El que se arrepiente de lo que ha hecho. (Matisyahu y Sunsplash, II)

arrepentimiento LIV

Esta tarde mientras volvía a casa me enteraba de que los responsables del Rototom Sunsplash habían rectificado y pedían disculpas -ofrecían, en todo caso, pero ésta es otra batalla perdida- a Matisyahu, a quien habían intentado humillar públicamente unos días antes. Incluso invitaban al cantante a actuar en el festival, recuperando la fecha que habían programado antes del veto.

Qué bien, he pensado. Al menos han rectificado. Pero me ha durado poco la satisfacción. Me suele pasar con los arrepentimientos de este tipo. E imagino que será por lo que decía Spinoza sobre el arrepentimiento. Que, por otra parte, es muy poco.

El arrepentimiento no es una virtud, o sea, no nace de la razón; el que se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente miserable o impotente.

No es que el arrepentimiento sea malo. Es que no existe tal cosa. Arrepentirse no es más que desear no haber hecho algo, volver al estado en el que nos encontrábamos antes de cometer ese acto. Y sabemos, o deberíamos saber, que eso es imposible. No hay manera de borrar lo que hemos hecho, sea bueno o malo. Así que el arrepentimiento es un acto estéril. El privado. El público es algo peor. El arrepentimiento público es un acto miserable. Tanto más miserable cuanto peor sea el acto cometido. Es una puesta en escena -prestidigitación, ilusionismo- cuyo objetivo es borrar el acto, si el público consiente. Y el público suele consentir. El arrepentimiento, nos decimos, si es sincero ha de tener recompensa. Y como por arte de magia la sinceridad borra el hecho, devuelve al actor al momento previo, lo redime. No es que haya resonancias teológicas. Es que el arrepentimiento es un concepto puramente teológico. Fuera de ese ámbito, como decía, no tiene sentido.

Hace unos meses hubo una ocasión inmejorable para reflexionar sobre el significado del arrepentimiento. Iñaki Rekarte, etarra condenado por el asesinato de tres personas, se paseó durante varios días por redacciones y estudios de televisión para mostrar públicamente su arrepentimiento. Y para hablar del amor y de lo difícil que le resultaba perdonarse a sí mismo. Esas palabras, la presencia del etarra en los medios e incluso el mismo perseverar en su ser encerraban una contradicción. O así me lo parecía. Y estamos, lo reconozco, ante un caso de entendimiento particular. No entendía cómo un asesino se dedicaba a airear su arrepentimiento junto con otras confesiones sentimentales privadas. Y en realidad era bastante fácil entenderlo. El arrepentimiento era otra confesión sentimental. Sin carácter performativo, claro. Ésa es la esencia del asunto. Suponemos que el arrepentimiento es performativo, cuando no es más que enunciación vacía. Arrepentirse en público es una contradicción. El arrepentimiento real, si existe, debería ser siempre privado. Y en un caso como el del asesino de tres personas debería consistir únicamente en la eliminación de ese esfuerzo por perseverar en el ser. Es decir, suicidio. O desaparición, para aquellos a quienes les tiemble el pulso. Justo lo contrario de ese ejercicio de sentimentalismo al que Rekarte y sus cómplices se lanzaron.

Pero estábamos hablando del trato vergonzoso que Rototom Sunsplash dispensó a un artista al que habían invitado, y nos hemos ido al suicidio y a un etarra. Lo de los responsables de este festival no fue para tanto. Únicamente consideraron que, como Matisyahu era judío, debía pasar un test de idoneidad. Había que ver si comía tocino. Y además, dicen, actuaron coaccionados. No sé hasta qué punto llegó esa coacción. A lo mejor el BDS escribió el comunicado que publicó el director del festival en su cuenta de Facebook. En ese comunicado –Mi punto de vista– decía que se habían encontrado entre dos extremismos. El del BDS, conocido, y el de Matisyahu, que consistió en no querer participar en la humillación pública a la que habían intentado someterle. La deliciosa equidistancia.

Así que el Rototom Sunsplash pide disculpas por su equivocación, fruto del boicot y de la campaña de presiones, amenazas y coacciones promovidas por BDS País Valencià, y vuelve a invitar al artista vetado. Y a lo mejor hay que felicitarse por ello, en lugar de enredarse con Spinoza y el arrepentimiento. Es cierto que podrían haber aprovechado para denunciar pública y contundentemente al BDS (todas sus campañas, no sólo ésta) y el antisemitismo cobarde en el que cayeron. Pero ay, el conatus.

