pelea deslizada, la agresión inexistente. Inexistente porque ya se ve lo buenos chavales que son, incluso la madre de una de las víctimas dice más adelante, antes del hecho, que “Altsasu es un pueblo maravilloso, muy acogedor”. ¿Cómo unos chavales del pueblo iban a ser capaces de cometer una agresión contra agentes de la Guardia Civil, a quienes dedican constantemente mensajes diciendo que se vayan, que no los quieren en el pueblo?

En esa segunda escena hay un salto interesante al final del numerito del DNI. El sargento llega a “País”. Le pide al joven que lo diga él. El otro agente, teniente, le dice que lo deje marchar.

–  “Que se jodan. Si no les gusta ser españoles, que se larguen”.

Esto ya en la segunda escena del primer episodio. Son los guardias civiles los que dicen “que se larguen”.

El padre de uno de los jóvenes explica lo de los buitres. Llevan un tiempo sobrevolando el pueblo. Mala señal; cuando no tienen nada que comer se acercan a ver si pillan algo. Esto se entenderá mejor hacia el final del episodio. Aunque se entiende desde el principio, son muchos años: los buitres son los medios, la policía y el propio Estado español, que buscan algo que llevarse a la boca. 

Aitor y otra joven del pueblo hablan amistosamente. De fondo, una mujer saluda a los guardias civiles, incluso se detiene a hablar con ellos. El joven -el de la multa de la segunda escena- pierde el hilo de la conversación; una vecina está hablando con dos agentes de la Guardia Civil, en la calle, de día. Debe de ser algo impactante para él. “¿Conoces a esa chica?”, pregunta a la otra chavala, que también será acusada de participar en el hecho envuelto en misterio. “No. Y nunca entenderé cómo a algunos les gustan tanto los uniformes”. La mujer resulta ser la novia de uno de los guardias civiles. Tenía en ese momento 19 años. Pero “los chavales de Alsasua” fueron siempre los otros. 

En otra escena, la chica le cuenta a su madre que se ha echado un novio en el pueblo. La madre, que no es del pueblo -es ecuatoriana- no está tranquila. Sabe lo que eso supone.

– Un guardia… con la de chicos guapos que hay en el pueblo. 

Los guardias civiles limpian la pintada de “Alde hemendik” que les han dejado, esta vez en lo que parece una pequeña iglesia. Me acuerdo de que aquí las policías locales y la Ertzaintza dicen que las pintadas dependen del equipo de limpieza de los ayuntamientos. En Alsasua directamente las limpian los agentes de la Guardia Civil.

La chica habla con su pareja, que es el guardia civil “bueno”. Hay que empatizar con ellos también, pero sin pasarse.

– Estoy harto ya. Yo sólo quiero ayudar. Cómo hacer entender a esta gente que
– A ver, a ver. No paras de quejarte porque dices que no te entienden. Pero es que tú tampoco haces nada por entenderlos.
– ¿Cómo?
– Pues que la mayoría de esta gente no se siente española, Carlos. Y vosotros no hacéis más que recordárselo. Es que si te dieras cuenta de lo que eso significa para ellos, quizás todo sería más fácil, ¿no?

La premisa y excusa de la serie -y del proceso en la vida real- es que no había odio. Los guardias civiles hacían vida normal sin ningún problema. Aun así, la novia de uno de ellos le explica el contexto, que parece difícilmente compatible con la normalidad. Y con la permanencia de los agentes en el pueblo, porque claro, su presencia les incomoda en lo más profundo de su identidad.

Se ve el Ospa eguna. Ambiente festivo, claro. Dónde está el odio, que yo lo vea. Apenas un “Alde hemendik” suave suavecito.

22:17, de momento el diálogo más importante. Escena anterior, Ospa eguna, se para el coche en el frontón, “Alde hemendik”, ningún insulto. Los dos guardias civiles lo dejan pasar, hablan después con unas cervezas.

El “malo”: De verdad que no entiendo cómo no hemos hecho nada.

El “bueno”: Aún tienes que conocer esto, Raúl. No es tan simple. El año pasado intervinimos para llevarnos las carrozas y al final tuvimos que cargar.

– ¿Y? ¿Por qué no lo hemos vuelto a hacer este año? Carlos, que se estaban riendo de nosotros en nuestra cara.
– A ver, Raúl, se trata de mantener un equilibrio, una convivencia (!). Pero aquí es muy frágil.

La convivencia se mantiene si a los del “Largaos de aquí” se les deja hacer. Si los guardias civiles pasan de puntillas. Resulta familiar.

