Lotófagos, II

Creo recordar que el primer artículo que escribí para The Objective fue ‘Lotófagos’, aunque es posible que me falle la memoria. Era marzo de 2016, unos días después del aniversario de los atentados del 11 de marzo en Madrid, y el tono de la reflexión era, como de costumbre, pesimista. Había y hay razones para ello. En España llevamos años viendo cómo los principales responsables políticos han colocado la destrucción de la memoria en los primeros puestos de su lista de prioridades. Lo vemos en la educación, sin duda. “El Gobierno planea un vuelco para que el aprendizaje en la escuela sea menos memorístico”, leíamos hace dos días en El País. Según el periódico, que dice haber tenido acceso a los documentos que maneja el Gobierno, esta reforma pretende sustituir “el sistema enciclopédico, consistente en largos listados de hechos y conceptos, que los alumnos debían poder repetir, implantado tras la ley Wert, por otro en el que los alumnos aprendan a aplicar los conocimientos”. Más allá de lo que pretenda y de lo que consiga la reforma, lo relevante es fijarse en las palabras con las que habitualmente se envuelve el asunto. Se pretende que los alumnos aprendan a aplicar los conocimientos, y al mismo tiempo se presenta el conocimiento, la adquisición y la comprensión de datos y conceptos, como algo arcaico, inútil o despreciable. Cabría preguntarse, por tanto, qué es lo que tiene de positivo, de real, una reforma que pretende aplicar algo que previamente quiere degradar. Y cabría preguntarse también cuánta verdad hay en las premisas de las que parte la reforma. ¿No se enseña ya, no se ha enseñado siempre a “aplicar los conocimientos”? ¿Cómo se puede aprender Historia, Lengua o Filosofía, cómo se puede comprender un contexto, un texto o un concepto sin aplicar y relacionar conocimientos? ¿Dónde han visto los apóstoles del ministerio esas aulas en las que se prohíbe la aplicación del conocimiento?

Este discurso vaporoso y degradante no se da sólo en los debates técnicos del ministerio. Ayer la ministra de Educación, Isabel Celaá, escupió a un diputado del PP una serie de palabras en un intercambio dialéctico sobre la educación especial. “Señor Matarí, ¿de dónde viene usted? ¡De qué lejos viene usted! Usted no tiene ningún contacto ni con el mundo educativo, ni con los padres, ni con los hijos, ni con los profesores. Usted no sé de qué habla”. El señor Matarí, diputado del Partido Popular, acababa de contar que es padre de una hija con síndrome de Down que estudió en un centro de educación especial. Gracias a ello pudo estudiar un grado en la universidad, también adaptado a sus necesidades, y hoy trabaja y está integrada en el ámbito laboral y social. Menos de dos minutos después la ministra de Educación comenzó su respuesta con el mencionado “Señor Matarí, de dónde viene usted”, y esto produjo risas en el Congreso. La ministra Celaá comenzaba su intervención preguntando “de dónde viene” a alguien que acababa de explicar de dónde venía. “Usted no tiene ningún contacto con el mundo educativo, ni con los padres, ni con los hijos, ni con los profesores”. Esto es lo que vino después de las risas, y se lo dijo a un padre que acababa de explicar el proceso educativo de su hija.

La ministra que le dice a un padre como Juan José Matarí que no tiene contacto con algo que por desgracia conoce a la perfección es la misma que inicia una reforma para “sustituir el conocimiento memorístico por la aplicación del conocimiento”. La ministra, sus técnicos y sus apóstoles, ella y los que presentan la reforma como lo más progresista y lo más innovador que se puede hacer en la educación, desconocen qué es lo que pasa en las aulas de España desde hace años. Desconocen que cualquiera que se dedique a la docencia espera -o debería esperar- de sus alumnos algo más que el volcado de datos y conceptos. Y desconocen también que la principal dificultad que tiene el docente para conducir a sus alumnos a algo más que el volcado acrítico de datos y conceptos, la razón por la que no siempre se consigue, es doble: por una parte, la raquítica comprensión lectora a la que se les condena desde las primeras etapas educativas; y por otra parte el desprecio al orden, al silencio y a la disciplina en el aula -condiciones necesarias para que pueda haber aprendizaje real- por ser valores del “antiguo régimen”, como si el cerebro humano pudiera explicarse desde la sociología y no desde la biología.
Por último, la ministra y sus técnicos deben de desconocer también que, además de estas dificultades comunes a las aulas de toda España, hay regiones en las que se añade una tercera dificultad: la obligatoriedad de aprender en una lengua que muchos o la mayoría de los alumnos no dominan. ¿Qué conocimientos esperan que apliquen los alumnos, por tanto, si se considera la memoria y la adquisición de conocimientos algo arcaico? ¿Qué conocimientos esperan que apliquen si consideran que las condiciones que permiten el aprendizaje son algo propio del antiguo régimen? ¿Y qué conocimientos esperan que apliquen los alumnos del País Vasco o de Cataluña que no dominan el euskera o el catalán, lenguas en las que les obligan a estudiar?

El debate sobre la “educación no memorística” no es más que una gran simulación compartida. Hablan y lanzan reformas fingiendo conocer lo que pasa en las aulas, y hablamos como si no supiéramos que la razón para este discurso no es su desconocimiento, sino su desinterés por la educación y por los alumnos. No desconocen lo que ocurre en las aulas españolas, sino que lo ignoran. Y esta simulación la llevan hasta lo más personal. Si la ministra Celaá responde con desprecio a Juan José Matarí, y si los compañeros de Celaá en el Congreso ríen tras sus palabras, no es porque se hayan olvidado de lo que acaba de contar el diputado, sino porque no les importa. Porque les da igual. Y porque saben que a la mayor parte de sus votantes y a buena parte de quienes se dedican a fiscalizar los discursos y los actos de los políticos también les dará igual tanto el fondo como la forma.
Éste es el terreno político y moral en el que se produce el debate sobre la educación en España. Algo que no sólo debería ocupar tribunas, editoriales y telediarios, sino que debería llevar a la dimisión de Isabel Celaá, incapaz de estar a la altura de su cargo, de la profesión docente y de las justas demandas de padres como Juan José Matarí.


Había comenzado este texto con la intención de hablar de un proyecto relacionado con la memoria que se presentó ayer en Bilbao, pero no sería justo mezclar algo así con esto otro. Queda para mañana el texto sobre la otra memoria, en la que sí hay avances y nobleza.