P.S. Ya han pasado varios días desde que ocurrió, y finalmente Matisyahu actuó en el festival. Al margen de esto último, creo en el fondo que sí hubo una especie de victoria en la denuncia contra los organizadores del Rototom Sunsplash. Sirvió, al menos, para desenmascarar el movimiento BDS, y para afear la conducta a quienes se han plegado -y se seguirán plegando, no seamos ilusos- a sus campañas antisemitas. El texto que escribí me pareció inapropiado en la segunda relectura. Puede que por la inclusión del párrafo sobre Rekarte, o puede que por la exageración en torno al arrepentimiento. En cualquier caso, ahí queda.

Resumen de un curso. (Una ficción necesaria)

physis

Hace casi un año me lamentaba por no poder dar clase, una vez más. Y menos de un mes después me encontraba trabajando en un colegio. Sólo Filosofía, sólo Bachillerato. Y lo que iba a ser una sustitución corta acabó durando todo un curso.

Cuando se acercaba el final, comencé a darle vueltas a la idea de hacer balance. Para qué había servido, qué había conseguido. Sabía, como sé ahora, que todo eso no son más que ejercicios de vanidad. Nunca se sabe para qué han servido las clases, o si han servido para algo. Tengo la sensación de que para mucho menos de lo que uno sospecha. La edad, el entorno, la época, lo que sea, les condiciona. Y creo que entre todos exageramos el impacto real de una clase. Exageramos incluso -o especialmente- la ejecución de esa clase. Cuántas veces me habré ido a casa sonriendo, con la idea de que muchos de los alumnos han estado cincuenta minutos implicados, sin saber que, en el fondo, hay un abismo entre lo que ellos perciben y lo que yo creo que perciben.

Por eso, también hacia el final, me acordé durante unos días de El guardián entre el centeno, de lo que Holden Caulfield decía que era lo único que quería hacer: vigilar el campo de centeno para que ningún niño cayese por el precipio. Y dejar que jugasen. Pero eso también era, una vez más, una construcción de la realidad. Construcción falsa, iba a decir, como si no fuera claro el pleonasmo.

No sé si este curso les habrá servido para algo. No sé, ni siquiera, si tiene que «servir» para algo. Porque no se trata de un «servir»pragmático. Cuando digo «servir para algo» siempre pienso en algo que va más allá de la utilidad que se le presume a la educación. Va incluso más allá de eso que aparece en la mayoría de los manuales de Bachillerato, el «fomento del pensamiento crítico». No se trata de eso. Tiene algo que ver con lo que dice Steiner (o más bien C. Ladjali) en Elogio de la transmisión. Y por eso es irreal. La educación es lo que, en el fondo, nunca se da. Y cuando se da, termina muy rápido. Es decir, no se da. Porque el efecto, sea el que sea, debe ser permanente. Y si no lo es, entonces se trata de otra cosa.

Pero ya me he extendido demasiado sobre algo que no sé expresar con precisión.

Voy a hacer un resumen de las cosas que hicimos en clase durante unos pocos meses. Y obviaré, lógicamente, aquello que «había que hacer», los mínimos. Por eso cuando hablo de este curso, y cuando hablo en general de dar clase, pienso siempre en 1º de Bachillerato. 2º es un curso horrible, siempre. Hay momentos interesantes, pero todas las clases están dirigidas a maximizar el resultado en un examen final. Un examen para el que no están preparados, claro.

1º es diferente. Puede que la clase no responda, y desde luego hay que dar unos temas concretos. Pero hay mucha flexibilidad a la hora de tratar esos temas. Seguramente sea porque no hay un examen final ante el cual responder. Y sería oportuno reflexionar sobre la idoneidad de ese examen final, en una asignatura como Filosofía. Si no puede evaluarse con un examen final, ¿para qué enseñar Filosofía? Y si puede evaluarse con un examen final, ¿para qué enseñar Filosofía? Sería oportuno reflexionar sobre ello, pero no lo voy a hacer ahora. Paso ya a mencionar algunas de las cosas que tratamos durante el curso.

1 – Hay que intentar empezar a lo grande, así que saqué de la chistera la columna Experimento. Tuvieron que leer el texto y escribir una reflexión personal. Palabras mágicas, estas últimas. El mecanismo definitivo contra el pensamiento crítico: pedir pensamiento crítico. Es decir, tópicos. Así que de 90 alumnos, sólo uno fue capaz de ver el enorme error de cálculo de A. Grandes. Y escribió la reflexión en casa, así que se perdió el control sobre el experimento. Varias semanas después aproveché una guardia inesperada en 4ºESO para volver a hacer la prueba. Y el resultado, con casi 30 alumnos, fue el mismo. 120 conclusiones precipitadas, a partir de un dato erróneo y fácilmente comprobable. Una experiencia necesaria.