Escena siguiente: el “malo” arranca carteles de Ospa, solo, de noche. Le puede -a él sí- el odio.

Otra mujer, otro guardia civil, escena doméstica. Esta vez  es el guardia civil “malo”.

– ¿Aquí es donde quieres ser padre, Raúl? Estoy un poquito hartita de estos cuarteles.
– Por eso estamos aquí, aquí las cosas van rápido. Tres añitos en Alsasua y podremos elegir el destino que tú quieras.

Les ha invitado el teniente a cenar al bar de su suegra (la otra pareja, “el bueno”).

– ¿Y es seguro que salgamos por aquí, de noche?
– Sí.

Curiosamente el guardia civil “malo” es el nuevo. El doblemente forastero, el doblemente no integrado.

La cena. La madre de la novia del teniente, inmigrante:

Altsasu es un pueblo maravilloso. Muy acogedor. El vasco es noble. Al principio les cuesta, eh. Pero después son amigos tuyos para toda la vida. Para que os hagáis una idea, cuando te conocen te dicen “urte askotarako”, que quiere decir para muchos años.
La miniserie, explica la web de ETB, está libremente inspirada en un hecho real. También se podría decir que está realmente inspirada porque el hecho es libre. 

Después de la cena proponen ir a tomar una copa. La mujer del “malo” tiene miedo. El “bueno” dice que lleva un año ahí y nunca ha tenido ningún problema.

En cuanto llegan al Koxka le cae un hielo al “malo”. Nadie lo ha tirado. Lo deja pasar.

Llega el chaval conflictivo. El de la multa, “Áitor”.

– Con ese tipo de gente mañana vas a tener que desinfectar el bar, ¿eh?

Se lo dice al dueño del bar, que está tras la barra. (Reminder: “Aquí la convivencia es muy frágil”).

– Tengamos paz, eh. (El dueño).

– ¿Qué se piensan esos hijos de puta? (El radical, “Áitor”, a otro cliente que estaba en el bar, refiriéndose a los guardias civiles. Ese cliente también resultará condenado por participar en la agresión lo que quiera que pasara).

– Ese de ahí me ha puesto tres multas (insiste).

– Mejor nos marchamos (el “bueno”).

– ¿Tienes algún problema? (el “malo”, dirigiéndose a Aitor)
– ¿Qué dices? Que no te oigo, ¿que dices? (Aitor al “malo”, mientras se acerca).

– Mucha cara tenéis vosotros, os pasáis la semana crujiéndonos a multas y qué venís aquí, ¿a reíros de nosotros?

Ya está establecida la causa de fondo, el motivo de la pelea de bar, de la agresión eludida: un supuesto exceso de celo en las multas de tráfico.

Interviene el guardia civil “bueno”: “Áitor, por favor, mantengamos la calma”.

– ¿Qué has dicho?
– Márchate, hazme el favor.
– ¿”Áitor”? “Áitor” tu puta madre, subnormal.

Multas y una persistente incapacidad de decir el “shibolet” local, el motivo real de la no-agresión. También el alcohol, claro. Lo del Ospa, “largaos de aquí”, los insultos que tampoco aparecen, todo eso en realidad va por otra parte, no influyó en lo que pasó, pasó. Es una corriente subterránea del pueblo, una costumbre local sin efectos reales. Un odio latente pero también festivo.

Y llegamos a la no-escena.

Aparece otro chaval, se acerca al guardia civil “malo”. Cualquiera diría que los están rodeando -a dos guardias civiles y a sus parejas, cuatro en total-; cualquiera lo diría, menos los creadores de la serie, porque en la serie no hay nada de eso. La camarera avisa al dueño, que está en el almacén: “Beñat, kanpoan” (“en la calle”, “fuera”). En la calle, porque dentro del bar no ha pasado nada. Y en la calle en realidad tampoco, a ojos de los creadores. Lo siguiente que vemos es al dueño, que no ha visto nada. Lo vemos en la calle, donde el “bueno” tiene la pierna mal. El dueño pide a los espectadores que llamen a una ambulancia, que traigan hielo. Los espectadores permanecen impasibles. No va con ellos.

Se llevan detenido a Aitor. ¡Si no ha hecho nada! Y claro, algunos jóvenes pierden la calma. Tampoco nada serio. Nada de las amenazas que se recogen durante el juicio. Los actores intentan poner voz de achispamiento, pero incluso bajo los efectos del alcohol se comportan como testigos profesionales, casi peritos: por qué os lo lleváis, ése de ahí (el guardia civil “malo”) se ha metido en una pelea, por qué no lo detenéis.