«El euskera es la lengua de aprendizaje y repercute directamente en el logro de todas las competencias».

 

Durante el repaso diario a la prensa me encuentro con esta noticia que publica El Correo.

 


En la noticia destaca una frase:

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«El euskera es la lengua de aprendizaje y repercute directamente en el logro de todas las competencias«.

La noticia cuenta que el Departamento de Educación del Gobierno vasco ve con preocupación los efectos que el confinamiento habrá producido en los alumnos vascos; los efectos en su aprendizaje del euskera. Los “alumnos de entornos castellanoparlantes”, bastante más de la mitad de todos los alumnos vascos, sólo emplean el euskera, la “lengua propia” de los vascos, como se suele decir, en los centros. Ésta viene a ser la primera premisa. La segunda es la que se recoge en el titular. El euskera, al ser la lengua vehicular en la educación, repercute directamente en el rendimiento académico de los alumnos.

Sólo con estas dos premisas debería producirse una reflexión profunda en quienes se dedican a analizar las características de nuestros sistemas educativos, y también en quienes se dedican a declarar su preocupación por casi cualquier cuestión que afecte al aprendizaje de los alumnos. El ruido, el calor en el aula, los horarios, la dificultad de los exámenes, los turnos, el número de alumnos por aula, la extensión del curriculum, la metodología, las evaluaciones. El número de cuestiones que afectan a los alumnos, y a las que se dedican numerosas tribunas y estudios, es enorme.
Pero nunca, nunca, nunca aparece la frase de Cristina Uriarte, consejera de Educación del Gobierno vasco. Nunca se preguntan cuáles son las consecuencias para los alumnos de entornos castellanoparlantes de tener que estudiar en una lengua, el euskera, que sólo emplean en los centros educativos.

Y como nunca se lo preguntan, la conclusión de esas dos premisas es la siguiente: el Gobierno vasco, mediante su Departamento de Educación, transmite a los centros la necesidad de que el próximo curso la prioridad sea reforzar el euskera en los alumnos de entornos castellanoparlantes. Porque “el euskera es la lengua de aprendizaje y repercute directamente en el logro de todas las competencias”.
Y como nunca se preguntan lo que no les conviene preguntarse, la pregunta que tendrían que hacerse queda en los márgenes, en las afueras: Si el euskera repercute directamente en el logro de todas las competencias y sólo un porcentaje muy pequeño de los alumnos domina el euskera, ¿qué efectos está teniendo en los alumnos de entornos castellanoparlantes el hecho de tener que aprender en euskera?

Ésta era la pregunta que no se hacía antes de que los alumnos hubieran tenido que pasar al menos seis meses sin ir a la escuela. La pregunta que habría que hacerse ahora es: Si el euskera ya afectaba al logro de todas las competencias, y si además los alumnos van a estar al menos seis meses sin ir a clase, ¿por qué la prioridad del Gobierno vasco, a través de su Departamento de Educación, es reforzar no las competencias que no se han adquirido sino el euskera?
Caben muchas preguntas más. Aquí haré otras dos.

La primera tiene varias ramificaciones. Si el euskera repercute directamente en el logro de todas las competencias, y la mayor parte de los alumnos vascos se ve obligada a estudiar en euskera, ¿en qué situación deja esto a los alumnos de entornos castellanoparlantes respecto a los de entornos vascoparlantes? ¿Cómo afecta a sus posibilidades de acceder a la carrera que elijan? ¿Cuántas alumnas de entornos castellanoparlantes, a ver si poniéndolo así, no conseguirán acceder a una carrera STEM por el hecho de que el euskera es la lengua de aprendizaje y repercute directamente en el logro de todas las competencias, y por lo tanto también en las notas? 

Y la segunda: ¿Qué hacen los pedagogos, los expertos en educación, los periodistas especializados, los sindicatos, las asociaciones de estudiantes, las asociaciones de padres, los profesores activistas, en fin, qué hacemos todos nosotros mientras ocurre esto? ¿Qué es lo que decimos cuando el Gobierno vasco, o sea, el PNV y el Partido Socialista de Euskadi, reconoce abiertamente que su sistema educativo y su política lingüística suponen un coste enorme para la mayor parte de los alumnos del País Vasco?

Hacemos lo de siempre, lo habitual en esta tierra. Callar, acelerar el paso y mirar al suelo.

Lección sin alumnos

Esta mañana he creído que sería buena idea hacer algo para los que hasta hace dos semanas fueron mis alumnos. Me he puesto a escribir una especie de lección inicial, pensando en que después vendrían lecturas y referencias para que pudieran dedicarle tiempo durante el confinamiento a cuestiones importantes, sin pensar en cómo haría para que les llegase.
Y después me he dado cuenta de que ha sido una estupidez. Porque probablemente ya están entretenidos, y, sobre todo, por lo que digo en la primera frase: hasta hace dos semanas.

Ya no. Y no tiene sentido actuar como si este cambio en nuestras vidas anulase el cambio anterior.
Así que la dejo aquí, para que al menos me recuerde a mí, dentro de unos años, que las estupideces bienintencionadas son una inútil y frustrante pérdida de tiempo. Además, encaja muy bien con la imagen de la firma del blog.


 

Estamos ante un nuevo tiempo, y los nuevos tiempos son dados a frases vacías como ésta. Pero de algún modo hay que empezar, y aunque precisamente ahora el tiempo y la urgencia se hayan distanciado, aunque ya no estéis pendientes de la rutina diaria, de los recreos y de los timbres, hay que tener cuidado con la gestión de aquello que, tal vez porque va a ir acumulándose durante los próximos días, puede convertirse en problemático. Tal vez se trate por tanto más de ordenar que de aprovechar el tiempo. De “darle sentido”, como diríamos si estuviéramos en clase.

¿Recordáis cuáles eran las tres respuestas que el ser humano solía dar a su función en el mundo? Bueno, pues estamos en algo parecido ahora mismo. Es conveniente que llevemos este nuevo tiempo de la mejor manera posible, y reordenando las prioridades.

Ya no soy vuestro profesor, e incluso si aún lo fuera estaría haciendo esto mismo, por las mismas razones. No se trata de intentar seguir el curso como si nada pasara, ni tampoco de sacaros del aburrimiento. Se trata de aprovechar para tratar con más calma algunas cuestiones que fueron saliendo y que habrían seguido saliendo, y también se trata de mantener o crear nuevas rutinas que nos ayuden a todos a comprender qué es lo que estamos viviendo.