2 – No recuerdo con seguridad cuál fue el siguiente momento digno de mención. La segunda evaluación se convirtió en un laboratorio de textos, propuestas y comentarios en torno al libre albedrío y la naturaleza humana. A lo largo de esos meses vimos los experimentos de Milgram y Stanford Prison, leímos algunos fragmentos de Spinoza y de Antonio Damasio, una entrevista a Susan Blackmore, otra a Susan Pinker, e intenté, con escaso éxito, explicar el significado del Holocausto. También publicamos una revista en papel, con el mismo éxito que lo anterior, que al menos sirvió para comprar cinco o seis libros para la biblioteca del colegio. Las reflexiones en torno a los problemas del libre albedrío generaron más de un dolor de cabeza. Una experiencia necesaria.

3 – Antes de eso, ya recuerdo, tuvimos el placer de escuchar en el colegio a un catedrático de la UPV. El tema de la charla era la relación entre ciencia y democracia, y estuvieron a la altura. También antes de la segunda evaluación vimos la diferencia entre causalidad y correlación. Creo que aprendieron en qué consistía, pero no puedo asegurar que fuera como consecuencia de las clases.

4 – Comentamos la entrevista al etarra Iñaki Rekarte. Conocieron el atentado de Salvatierra y el caso de Mikel Otegi. Vimos la escena del Padre Barry en La Ley del Silencio.

5 – Durante la tercera evaluación, que no conseguí hacer interesante, tratamos la política. Me sorprendió que reconocieran que sabían muy poco, y que pidieran información. Leímos algo de Platón, algo de Aristóteles, algo de Marx. Algunos tuvieron la suerte de ver por primera vez Casablanca, El hombre que mató a Liberty Valance, Matar a un ruiseñor o La ley del silencio. También Omagh. Otros leyeron (o releyeron) El señor de las moscas. Y yo tuve la suerte de leer no pocos trabajos muy buenos. Una experiencia gratificante.

6 – Hace un par de meses, cuando quise escribir esto, la lista de momentos destacables me parecía enorme. Pero me engañaba entonces como me engaño ahora. En eso consiste, en parte, ser profesor. En engañarse a uno mismo para evitar engañarles a ellos. Engañarse a uno mismo es pensar que algo permanece, después de todo, que las clases y los textos sirven realmente para algo, que son necesarias. Engañarles a ellos es ofrecerles un sucedáneo, no implicarse, abrir el libro por la página 167, no dejarles claro que la Filosofía, si es algo, es destructiva. Incluso hacia sí misma.

Fue una gran ficción, tal vez necesaria. ¿Pero necesaria para quién? Por cada éxito incierto hubo varios fracasos constatados. El texto de Albiac que enlazo y copio fue el último que coloqué en el tablón de clase. En las tres de 1º o en las seis de Bachillerato, no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es que se convirtió en un reflejo perfecto, físico, de lo que contenía. Papel arrugado que acabaría, seguramente, en la caja de reciclar.

Nuestras bibliotecas (nuestras clases, nuestros apuntes) serán nada: triturado papel que reciclar en pasta.

Pero ya sabemos cómo hay que imaginar a Sísifo, según Camus.

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Judenfrei

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Rototom Sunsplash es un festival de música reggae que se celebra en Benicassim. Hasta hace unos días era uno más de los cientos de festivales veraniegos, pero recientemente ha aparecido en los medios debido a la cancelación del concierto de un músico por presiones de un grupo de activistas.

El músico es Matisyahu. Americano, y judío. Y el grupo que inició la campaña, el BDS valenciano. BDS es Boicot, Desinversiones y Sanciones. Contra Israel, suelen decir. No contra los judíos. Anti-sionistas, no antisemitas. Pero se da la circunstancia de que Matisyahu no es israelí. Es judío, «sólo». Y en teoría ellos no tienen nada contra los judíos por el hecho de ser judíos, sino por israelíes. Así que los organizadores del festival, preocupados al ver cómo se comenzaban a producir cancelaciones de artistas y ponentes invitados, dieron con la manera de contentar al BDS manteniendo al mismo tiempo su exquisito respeto por la tolerancia y la libertad de expresión: nada menos que obligar a Matisyahu a pasar un litmus test de idoneidad política/racial. Pese a que nunca había expresado opiniones políticas en sus letras, quién sabe lo que podía esconder esa cabeza judía. El director del festival pidió al artista judío (o hebreo, como recogen todos los medios españoles) una declaración en la que manifestase el derecho de los palestinos a tener su propio Estado, y el rechazo a todas la guerras. Matisyahu no respondió, y ésa fue la excusa para ceder ante las presiones del BDS. Aunque desde la dirección del festival niegan que hayan cedido.