La madre de uno de los chavales, Urko, el otro protagonista, le dice si sabe algo. Urko está en casa, en la cama, y no sabe nada porque se había ido antes del no-hecho, como dijo la defensa y como la serie decide mostrar (esto sí; esto no se deja a la interpretación del espectador). “Por lo que dice la tele es el jefe de un  comando. No sé, palizas, una emboscada”.

Los buitres, II.

El “bueno” (el informe ante su superior, en la cama del hospital):

– Se estaban desafiando el uno al otro y la cosa se iba calentando. Me metí a calmar el ambiente y llamé al Áitor (á) por su nombre pensando que eso lo tranquilizaría. Ahí empezó a desmadrarse todo.
– ¿Temiste por tu vida?
– No (con la cabeza).
– Temiste por tu vida.
– (Asiente).
Buitres, III.

Interrogatorio del director de la Guardia Civil a “Áitor”. El chaval sigue con lo de las multas. Al final no era odio, hostilidad omnipresente cultivada desde la infancia; al final era por las multas.

Escena final, el director de la Guardia Civil, al que se le ha visto mentir (en esto no hay posibilidad de error, interpretación, versiones opuestas: la verdad, aquí única, es que miente, manipula, inventa).

– Oye, ¿te acuerdas de que te debía una? Pues tengo un regalo para ti, con lazo y todo.

Los creadores podrían haber vuelto a meter la primera escena (IV), pero no hace falta. Está todo claro.

Greta Sánchez

O Pedro Thunberg. Es un título estúpido para una idea: muchos análisis sobre estos fenómenos no se centran en lo importante, el qué, sino en lo accesorio, el por qué.

Comencemos con la joven activista climática. La cuestión más problemática en torno a Greta Thunberg es que es una adolescente que los adultos pretenden que sirva como modelo de acción para otros adolescentes. Lo problemático no es tanto lo que dice, si está más o menos equivocada, sino la idea de que los adolescentes deben recibir positivamente el mensaje de una adolescente. Y también el hecho de que junto a esta idea, en el mismo pack, hay muchas otras ideas. 

1- La igualación adolescente-adulto, o incluso la superioridad de los adolescentes. Se repite el mensaje de que los adolescentes -e incluso los niños- son quienes van a arreglar el problema del clima. Y no sólo ése. Porque si ellos son capaces de arreglar algo tan complejo como el cambio climático, ¿por qué no van a ser capaces de arreglar otros problemas? Esta idea, de manera nada sorprendente, es muy bien recibida por los adolescentes. En lugar de centrarse en el proceso de correcciones y autocorrecciones constantes que debe ser la adolescencia se les coloca en un pedestal y se comienza a hablar de “adultocentrismo”. 

2 – La superioridad de las emociones frente a la razón. Esto, hay que reconocerlo, es un hecho. Las emociones son más eficaces que la razón a la hora de promover una causa. La novedad es que ahora se está enseñando que no es algo con lo que hay que tener cuidado, algo que hay que modular, sino que es conveniente entregarse a ello. Los adolescentes no sólo están aprendiendo, sino que se les está enseñando que sí, que tienen razón, que las emociones son una guía para la acción y para la comprensión más eficaz que la razón.

3 – La acción sin análisis. Otra enseñanza que los gretistas están transmitiendo a los adolescentes: actúa. No hace falta que leas, no hace falta que te informes, y aún hace menos falta que examines el mensaje que transmitimos: abrázalo y actúa. Sal a la calle, protesta, grita consignas. Aunque no sirva para nada, aunque no entiendas nada.

4 – Los mensajes. A modo de paréntesis. El viernes pasado coincidí cerca del Teatro Arriaga en Bilbao con una manifestación de adolescentes por el clima. Imagino que les habrían dado permiso para abandonar el instituto y ocupar la calle. Algunas de las consignas que escuché en diez minutos, coreadas por menores de edad con voz de menores de edad:

 

  • El cambio está en la calle y no en los parlamentos.
  • La solución es la expropiación
  • El planeta no se muere, es un asesinato
  • Borroka da bide bakarra (la lucha es el único camino)
  • Jo ta ke irabazi arte
  • Que no, que no, que no nos representan
  • Ecologistas y anticapitalistas

Todo esto alentado por profesores, centros educativos en su conjunto e incluso alguna ministra. Todo esto es lo que está produciendo el “efecto Greta”. Se repite que está sirviendo para que los adolescentes cobren conciencia de la importancia del cambio climático, para que cambien las conductas que afectan al cambio climático, pero no es así. Es un mito. Los adolescentes -ellos mismos lo reconocen cuando se les pregunta- no saben más sobre el cambio climático. No han comenzado a informarse sobre el cambio climático ni sobre lo que dice Greta. Simplemente aceptan lo que dice esa niña, o mejor dicho, lo que transmite esa niña. Aprenden que hay que sentirse mal por el cambio climático, que hay que lanzar mensajes intensos, y que si lanzan mensajes intensos se les hará caso, sin importar que hayan pensado en lo que dicen.