Ya no soy vuestro profesor pero lo fui durante un tiempo, y hay vínculos que permanecen más allá de las obligaciones. Así que si os parece interesante, si os aburrís, si queréis leer o escribir, si pensáis que puede ser útil dedicarle a esto un rato todos los días, sea lo que sea esto, estaré encantado de pasarme por aquí.

 

Ahora habría que definir “esto”, diría si siguiéramos en clase. Pero sería absurdo. “Esto” igual dura dos días, igual ni siquiera consigo que os llegue, o igual no le interesa a nadie. Así que de momento dejaremos la definición en el aire y volveremos a observarlo cuando haya pasado el tiempo. Sólo entonces podremos ponerle nombre.

Intentaré dejaros lecturas, películas, recomendaciones para que podáis dedicar la profundidad que requiere a todo eso que siempre sugería en clase. E intentaré que “esto”, sea lo que sea, sea algo abierto. Es decir, que hagáis lo que ya hacíais en el aula, cuando aún pensábamos que nuestra época iba a ser aburrida.

 

Estos días cada uno piensa en las referencias que ha ido acumulando a lo largo de su vida. Es imposible no hacer comparaciones, no contextualizar, porque es nuestra manera de ordenar lo caótico. No sabemos aún qué es lo que estamos viviendo, pero creo que sabemos que es algo distinto a todo lo que hemos vivido hasta ahora. Tenéis ya la edad suficiente como para saberlo, y también suficientes referencias como para saber que no es algo absolutamente excepcional, pero sí que es algo excepcional. No habíamos vivido nada parecido, y probablemente las cosas serán distintas cuando esto pase. Siempre lo decimos, pero esta vez parece que lo decimos de otra manera, que no es un adorno retórico.
Cuando me he puesto esta mañana a pensar en esto, me he acordado de una de las referencias que me acompañan desde hace muchos años. Ya sabéis cuál es. Afortunadamente, sabemos que no estamos ahí. Sabemos que vienen tiempos extraños, pero no se acercan al horror de la Europa del Siglo XX. Aquí el mal no tiene cara ni identidad, no responde a un programa político, no se acerca en nada, ni en cifras ni en la esencia, a lo que fue aquello. Y por eso no es equiparable. Pero sí se pueden hacer comparaciones, y sí hay lecciones que nos pueden ser útiles.
Vamos allá.

 

A finales de 1941, miles de familias judías europeas fueron deportadas al gueto de Teresienstadt. Allí tuvieron que seguir con su vida, sabiendo en muchas ocasiones que lo que les quedaba de vida era sólo una preparación para lo que vendría después. Como decía, sería frívolo e irresponsable pretender que nosotros estamos en algo parecido. No es así. Estamos en un tiempo incómodo, pero sabemos que cuando esto pase volveremos a nuestras vidas y a nuestras rutinas. Y habrá cambios, probablemente, pero seguiremos aquí. Seremos distintos y, en el mejor de los casos, seremos mejores. Habremos aprendido cosas que de otra manera no habríamos aprendido. Sobre todo vosotros. Es frívolo lanzar mensajes de “todo tiene un lado bueno” en momentos como éste, pero sí hay que decir que no hay que abandonarse a las circunstancias. Saldremos de ésta, saldréis de ésta, y seréis mejores.


Muchos de los niños de Teresienstadt sabían lo que les esperaba. Y desde luego todos los adultos, sus padres y sus maestros, lo sabían. A pesar de ello, o precisamente por ello, siguieron dando clase. No sabemos las razones de cada uno de los maestros. Para ofrecer consuelo, para ofrecer sentido. Para combatir el aburrimiento, para intentar recuperar cierta normalidad, o para rebelarse frente a la injusticia. El caso es que siguieron ocupándose de los niños, también porque muchos de esos niños habían sido separados de sus padres.
Dentro de la enormidad del período, éste es uno de los episodios que se me quedaron grabados para siempre. Por el “sinsentido” que supone, por lo “absurdo” de seguir enseñando a niños que no llegarían a convertirse en adultos. Hablábamos antes de las referencias de las que todos partimos, las que nos hacen ser lo que somos y no otra cosa -aquí recordaríamos de nuevo, porque soy muy pesado, lo de nature/nurture-, y al hablar de esa primera referencia que es la Europa del Siglo XX me viene ahora otra, que es de Albert Camus. A algunos ya os sonará y sabréis que es otra de mis referencias principales.


Albert Camus tiene varias obras excelentes. Y además es uno de esos autores cuyas vidas son al menos tan ejemplares como su obra. Combatió a los nazis, escribió sobre lo que tenía que escribir, y no se dejó atrapar por las ideologías ni por otras miserias a las que conducen las guerras y los tiempos oscuros. Para mí es, junto a George Orwell -que en realidad se llamaba Eric Arthur Blair- lo mejor del S. XX. Tendremos, si queréis, tiempo para hablar también de Camus, de Orwell y de cosas más alegres. Orwell, por ejemplo, tiene un texto en el que explica cómo hay que preparar el té perfecto, e incluso una receta de plum cake. Son cosas a las que conviene dedicar el tiempo durante estos días.


Pero estábamos con Camus. Una de las obras de referencia de Camus es Los Justos. Lo leí a vuestra edad, no sé si en vuestro curso o en 2º de Bachillerato. Es una obra de teatro, muy corta, de las que de verdad se leen en una tarde. Pero esa obra, hoy, no os aportaría demasiado. Sí sería interesante La Caída, aunque en teoría habría que leerla al final, después de haber leído otras más conocidas como El Extranjero. Si os hablo ahora de Camus es porque se trata de un autor muy apropiado para estos tiempos, si se entiende bien. Suelen enmarcarlo en lo que se llama “existencialismo”, que a su vez puede enmarcarse en la que llamábamos -erróneamente, si nos ponemos técnicos- respuesta nihilista.
Venía a decir, recordad, que el ser humano no tiene en realidad ninguna función en el mundo. 

 

Cada uno tendremos nuestra respuesta. Algunos la cambiarán cuando lleguemos al final de este momento extraño, otros seguirán con la suya, y otros no tenían ninguna y la habrán encontrado.

Si mencionaba a Camus es por una imagen que dejo a continuación.

 
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El que sale en la imagen es Sísifo.

Vamos a resumir quién era Sísifo, y por qué creo que es importante esta imagen.