Evidentemente, a Matisyahu, y sólo a Matisyahu, le piden que conteste a esa pregunta. Y le preguntan sólo a él porque es judío. Si eres un artista y no eres judío, puedes pasar. Ahora bien, si eres judío tienes que manifestar públicamente tu rechazo a Israel. Y podría llevarse un paso más allá. Ya ha quedado claro que el público puede sentirse incómodo ante la presencia de un músico judío, y que obligarles -sólo a ellos- a pasar un test político se acoge con total normalidad en España. Pero también podría generar malestar que entre los asistentes hubiera judíos bailando. Y como la logística necesaria para preguntar a todo el público es complicada, sería un buen gesto que todos los judíos, si los hubiere, mostrasen de alguna manera su judeidad. Un brazalete, una estrella amarilla, algo así. Para que no haya «desencuentro, incomprensión, intolerancia e intransigencia». Es decir, para que no haya judíos.

La abyección moral de la que nacen todas estas actitudes antisemitas de nuevo cuño -un antisemitismo ligero: cómplice, cobarde y con buena conciencia- queda perfectamente retratada en este comunicado del director del festival.

judenfrei

ACTUALIZACIÓN:

Ésta es la respuesta de Matisyahu.

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«Nos están asesinando por ser mujeres»

nosestanmatando

¿Existe una campaña en España, en la que participan todos los hombres, para asesinar mujeres?

Es imposible que alguien cuerdo pueda plantearse en serio esta pregunta, y no digamos ya responder afirmativamente. Pensar que los padres, amigos, novios, hermanos, maridos o hijos pueden matarte en cualquier momento debe de ser insoportable. Literalmente. Si quien se plantea la posibilidad de tal campaña es hombre, la cosa cambia. Ya no pensaría que esas personas pueden acabar con su vida en cualquier momento, sino que podrían acabar con la vida de amigas, madres, hermanas, novias, primas o hijas. Pensaría que él mismo podría ser el asesino de cualquiera de ellas.

Creer de verdad algo así, ya digo, es imposible. Es incompatible con la cordura, y con la vida en sociedad. Pero al parecer hay muchas personas que lo creen. Muchas personas en España dicen que las mujeres son el objetivo de una campaña orquestada por los hombres para acabar con ellas. Así que sólo hay dos posibilidades.

La primera es que se lo crean, y que al mismo tiempo sean capaces de seguir con sus vidas con total normalidad. Todas estas personas pensarían que sus padres, hijos, etc, son asesinos por el hecho de ser hombres. Pero al mismo tiempo les siguen tratando con normalidad. Conviven con ellos, les regalan cosas cuando cumplen años, les saludan cuando se cruzan en la oficina. Y los hombres que comparten esta creencia, al parecer, no viven preocupados por el hecho de que en cualquier momento sus padres, amigos o hermanos puedan acabar con alguna mujer de su entorno. Imagino que ellos mismos se verán como una excepción a esta pulsión homicida selectiva.

La segunda posibilidad es que, en el fondo, no se crean que todos los hombres son asesinos de mujeres. En este caso habría que investigar por qué afirman algo que no creen. Aunque sólo sea porque esas afirmaciones tienen consecuencias. Alguien ha comentado recientemente en Twitter, por ejemplo, que una estudiante de Canadá, cuando consideraba las opciones para seguir con sus estudios en otro país, descartó el nuestro porque le daba miedo. Porque en España matan mujeres. Un habitual animador del circo mediático nos revela que ser mujer consiste precisamente en pensar que el hombre que está a tu lado puede asesinarte en cualquier momento.

sermujer

Así que sería conveniente tratar de esclarecer qué es lo que piensan. Y para eso es imprescincible diseccionar qué es lo que se dice realmente, y qué es lo que se quiere decir, cuando se lanzan al aire expresiones como «En España nos están matando por ser mujeres.»

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NOS

1 – Todas las mujeres en España están siendo asesinadas.

2 – Todas las mujeres en España piensan que están siendo asesinadas.

3 – Algunas mujeres en España piensan que están siendo asesinadas.

4 – Algunas personas en España piensan que las mujeres están siendo asesinadas.

5 – Algunas personas en España son asesinadas.

ESTÁN

1 – Todos los hombres en España son asesinos de mujeres.

2 – Todos los hombres en España son asesinos en potencia de mujeres.

3 – Algunos hombres en España son asesinos de mujeres.

4 – Algunos hombres en España son asesinos.

5 – Algunas personas en España son asesinas.

POR

1 – En España los hombres asesinan a las mujeres por el hecho de ser mujeres.

2 – En España hay hombres que han asesinado a una o varias mujeres. Los móviles en esos asesinatos no suelen ser racionales, y no se puede hablar de una campaña en la que participan todos los asesinos.

ACTUALIZACIÓN:

«Marcha no mixta contra la violencia machista». Tsevan Rabtan sobre uno de los derivados del asunto, aquí.