Lo problemático no es tanto lo que dice Greta, sino que lo dice alguien como Greta. Lo problemático es que si el modelo es Greta, los adolescentes serán como Greta. Símbolos, personajes que lanzan mensajes más o menos incendiarios y apocalípticos en nombre de una causa que no han investigado. 

Y lo problemático es también lo que decimos sobre Greta, o algunas de las cosas que decimos sobre el fenómeno Greta. Que está financiada por no sé qué empresas de renovables, que está siendo utilizada por determinados políticos, que está convirtiéndose en símbolo de una causa que va más allá de la preocupación por el medio ambiente. Y como esto es lo que se dice, a esto se dirigen las respuestas de sus defensores. Ni siquiera es lo más importante el daño que se le está haciendo a Greta; al fin y al cabo es una niña más, y es difícil que alguien pueda parar lo que está pasando. Lo más importante es el efecto que todo este fenómeno tendrá en los adolescentes a los que se les está diciendo que Greta es el modelo, lo más importante es el modo en que afectará a su manera de ver el mundo y de relacionarse con él. Un mundo en el que los adolescentes son vistos como la mayor esperanza, en el que las emociones son fuente de verdad, y en el que el conocimiento no debe ser el antecedente de la acción.

Y en cierto sentido, salvando las distancias, algo parecido está ocurriendo con Pedro Sánchez, con lo que decimos sobre Pedro Sánchez. En concreto con lo que decimos sobre el partido de Sánchez en Navarra, el PSN. El qué, lo que hace ese partido, es habitualmente indecente. Se sitúa sin ningún escrúpulo al lado de los nacionalistas y de los populistas, y al lado de quienes siendo todo eso pertenecen a una categoría distinta, la coalición EH Bildu, la izquierda abertzale de toda la vida. El Partido Socialista de Navarra integra hoy el bloque nacionalista, junto a Geroa Bai, Podemos y EH Bildu. Ha asumido su relato, ha asumido sus premisas y ha asumido sus campañas. Y en lugar de hablar de esto, en lugar de denunciar el qué, nos centramos en el por qué. Porque pensamos que si todo esto lo hace como pago a EH Bildu por su apoyo al PSOE y al PSN es peor que si lo hace por el hecho de que, sencillamente, tiene más en común con EH Bildu que con Navarra Suma.
El PSN permitió que la alcaldía de Huarte fuera para EH Bildu, después de que la alcaldesa Amparo López, del PSN, se fuera al Gobierno de Navarra. En lugar de presentar a otro candidato el PSN decidió dejar su silla vacía el día en que se debía elegir al nuevo alcalde, lo que permitió que el nuevo alcalde fuera el candidato de EH Bildu. También decidió apoyar al candidato propuesto por EH Bildu para la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona. Y también decidió no condenar en el Parlamento navarro la propuesta de EH Bildu para exigir desde el Parlamento vasco que determinados partidos no hicieran campaña para las generales en suelo vasco.
El mensaje crítico con el PSN suele partir de una idea: todo lo que hace es una prueba del pacto entre el PSN y EH Bildu, todo sería un pago del PSN a EH Bildu. Pero eso es irrelevante. Y no es la peor opción. La peor opción es que el PSN haga todo lo que hace no porque le debe algo a EH Bildu, sino porque coincide con EH Bildu.

Y claro, cuando decimos que todo es una prueba del pacto PSN-Bildu, los defensores del PSN y del PSOE lo tienen fácil: ¿qué pacto?

 

La cuestión, tanto en el caso de Greta como en el caso de Sánchez, no es quién está detrás, quién los controla o a quién se deben, sino qué es lo que hacen. La cuestión realmente importante, siempre, es lo que hacemos.