Sísifo era un rey griego, uno de esos tantos reyes y héroes que sirvieron para expresar lecciones morales. Como en toda la tradición literaria de la Grecia Clásica, las fuentes difieren en algunos datos. Vamos a quedarnos con lo importante: lo que se ve en la imagen es el castigo que Zeus impone a Sísifo. Éste había desafiado varias veces a los dioses, pero el desafío definitivo fue su respuesta a un castigo previo. Zeus mandó a Thanatos (esto también os tiene que sonar: eutanasia, Thanos), es decir, la Muerte, a que encadenase a Sísifo en el Tártaro, una de las versiones del Infierno, aunque en realidad no era el Infierno, sino más bien el lugar donde castigar a los pecadores y a los enemigos de los dioses.
Pues bien, cuando la Muerte llegó para encadenar a Sísifo, éste, mediante la astucia, consiguió que la Muerte se encadenase a sí misma y cometió así el desafío definitivo. No sólo se libró del castigo sino que, durante un tiempo, no hubo muerte en el mundo. Esto era algo que los dioses no podían permitir, principalmente aquellos que tenían una relación cercana con la muerte, como Hades y Ares. Así que los dioses liberaron a la Muerte de sus cadenas, Sísifo murió y llegó el momento de su castigo.

Si personajes como Odiseo o el mismo Sísifo eran “fecundos en ardides”, Zeus no era menos fecundo en castigos. Uno de los más conocidos es precisamente el que impuso a Sísifo, que es lo que se ve en la imagen. Lo que se ve es a alguien empujando una roca colina arriba, pero el castigo no es ése. Habría sido muy poco imaginativo. El castigo de Zeus consistió en condenar a Sísifo a llevar esa roca colina arriba por toda la eternidad… no haciendo eterno el camino, sino haciendo que cuando Sísifo estaba a punto de llegar a la cima, la roca cayera colina abajo y así tendría que comenzar de nuevo.

El castigo no fue la eternidad, ni el esfuerzo físico, sino el sinsentido, el absurdo. El castigo fue estar obligado a llevar a cabo una tarea sabiendo que todos los esfuerzos serían inútiles, que no habría esperanza de completarla.

 

Y aun así, y volvemos ya a Camus, Sísifo recogía la roca cada vez que se caía y volvía a empezar. ¿Por qué lo hacía? Porque no le quedaba más remedio, sí. Pero también, señala Camus, porque lo hacía como último acto de rebelión contra los dioses. Zeus quería que Sísifo sucumbiera a la desesperación del trabajo vacío, absurdo, sin sentido. Pero Sísifo, hay que imaginarlo así, diría Camus, no se entregó a la desesperación ni tampoco se dio falsas esperanzas. No alimentó deseos de justicia, ni creyó que algún día el castigo terminaría, ni que Zeus se apiadaría, ni que podría ajustar cuentas con él. Simplemente, imaginamos, se aferró a lo único que podía hacer: robarle el sentido al absurdo. “¿Esto es lo que tengo que hacer? De acuerdo, es lo que haré. Y el sentido será aceptarlo sin entregarse a la desesperación ni al falso consuelo”, podría haber dicho.

“Hay que imaginar a Sísifo feliz”, cerraba Albert Camus “El mito de Sísifo”, una de sus obras filosóficas.

 

Como decía, ésa es una de mis referencias. Vosotros tendréis las vuestras cuando pasen unos años, y puede que algunas de ellas, tal vez las más importantes, las adquiráis durante estos días inciertos. Por las circunstancias y porque estáis en la edad adecuada.

 

Así que si “esto”, sea lo que sea, os parece interesante, si creéis que tendréis tiempo y ganas para que nos reunamos un momento durante los días que vienen, estaré encantado de andar por aquí. Dejando lecturas, películas, comentarios sin más objetivo que el que cada uno quiera darle, sin pensar únicamente en el curso y sus obligaciones. Y leyendo lo que vosotros creáis oportuno escribir.
Y ahora, yo también, a estudiar. Porque son tiempos inciertos pero tenemos que seguir conectados a la normalidad para cuando volvamos a ella.

 

Ánimo.

Ó.

«Lo que nos une»

Hay muchos discursos en torno a “lo que nos une”. Algunos de esos discursos se ilustran con danzas, trajes regionales o banderas. Imagino que es por el hecho de que se ilustran con danzas, trajes y banderas que algunos se empeñan en encontrar ahí la auténtica Ilustración española. Otros discursos apelan a la lengua, y algunos hablan de la tradición, sea lo que sea eso. Pero todas esas cosas, a lo sumo, es lo que compartimos. Unos con otros, otros con unos, en relaciones que no participan de las propiedades matemáticas que nos enseñan en la escuela. Lo que compartimos incluye un “nosotros”, pero un “nosotros” que no es inclusivo. En España hay multitud de danzas, trajes, lenguas y tradiciones, y lo mismo ocurre con las banderas, a pesar de que hay una bandera y una lengua que son comunes a todos. El problema es que la transacción entre esos elementos y los múltiples“nosotros” es el sentimiento. Los sentimientos son con frecuencia problemáticos, como aprendemos también en la escuela. Son problemáticos porque no son racionales, no garantizan la reciprocidad, no pueden exigirse. Convivimos con ellos, con los nuestros y con los de los otros, e intentamos gestionarlos para que no afecten demasiado a las cuestiones mundanas. Así que si “lo que nos une” debe depender de danzas, lenguas, tradiciones o banderas, y de cómo los sentimos, será complicado elaborar un discurso racional en torno a ello.

Pero hay algo que sí nos une a todos. Lo que nos une es la sujeción a unas normas, códigos o principios. A lo que podemos llamar, en abstracto, el Estado. El Estado es lo que nos une y lo que nos hace -artificio, por tanto- iguales. El Estado, a diferencia de la nación, no hace falta construirlo cuando ya existe. Porque es una ficción, sí, pero una ficción administrativa. Por eso es distinto de la nación, que es una ficción metafísica.
No hace falta construirlo, pero es fácil erosionarlo. Y cuando se erosiona no se erosiona la bandera, el gobernante o las instituciones. Se erosiona aquello que nos une, literalmente. Lo que nos sujeta. Lo que nos convierte en sujetos políticos y en sujetos de derechos, es decir, la posibilidad de someternos a unos códigos, a unos principios, a unas normas comunes, iguales para todos, que nos hacen a todos iguales.

Una de las maneras de erosionar esto que nos une es introducir mecanismos paralelos a las normas, principios o códigos del Estado. Introducir estos “Estados paralelos” en los mecanismos de acceso a la función pública o al sistema público de enseñanza es una de las maneras más eficaces de erosionar el Estado, porque en esos ámbitos es muy fácil observar la ficción. Y una de las condiciones para que una ficción funcione, también en política, es que no se vea.

Esos mecanismos paralelos tienen efectos prácticos. Pueden suponer perjuicios para un grupo de ciudadanos, y pueden producir desigualdades -también artificios, por tanto- entre ciudadanos del mismo Estado. Pero además de esos efectos en el futuro de determinados ciudadanos, produce un efecto en el conjunto de todos los ciudadanos. Ese efecto es la erosión de la noción misma de ciudadanía, que va necesariamente ligada al Estado. La erosión de la idea de que todos somos, como ciudadanos, iguales.

La propuesta de un examen único para el acceso a los estudios universitarios no es sólo una cuestión práctica. No es sólo que los alumnos de una u otra comunidad se vean perjudicados por las diferencias en los exámenes de acceso o en los criterios de corrección. Es, también, una cuestión de principios. Se trata de defender una ciudadanía asimétrica o de garantizar que todos los ciudadanos, también los estudiantes, sean tratados de la misma manera por el Estado.

Lo que está en cuestión es el principio de que todos los ciudadanos han de ser iguales en su relación con el Estado. Todo lo demás es relato. Relato nacionalista.

Salud de las lenguas y conductividad

Hace unas semanas me llamaron para una sustitución en una ikastola de Vizcaya. Las ikastolas son centros educativos concertados, normalmente cooperativas, nacidos con el objetivo de transmitir la cultura vasca y una enseñanza en euskera.
Era una sustitución corta y creía necesario poner a prueba el nivel de competencia lingüística en euskera que acreditaba el título. Un título que recibí hará ya un par de años, y una lengua que no he vuelto a usar desde entonces. Así que el nivel de competencia en esa lengua no puede ser otro que el que es.

El nivel del centro me sorprendió gratamente. No porque tuviera expectativas muy bajas al tratarse de una ikastola, sino porque se trataba de un centro educativo concertado del País Vasco. He conocido bastantes. En una de las salas de profesores había un recorte de periódico sobre Inger Enkvist y otro con una entrevista a Alberto Royo, y no me pareció ver ninguno sobre inteligencias múltiples, sobre las maravillas de la educación finlandesa o sobre las elecciones sindicales. No había visto algo parecido en todos los años que llevo dando clase.

El nivel de euskera, sencillamente, no era el adecuado para poder dar clase como hay que dar clase. Para dar clase en condiciones hay que saber bien lo que vas a explicar y hay que saber que lo sabes, porque si no en lugar de dar clase lo máximo a lo que puedes aspirar es a que no se note que no sabes. Y si no dominas el idioma a la perfección la confianza se resiente, porque es tan importante saber bien lo que vas a explicar como saber explicarlo bien.
Así que una persona que no usa el euskera para nada, y hay muchas personas que no lo usan nunca en el País Vasco, también profesores, no podrá emplear el euskera eficazmente, a pesar de que lo acredite un título oficial.

Ésta es la primera evidencia. La segunda es puramente empírica, y no la había conocido hasta que trabajé en una ikastola. No es sólo que yo, nacido en el País Vasco y con padres nacidos en otras partes de España, no hable habitualmente en euskera; es que los alumnos de esa ikastola, con al menos un padre euskaldun y matriculados en una ikastola precisamente para que puedan “vivir en euskera”, recurren mayoritariamente al castellano en todas las ocasiones menos una: cuando tienen que contestar al profesor. Los escuché en los recreos, en los pasillos, en los intercambios de clase, en el aula cuando perdían el tiempo y en el aula cuando trabajaban. Escuché a alumnos desde ESO hasta 2º de Bachillerato. Y los escuché durante varios días. Pues bien, lo que se escuchaba en la mayoría de esas conversaciones era el castellano.
Esto podría no ser indicativo de nada. Simplemente una preferencia un tanto sorprendente. Pero sí había algo que habría que tener en cuenta, algo que no era nuevo: algunos alumnos, no la mayoría pero sí un número importante, escribían en castellano las respuestas de un trabajo de investigación y después las traducían a euskera, porque les costaba mucho más hacerlo directamente en euskera.

Esto ocurría en un centro educativo en el que los alumnos están acostumbrados al euskera, en el que al menos uno de los padres es euskaldun. Lo llamativo no es que los alumnos se comuniquen normalmente en castellano, sino que algunos tengan problemas para pensar y escribir directamente en euskera. No es muy difícil imaginar que esa dificultad es mucho mayor en centros en los que los alumnos son mayoritariamente castellanoparlantes, en los que apenas tienen contacto con el euskera. Si algunos alumnos de una ikastola reconocían no ser capaces de pensar y escribir directamente en euskera –no sin costes, no sin que se resienta la calidad de su trabajo-, no tiene sentido que se pida eso mismo a alumnos que tienen el castellano como lengua materna y lengua exclusiva de uso.

Los costes son la clave del asunto, lo que permitiría tener un debate racional sobre la política lingüística en el sistema educativo. Pero estos costes no son unos costes normales. No aparecen reflejados en papeles ni en hojas de cálculo. Así que estos costes, salvo que alguien decidiera hacer un estudio serio, sólo se pueden intuir o deducir.
No parece una deducción alocada:

  • si el dominio de la lengua en que se enseña y se aprende afecta a la enseñanza y al aprendizaje;
  • y si se enseña y se aprende en una lengua que no se domina;
  • entonces probablemente se estará enseñando y aprendiendo con dificultades, con costes, con un resultado que no es el mejor.


Creo que los costes concretos no se pueden mostrar, porque para eso tendríamos que recurrir a estudios serios. Y no hay estudios, o al menos no los conozco, sobre los costes del uso del euskera en el sistema educativo vasco.