Otegi disfrazado de Baltasar

Ayer mientras volvía del trabajo tuve un flashback como de Elseworlds. Un What If? de los de Marvel ambientado en España. Vi a Arnaldo Otegi disfrazado de Baltasar, la cara pintada de negro, en las fiestas de Elgoibar, en los años 80. Me pregunté, como Uatu, qué habría pasado si alguien le hubiera sacado una foto disfrazado de Baltasar, qué habría dicho El País si esa foto hubiera salido a la luz hace unos días, como ha ocurrido con la foto de Justin Trudeau.

Me lo preguntaba a lo tonto, porque probablemente no habría pasado nada. Pero por unos segundos fue reconfortante imaginar la indignación unánime, las peticiones de dimisión, los yo acuso y los argumentos morales aplicados a alguien como Arnaldo Otegi. Por unos segundos imaginé que algo en el pasado de Arnaldo Otegi hubiera significado el final de la carrera política de alguien como Arnaldo Otegi.

La carrera política de Arnaldo Otegi comenzó poco después de la carrera terrorista de Arnaldo Otegi. En realidad no es fácil saber cuándo empieza una y cuándo termina la otra, porque la carrera política de Arnaldo Otegi se desarrolla en los diferentes partidos de la izquierda abertzale que actuaban al son que marcaba la banda terrorista ETA, como muchos de los dirigentes de esos partidos han reconocido.
En cualquier caso, es improbable que en los años 80 Arnaldo Otegi se hubiera disfrazado de Baltasar porque ya estaba integrado en ETA, e imagino que no tendría tiempo para esas cosas. Por eso me preguntaba qué habría pasado si hubiera salido a la luz una foto de Arnaldo Otegi con la cara pintada de negro, y si eso (al menos eso) habría significado el fin de la carrera política de alguien que formó parte de una organización terrorista, de alguien que jamás se ha arrepentido de lo que hizo esa organización terrorista, de alguien que hoy dirige la que es segunda fuerza política del País Vasco gracias, entre otras cosas, a las acciones de la organización terrorista en la que siempre ha militado.

Arnaldo Otegi es el secretario general de EH Bildu, la coalición en la que se integran partidos como Alternatiba, Aralar, los socialdemócratas de EA y Sortu. El partido que lidera esa coalición es Sortu, partido del que Arnaldo Otegi también fue secretario general en los tiempos de su fundación (en realidad refundación: Sortu, Batasuna o Euskal Herritarrok nunca dejaron de ser Herri Batasuna, del mismo modo que Herri Batasuna nunca dejó de ser el brazo político de ETA).
Ayer, en el Parlamento vasco, EH Bildu registró una Proposición No de Ley que decía lo siguiente:

pndl

“El Parlamento Vasco exige” a los partidos políticos que concurrirán a las elecciones generales que se celebrarán próximamente “que apenas tienen apoyo social, político e institucional en Euskal Herria, que no utilicen durante la campaña política el territorio vasco con el objetivo de obtener votos fuera de aquí, y que no tensionen la convivencia causando incidentes o momentos violentos”.

En primer lugar, “exige”. Algunos hoy se quejan de que los de siempre, es decir, los que llevan años siendo vetados con violencia por la izquierda patriótica vasca, han manipulado lo que dice la propuesta. Pues bien, son esos mismos, que también son los de siempre, los que se refieren a la deseada exigencia de EH Bildu diciendo que la coalición “pide”. También se refieren a la propuesta como una “propuesta para la convivencia”.
El argumento para exigir a algunos partidos políticos que no pisen territorio vasco en campaña es el mismo que se usó cuando algunos partidos políticos decidieron hacer campaña, pero también política, en el mejor sentido del término, en Alsasua, Rentería y Miravalles.
Alsasua, Rentería y Miravalles son algunos de los pueblos de Navarra y del País Vasco en los que más claramente se ve cuál es el principal problema de la sociedad vasca. Porque sí, aceptemos que existe una cultura vasca, y que esa cultura vasca, por la lengua y por otras cuestiones, está presente también en determinadas zonas de Navarra. En la sociedad vasca se produce desde hace décadas algo excepcional, algo que no ocurre en ningún otro lugar de España, o al menos no con el mismo empeño, con la misma intensidad y con la misma duración. En la sociedad vasca es normal, es decir, se ha permitido que sea normal, homenajear y solidarizarse con quienes como Otegi formaron parte de una banda terrorista, y con quienes orbitaron alrededor de esa banda terrorista. En Alsasua un grupo de jóvenes dio una paliza a dos agentes de la Guardia Civil en las fiestas del pueblo cuando iban acompañados por sus parejas. Esto no es excepcional. Lo excepcional es el clima en el que se producen esas agresiones, y lo excepcional es la respuesta social a esas agresiones. En lugar de solidarizarse con las víctimas, los partidos nacionalistas del País Vasco y Navarra, los medios de comunicación nacionalistas y en general el ciudadano nacionalista medio se solidarizaron con los agresores. Hablaron de la agresión, que se produjo en un clima de odio a la Guardia Civil, como “una pelea de bar”. Y algunos partidos políticos, fuera de cualquier campaña electoral, fueron a Alsasua para denunciar la excepción moral que se vive en el País Vasco y Navarra, que tienen que vivir algunos ciudadanos vascos y navarros, independientemente de que voten a esos partidos, a otros o a ninguno. En ese acto habló Fernando Savater, que lleva casi toda su vida hablando sobre la excepción moral que vivimos en estas tierras. Y en ese acto un grupo de jóvenes accedió a la iglesia del pueblo para hacer sonar las campanas mientras se producían los discursos. Además, otro grupo de personas, más numeroso, había recibido a los asistentes con gritos e insultos (“Españoles hijos de puta”, por ejemplo). Y además, otro grupo de personas se plantó frente al acto con amplificadores para intentar boicotear el acto con un concierto.