Y creo que sólo hay dos respuestas a todo esto, a los costes y a que no haya estudios sobre los costes. O bien se piensa que en realidad la lengua en la que se estudia no afecta al proceso de enseñanza y aprendizaje; o bien se piensa que lo que se enseña y lo que se aprende no es tan importante.
Lo primero parece difícil de razonar. Lo segundo debería llevar a una concepción radicalmente distinta del sistema educativo. Porque si lo que se enseña y lo que se aprende, sean contenidos o competencias, no es tan importante, ¿por qué nos empeñamos en enseñar cosas concretas? ¿Por qué damos tanta importancia a las evaluaciones, a los exámenes, incluso a las pruebas diagnóstico o a los informes PISA?
Respecto a lo primero, si realmente el dominio de la lengua no afecta al proceso de enseñanza y aprendizaje, que es un proceso bastante más complejo que los procesos comunicativos diarios, ¿por qué se exige un perfil lingüístico tan costoso como el C1 para poder dar clase? ¿No cabría esperar buenos resultados de un profesor de Science que no domina el inglés, o de unos alumnos que apenas entienden lo que dice el profesor?

Cabe una tercera opción, que consiste en abandonar la racionalidad y entregarse a la metáfora. Todo lo que se hace en educación partiría de una consideración: la salud de la lengua. La lengua, el euskera, moriría lentamente si no se impusiera en el sistema educativo. La lengua sería capaz no sólo de morir sino de sufrir, y cuando se miden los niveles de conocimiento y uso del euskera en realidad no estaríamos haciendo sociología sino medicina. Estaríamos manejando el termómetro y la analítica, estaríamos tratando a un paciente y estaríamos recetando medicamentos.
No me gustan las metáforas, pero imagino que el debate meramente racional puede ser más áspero. Así que propongo emplear otra: la conductividad. La electricidad no se transmite con la misma eficacia a través del oro, de la plata o del cobre. Y desde luego es muy difícil que se transmita eficazmente a través de la piedra, incluso aunque se trate una piedra milenaria. Así que habría que preguntarse qué tipo de circuito eléctrico queremos construir, y para esto es necesario plantearse qué es lo que esperamos de ese circuito. Sólo así podremos valorar la eficacia del circuito, la importancia de la conductividad.

Pero como decía, no me gustan las metáforas.

Herenegun, 5

CAPÍTULO 5

AÑO 0

La narradora camina con Eduardo Madina. La bomba en 2002. Antes de la bomba, dice la narradora, ETA ya había asesinado a Buesa y su escolta, Ernest Lluch, López de Lacalle, Lidón, Santi Oleaga, etc. Una lista, unos segundos, y ya.

Cómo era vivir con ETA, con el miedo, le pregunta la narradora. Y qué cambió.
La narradora pasa a mencionar a cuántas personas mató ETA después de la tregua de 1999, y cuáles eran sus profesiones. Es literalmente imposible asimilarlo. Imposible. Vas oyendo números y profesiones, no nombres, ningún nombre, pasan titulares de la prensa de esos días rápidamente. Pasar página, literalmente.

Aparece Garbiñe Biurrun, invitada habitual de la ETB y magistrada del TSJPV. “Ha seguido de cerca los cambios en las leyes antiterroristas, las ilegalizaciones de la izquierda abertzale (habitual y siempre interesante expresión, por lo que no dice, por lo que deja como poso, porque, en esta ocasión, para esto, no hay explicación, no hay causas, y por tanto es una decisión arbitraria), el cierre de Egunkaria, el sumario 18/98”.

Y habla Biurrun: “Ha habido una parte en mi opinión del Poder Judicial que realmente han interiorizado esa idea de que tenía que estar en lucha directa contra el terrorismo, y de ahí ha surgido la tesis famosa de `Todo es ETA´. Yo esperaba que se desmontara todo un aparato judicial, creía que se iría desmontando poco a poco y desgraciadamente pues veo que no es así”. Ni la narradora ni la propia magistrada explican qué es eso del “Todo es ETA”. No explican qué es lo que está mal en las sentencias por colaboración con ETA a miembros de la izquierda abertzale, no explican quién defiende que todo sea ETA. Pero la narradora ya había relatado en el episodio anterior que el Código Penal comenzó a considerar terrorismo a las acciones de “violencia callejera”, y que muchos jóvenes fueron detenidos, y en este episodio habla de «ilegalizaciones de la izquierda abertzale», nunca de la subordinación probada, incluso confesada, de la izquierda abertzale a ETA.

Pasan a hablar del cierre de Egunkaria. Habla con un detenido en la operación contra el diario. Le pregunta a Torrealdai si habló con alguien de lo que le pasó. Cinco de los detenidos denunciaron haber sido torturados, dice la narradora. Todos ellos eran referentes de la cultura en Euskadi, dice también. La Audiencia Nacional absolvió a los acusados, Egunkaria nunca tenía que haber sido cerrado y no tenía nada que ver con ETA. Cuando sale alguien hablando de la famosa tesis del “Todo es ETA” y posteriormente mencionan un proceso en el que no había conexión con ETA, el efecto que se produce es evidente. Han mencionado también las ilegalizaciones, los sumarios contra miembros de la izquierda abertzale… Si ahora aparece Otegi no me sorprendería. Porque no hace falta decir que Otegi no era ETA. Basta que cuando se diga que Otegi fue parte de ETA alguien recuerde a Garbiñe Biurrun y la famosa tesis del “Todo es ETA”.
“¿Qué se perdió aquella noche del año 2003 que jamás volvió?”, pregunta la narradora al escritor Torrealdai. Buesa y su escolta, Lluch, López de Lacalle, Lidón, y las páginas que pasaban tan rápido que era imposible quedarse con todos los nombres. Pero aquí sí se detiene. Aquí no hay prisa, y en lugar de páginas que pasan rápidamente nos ofrece una conversación reposada. Torrealdai responde: “La inocencia. He visto el Estado por dentro y es oscuro, muy oscuro”. No se trata de hablar de vencedores y vencidos, no se trata de presentarlo como blanco o negro. Pero sí, el Estado por dentro es muy oscuro, y no, no hay tiempo para Buesa, López de Lacalle, Lluch o Lidón.

Ahora de nuevo el proyecto de investigación sobre tortura y malos tratos, en cuanto Torrealdai nos deja su análisis sobre la luminosidad del Estado. La unidad didáctica es un proceso al Estado, esto lo veo ahora. No tengo ninguna duda de que ése es su único objetivo. “Este informe recoge más de 500 denuncias de tortura y malos tratos en la década”, dice la narradora. “Ésta es Beatriz Etxebarria, denunció haber sido violada en el proceso de incomunicación. El Tribunal Europeo de DD HH condenó a España por no investigar esa denuncia”. Foto de Unai Romano, antes y después de ser detenido por la Guardia Civil.

«Éste es Daniel, el hijo de Pilar. Murió con 20 años en los atentados yihadistas del 11M”. De nuevo vuelve a haber tiempo para el factor humano. No para los familiares de Buesa, López de Lacalle, Lluch o Lidón, pero sí para la madre de una de las personas asesinadas en un atentado yihadista, en Madrid. “Necesito saber qué ha ocurrido”, decía al comienzo del episodio 1. Habla la narradora con Pilar Manjón. “¿Por qué eres la presidenta de la asociación de víctimas del 11M, qué te mueve en lo personal?”.
Estas palabras de la narradora son esenciales: “El Gobierno de Aznar trató de hacer creer a la gente que el atentado era obra de ETA. Tres días después perdieron las elecciones”. Es esencial porque no se limita a exponer sino que juzga las intenciones, es capaz de saber que no fue falta de información ni inercia, sino un intento objetivo de engañar, de mentir a la gente. No hace lo mismo con las treguas de ETA, por poner un ejemplo, ni con las denuncias de tortura investigadas y desestimadas. El engaño aparece sólo para referirse a un Gobierno que tiene que reaccionar de inmediato a un atentado masivo. Por cierto, es la segunda vez que aparece Aznar. La primera fue un pequeño vídeo en el que se le veía decir eso del «Movimiento vasco de liberación». Ahora, el intento de engañar a la gente. Lo que no ha salido es el intento de asesinato por parte de ETA, del que salió ileso.

“Qué es lo que las víctimas pueden aportar a la sociedad y qué papel tenéis que tener”. Esto se lo pregunta a Pilar Manjón, la presidenta de una asociación de víctimas de los atentados yihadistas del 11M. En un documental sobre ETA. Esto no se lo ha preguntado a víctimas de ETA. En el documental, las víctimas de ETA han hablado sólo de perdón, de la necesidad de la calma interior, de claveles rojos y blancos. Es también lo que dice Pilar Manjón.

La narradora pasa a explicar que tras el 11M ETA no cometió ningún atentado mortal en dos años, que “según el Ministerio de Interior” la cúpula de ETA fue descabezada hasta en 15 ocasiones en esa década, que casi 1.400 personas fueron detenidas “acusadas de pertenecer o colaborar con ETA”. Aparece una imagen de Thierry detenido, otra de Txeroki en un periódico, en el titular se puede leer “ETA pierde a su jefe más sanguinario”, se puede leer si le das al pause, y puedes saber quién es y qué hizo si tienes más de 25 años y has leído algo, difícilmente si tienes 15 ó 17 años. Sigue. “Las ilegalizaciones de la izquierda abertzale ya habían empezado, pero todavía se mantenía en las instituciones”. Ya es la segunda vez que lo expresa así. Como si fuera un proceso, un acto arbitrario de una deidad omnipotente. La idea de ilegalizar es que alguien pone algo donde no había nada. Aleja la idea de que había gente que alternaba su condición de político con su condición de miembro de ETA, o la idea de que ETA tenía tanto una rama terrorista (“armada”, dirían la narradora y los miembros de ETA) como una rama política. La idea es que la izquierda abertzale fue ilegalizada, y así la idea de que ETA formaba parte de la izquierda abertzale, de que dirigía la izquierda abertzale, pasa fácilmente al cajón de “la famosa tesis del Todo es ETA” que mencionaba la magistrada Biurrun, y hoy aparecía en El Mundo la denuncia de que en dos institutos de Vitoria varios alumnos habían realizado un homenaje a un preso de ETA, y también había carteles con su cara y banderas de Presoak Etxera, y me acuerdo también de aquel instituto de Hernani en el que otros alumnos se reunieron durante el “Gudari Eguna” con fotos de etarras y el mensaje de Agur eta Ohore, pero eso, que las ilegalizaciones de la izquierda abertzale ya habían empezado, la foto de la detención de Thierry, quién será ese señor gordo que parece estar pasándolo mal.

Ahora entra en escena Ibarretxe. La voz en off explica quién fue y qué hizo Ibarretxe, la narradora sonríe mientras habla con él por la calle. Explica cómo Ibarretxe fue a defender un nuevo estatuto que reconocía el derecho del “pueblo vasco a decidir su futuro”. “Lo hice subiendo a esa tribuna sin llevar ningún tipo de armas”, dice a la narradora Ibarretxe.
“Éste es el velódromo de  Anoeta en un mitin de la izquierda abertzale en 2004. Batasuna ya había sido ilegalizada (¿Pero por qué? ¿Qué base había, Jonan? ¿No hubo recursos? ¿Tal vez tuvo que pronunciarse el Tribunal Europeo de Derechos Humanos? ¿Y qué dijo? ¿O mejor no decir nada? Al fin y al cabo, estamos en el minuto 8. Hace muy poco hemos escuchado a un señor decir en euskera que el Estado por dentro es oscuro, muy oscuro) y por primera vez, su líder, Arnaldo Otegi, apostó claramente por las vías democráticas”. Su líder, Arnaldo Otegi, había apostado previamente por las vías del secuestro, en ETA, y puesto que estaba en ETA, por el asesinato, la amenaza, la extorsión. Pero no ha habido tiempo para mencionarlo en estos 88 minutos. “Es más difícil hacer la paz, a veces, que hacer la guerra. Hacer la paz significa sacar el conflicto político y armado de las calles y llevarlo a la mesa de negociación. Buscar la alianza de nuestros adversarios y llegar incluso al final, a buscar la complicidad de nuestros enemigos”. Quién es este Otegi, podría preguntarse un alumno de ESO o Bachillerato. Un hombre que apostó por la paz, claro. Un hombre que empieza a tener historia sólo desde ese momento.