También hubo un acto en Rentería. En ese acto habló Savater y también Maite Pagazaurtundua. Ya me referí a ese acto en esta entrada. Por último también hubo un acto en Miravalles. Hablé de ese acto aquí y aquí. Para este acto las calles de Miravalles aparecieron decoradas con la foto de Josu Ternera y con un mensaje que a nadie del pueblo pareció molestar: “Maite zaitugu”, “Te queremos”.

A nadie pareció molestar ese mensaje, pero obviamente ese mensaje molestaba a muchos ciudadanos. La cuestión, y esto es lo que EH Bildu entiende perfectamente, es que esos ciudadanos están solos y, lo que es más importante, están aislados. Y cuando estás aislado la prudencia invita a no llamar la atención.
Por eso EH Bildu propone que el Parlamento vasco exija a determinados partidos que no pisen suelo vasco en la campaña para las elecciones. Porque saben que si personas como Savater, Pagaza y quién sabe si algunos otros comienzan a poner habitualmente el pie en pueblos como Alsasua, Rentería y Miravalles, es posible que los ciudadanos aislados que tienen que torcer la mirada cada vez que ven la cara de un terrorista como Josu Ternera acompañada del “Te queremos” -que los incluye también a ellos- comiencen a sentirse menos aislados. E incluso que, por imitación, comiencen a plantearse si no podrían hacer algo.

La cuestión, y esto EH Bildu lo entiende perfectamente, es que el peligro no está en que los partidos a los que EH Bildu no quiere en el País Vasco consigan más votos o representación en esa parte de España; el peligro para EH Bildu es que la presencia de determinadas personas en el País Vasco, en campaña electoral o fuera de ella, puede ayudar a que los ciudadanos vascos que no quieren a Josu Ternera comiencen a ofrecer resistencia. El peligro real para EH Bildu no son Rivera, Casado ni Abascal, ni siquiera Savater o Pagaza, sino los ciudadanos de Alsasua, Rentería, Miravalles y tantos otros pueblos que sienten asco cuando ven sus calles decoradas con las caras de terroristas, y cuando ven a sus vecinos, a algunos de sus vecinos, regodearse en el lodo de la excepción moral.

Ésta es la cuestión, y creo que es esencial que todos lo entendamos. Entre otras razones porque EH Bildu lo ha entendido perfectamente.


 

Hoy en la portada de la edición digital de El País no había ninguna mención a la PNDL que EH Bildu registró ayer en el Parlamento vasco. Hoy en la sección España de la edición digital de El País, antes de la noticia sobre la propuesta de EH Bildu para que el Parlamento vasco exija a algunos partidos políticos que no pisen suelo vasco en la campaña electoral de las próximas elecciones generales había otras ocho noticias.


Hoy en las fiestas de Galdácano han colocado esto frente a la Herriko, en la misma calle que las barracas y las tómbolas.

maiteg


Ayer en la PNDL registrada por EH Bildu en el Parlamento vasco se decía esto:

distorsionada

“El objetivo de estos partidos es (…) ofrecer una imagen distorsionada deformando y despreciando los pueblos de Euskal Herria y tensionando y provocando a la ciudadanía, solamente para difundir en el Estado el mensaje que a ellos les interesa”.
Hoy en las fiestas de Galdácano no está ninguno de los partidos que EH Bildu quiere lejos del País Vasco. No están aquí para ofrecer una imagen distorsionada de los pueblos de Euskal Herria. Hoy en las fiestas del País Vasco, frente a la Herriko, hay una pancarta en la que se puede leer “Maite zaituztegu”, “Os queremos”, dirigido a diez etarras, entre los que se encuentra Francisco Javier García Gaztelu, `Txapote´.
Sin distorsión ni deformación. Por eso cuando EH Bildu exige que quienes ofrecen una imagen «distorsionada» de los pueblos de Euskal Herria no pisen suelo vasco no se refiere sólo a los partidos políticos. Porque para ver cuál es la imagen real del País Vasco sólo hace falta pisar el País Vasco.

Entre finitos y tortitas de camarón

Hoy, de nuevo, un artículo sobre Rentería. Éste, en Naiz. Su autor es Iñaki Revuelta, cantante, y el título es Errenteria aurrera!, que se puede traducir como ¡Adelante Rentería! En realidad los artículos sobre Rentería no comenzaron después del acoso del domingo. Comenzaron cuando en buena parte de la prensa no abertzale, con El País como principal referente, decidieron construir un relato sobre Rentería (2017, 2018). Su alcalde había pedido perdón a las víctimas “si en algún momento este consistorio a lo largo de su historia, o yo mismo, no hemos estado a la altura de las circunstancias”. Del mismo modo que cualquier muestra de apoyo que vaya seguida de un “pero” no vale nada, cualquier petición de perdón que comience con un condicional no es más que una muestra de que en realidad no se está pidiendo perdón. La circunstancia a la que se refería el alcalde es que Rentería fue durante muchos años un pueblo vedado para una buena parte de sus vecinos. Y lo sigue siendo. Lo que ha cambiado es que ya no los asesinan. Por eso lo que hace el alcalde de Rentería es peor que inútil. Es inmoral. Lo que hace es pedir perdón a quienes ya están muertos, a quienes fueron desactivados y no pueden molestar, mientras normaliza que los matones, sus matones, en cuanto que son sus representados, acosen a quienes deciden dar discursos que no se integran en la idea única del nacionalismo.
El alcalde, un detalle importante, es de EH Bildu. La misma coalición que tiene en Sortu a su principal partido, la misma coalición que presenta a etarras condenados en sus listas, y la misma coalición desde la que se organizan homenajes a etarras cuando salen de la cárcel. Bien, pues a este alcalde lo acompañó una azucarada campaña mediática desde que nombró las palabras “reconciliación” y “convivencia”.

El domingo se vio en qué consistían la reconciliación y la convivencia. Un partido político decidió celebrar allí un acto con, entre otros, Fernando Savater y Maite Pagazaurtundúa. Días antes de la celebración del acto ya había llamamientos a recibirlos “como merecen”. Entre esos llamamientos estaba el de Sortu, el principal partido de la coalición a la que pertenece el alcalde de Rentería. Llamamientos a recibirlos no con aplausos, o con un silencio solemne, que tal vez sería lo suyo, sino con insultos, con exigencias de que se “vuelvan a España”, con miradas de odio, con patadas a los coches y, lo de menos y lo que más se ha resaltado en cierta prensa, con caceroladas y lazos amarillos. La recepción fue justo lo opuesto al recibimiento que se ofrece habitualmente, también en Rentería, a presos de ETA que salen de la cárcel. A éstos se los recibe con aplausos y aurreskus, como recordó Pagazaurtundúa. A aquéllos se les recibió como si fueran asesinos. Había más personas insultando a los asistentes del acto, desde que entraron hasta que se fueron, que asistentes al acto. Este detalle se ha comentado con cierta sorna en la prensa no abertzale, dando la razón a la prensa abertzale, más roma, que señalaba directamente que no eran bienvenidos.


Ésta es la esencia no sólo de Rentería, sino de todos los pueblos vascos -y catalanes- en los que el nacionalismo no es que se haya desviado, sino que sencillamente ha llegado a su última fase, la de religión sustitutoria que genera sus propias inquisiciones y sus propios demonios. La esencia de cierta prensa no abertzale, por alguna razón, es tolerar que en numerosas regiones de España siga imperando la ley de la tribu, la separación entre un ellos y un nosotros, una separación étnica que va más allá de lo retórico.

Pero esta prensa no puede mostrar sin más el esqueleto de esta convivencia orwelliana. Necesita un relato, una ficción sobre la que construir su aceptación cobarde de lo peor de España, de Europa y de la historia reciente. Necesita artículos como los que se publicaron hace dos o tres años sobre el ejemplar alcalde de Rentería, aunque hoy no puedan ser vistos más que como una enorme equivocación, no sólo empírica sino principalmente moral. Gracias a esos artículos, y gracias a las campañas del propio ayuntamiento, se pueden publicar textos como el que hoy aparece en Naiz. “Adelante Errenteria”, dice el autor del texto. “Gora Errenteria”, decía Maite Pagazaurtundúa. El autor del texto apela a quienes el domingo le gritaban a Maite Pagaza que se volviera a España, los anima a que lo sigan diciendo. Maite Pagaza, que pasó su infancia en Rentería, también se dirigía a ellos. Se dirigía a ellos como el padre Barry se dirigía no sólo a los matones de La ley del silencio, sino también a aquéllos que guardaban un silencio cómplice. Pagazaurtundúa se dirigía a ellos y los miraba a la cara no para hacerse perdonar ni para intentar “seducirlos”, sino para que escucharan, por una vez y en su casa, que también es la de ella, en qué consiste el horrible proyecto del que decidieron ser parte.
La prensa no abertzale necesita artículos como el que hoy publica Naiz porque, además de dar la razón a quienes exigían a los asistentes del acto que se fueran y no volvieran nunca, deja pinceladas de la ejemplar lucha del pueblo por la convivencia:

Mucha «culpa» de todo esto que se respira por allí la tiene su alcalde Julen Mendoza, al cual también tuve el honor de conocer en uno de esos enriquecedores encuentros culturales. Entre finitos y tortitas de camarón, entonábamos “Txoria Txori” con un toque flamenco, en una bella armonía entre personas que únicamente quieren aportar y no destruir. Envidiable sin duda ese escenario logrado, ansiado por muchos pero no siempre conseguido.

Rentería, como tantos otros pueblos vascos -y catalanes- es el horror oculto tras una gran ficción. Es una aldea potemkin en la que todo es bella armonía, siempre y cuando los que hasta hace poco temían ser asesinados por no aceptar el modelo tribal de convivencia se queden en casa cuando alguien como Maite Pagazaurtundúa, vecina del pueblo y a cuyo hermano decidió asesinar ETA, pretende dar un discurso en la plaza. Puedes organizar jornadas culturales, comer tortitas de camarón, recibir con aplausos a los asesinos de ETA e incluso cantar con un toque flamenco; pero que no se te ocurra dar un discurso en la plaza para defender a quienes siempre fueron silenciados en pueblos como Rentería, porque dirán que vas a provocar. Lo dirán quienes aplauden a los etarras, el alcalde, los dirigentes del Partido Nacionalista Vasco, la prensa abertzale, una parte de la prensa no abertzale, los dirigentes de partidos como Podemos e incluso, de manera más o menos explícita en función de las circunstancias, dirigentes del partido que durante un tiempo fue el partido de Maite Pagazaurtundúa.

La España negra es y ha sido siempre, desde que vivimos en un Estado de derecho, la España de Rentería, Alsasua, Vic y Amer. La España de los que limpian con lejía después de que pasen quienes son considerados enemigos del pueblo, la España de los que repiten el mensaje único desde la megafonía municipal, la España de los que cierran los pueblos a los que “vienen de lejos” mientras los abren a quienes decidieron asesinar a los enemigos del pueblo. Ésa es la España negra realmente existente. Y seguirá siéndolo mientras no entendamos que el primer paso para conseguir la España que quieres debe ser la denuncia firme y constante de esta España indeseable, y que en Rentería, Alsasua, Vic y Amer hay personas que quieren una España en la que se pueda vivir con normalidad, y que esas personas merecen algo más que una condena genérica, rápida y estéril de «las violencias vengan de donde vengan». Porque las violencias vienen casi siempre del mismo sitio, y se dirigen casi siempre hacia los mismos.

——————————————————————————————————————–El Ayuntamiento de Rentería elaboró el año pasado una campaña para mostrar la convivencia y la diversidad que caracterizan al pueblo. El principal documento de la campaña era una canción. El nombre de la canción es «Egin zaidazu bisita», algo así como «Visítame». Al comienzo del vídeo, varios felpudos ante una puerta, con palabras como «Home», «Ongi etorri» o «Bienvenidos», en varios idiomas. Éste es el vídeo. A continuación, un vídeo en el que cualquiera puede ver cómo fue el trato a los que quisieron visitar Rentería el domingo. Y por último, el discurso de Maite Pagazaurtundúa en Rentería.