Aparece ahora Jesús Eguiguren. “La política no hacía nada por acabar con ETA, porque estaban ya las posiciones fijadas, ETA mataba, venía el ministro o el Presidente, estaba unos minutos con los familiares, se iba a Madrid, hacía declaraciones… en fin, todo era ya una rueda que estaba engrasada desde hace años y que funcionaba, pero que nadie hacía nada distinto para pararlo”. Cuál será la idea que se transmite con estas palabras. Unos hacen una cosa, los otros hacen otra cosa, y así todo el tiempo. Unos, otros. Y la cosa funciona, es decir, tiene un propósito, un diseño, cumple unos objetivos.
Narradora: “Jesús Eguiguren no parece un político. Dice que su obsesión ha sido siempre conseguir la paz”. Y esta presentación, qué. Qué idea transmite. De Eguiguren y de los que, en fin, imagino que sí parecen políticos. Cuál sería la obsesión de éstos. Porque cuál no era ya lo sabemos, o ya lo sabrán quienes vean esto en un aula. ¿Mantener funcionando la rueda? Sigue la presentación. Y la narradora dice esto: “Jesús y Arnaldo se conjuraron para conseguir la paz”, se reunieron durante cinco años en el caserío de Peio. No puede haber un único relato, suele decir Jonan Fernández. Imagino que lo que quiere decir es que hay un relato, uno, en concreto, que no puede ser el único relato. Éste está quedando bien engrasado. Otegi, el hombre de paz. Repaso a las negociaciones de ETA con el Gobierno español. Reunión en Bruselas con Josu Ternera, ¿quién será Josu Ternera?, nadie, claro. Sigue la conversación entre la narradora y Eguiguren. “¿Y tú cómo sabías que lo que estabas haciendo estaba bien?” “Todo lo que habíamos hecho hasta entonces el Estado lo podía asumir. Es decir, ni habíamos vendido Navarra, ni habíamos dicho que iba a haber amnistía, todo iba dentro de los cauces democráticos”. Explica después Eguiguren que, en un momento dado, aparece Thierry (quién será ese señor gordo), desaparece Ternera. Peticiones de amnistía. “No pensarás que va a salir el que mató a Miguel Ángel Blanco. El primero, porque para nosotros tiene más mérito el que se ha picao a 15 que el que ha quemao un autobús”, sigue explicando Eguiguren. “El atentado de la T4 te pilla en una reunión con Arnaldo Otegi”. “Él quería que transmitiera al Gobierno que esto no era el fin… Y yo, es el fin, el Gobierno no puede seguir negociando después de esta bomba. Éramos conscientes de que en Batasuna iba a haber una especie de rebelión, oye, este loco nos ha jodido la salida digna que hemos conseguido”.

Aparecen dos mujeres, dos “víctimas de la violencia” que no se conocían antes de la reunión en Irlanda, en Glencree. Una es Mari Carmen Hernández, viuda de Jesús María Pedrosa, concejal del PP asesinado por ETA. La otra es Axun Lasa, la hermana de Jose Antonio Lasa, asesinado por el Gal. Porque Euskadi, la historia reciente, es la historia de dos violencias. Todo empieza con el franquismo, y después ETA, la abstracta ETA, y el Estado. Hay matices importantes, y hay matices, detalles, en los que no se puede entrar. La aceptación social de una y otra violencia, la complicidad, ¿sería la misma, ETA y el terrorismo de Estado?. La duración de ambas. Qué efectos produjeron. La recepción de quienes formaron parte de esas dos violencias en la actualidad, cómo son tratados. La presencia y justificación de esas violencias en el entorno social. Nada de todo eso. Es la historia de dos violencias, y punto. Hay sufrimiento en los dos lados. Y Otegi hizo posible la paz. Quién era ese señor gordo al que se llevaban detenido. Quién será el que mató a Miguel Ángel Blanco, ¿ha aparecido Txapote en estos 90 minutos? Nadie, nadie. Sólo lo abstracto.

Aparece ahora Paul Rios, la Conferencia de Paz de Lokarri. Vuelve Elkarri, director, guionista, productor y protagonista. “¿Por qué en 2011 ETA decide cesar la lucha armada sin negociar? Para tratar de entenderlo vamos a retroceder diez años, hasta el principio de la década”. Habla de Aralar. Cifras de muertos por año tras Lizarra. 11M. Tregua de 2006. Bomba de la T4, “matando a dos personas”. Quiénes, hombre, un poco de vergüenza. Quiénes eran esas dos personas. ¿Tenían hijos, familiares, amigos, o eran sólo tinta en un periódico? Otegi. Rubalcaba. ETA mata a dos guardias civiles en 2007. ETA mata a cuatro personas más al año siguiente. Aparecen los retratos, quien los conozca previamente sabrá ponerles nombre. “Y a otras tres en 2009. Ese mismo año cinco miembros de la izquierda abertzale son encarcelados por tratar de reorganizar a la ilegalizada Batasuna”. ¿Pero cómo que es imposible un relato único, Jonan? Si ya casi lo tienes, hombre. Rafa Díez y Otegi condenados a diez años, el resto a 8. “El proceso de ilegalización de la izquierda abertzale comenzó siete años antes, con la ley de partidos. Durante ese tiempo fueron ilegalizados más de diez partidos y plataformas electorales, hasta que en 2008 y 2009 la izquierda abertzale no pudo presentarse a las elecciones. Durante esta década casi 1400 personas son detenidas acusadas de pertenecer o colaborar con ETA”. Es la misma redacción que la de Gara/Naiz. Siempre son acusados de, nunca condenados por. La gran plaga de detenciones que cayó del cielo. O que vino desde las entrañas del Estado, tan oscuro por dentro. “Según el Ministerio de Interior, 22 de ellas pertenecían a la cúpula, la mayoría no llegaba a estar un año en la dirección de ETA antes de ser detenidas”. Según, es importante ese según. Porque después dice que la izquierda abertzale, tras numerosas asambleas, pide algo a ETA. Da igual lo que pida. Lo importante es dejar claro que la izquierda abertzale, agente 1, pide a ETA, agente 2. Porque 1400 personas son detenidas acusadas de, nunca condenadas, y porque Garbiñe Biurrun y la famosa tesis del Todo es ETA. La izquierda abertzale nunca tuvo nada que ver con ETA, hombre. Otegi, el líder de la izquierda abertzale. Quién será ese señor gordo, y no, no me suena, ¿Luis Abaitua, dice? No, lo siento. Rufi Etxeberria, Sortu: “La izquierda abertzale rechaza y se opone al uso de la violencia o a la amenaza de su utilización para el logro de objetivos políticos”. Pocos meses después, la conferencia de Aiete.

Retrocedemos un par de minutos: “¿Por qué en 2011 ETA decide cesar la lucha armada sin negociar? Para tratar de entenderlo vamos a retroceder diez años, hasta el principio de la década”. Y allí, diez años antes, la narradora y los alumnos encuentran un relato. La rama política de la izquierda abertzale acabó con la rama terrorista de la izquierda abertzale, pero con otras palabras, claro. El relato no es más que la elección de las palabras precisas para presentar unos hechos como si fueran otros hechos. ¿Y qué hay de las causas? ¿Por qué haría eso la izquierda abertzale? ¿Qué peso tuvo la actuación policial? ¿Qué podía hacer ETA, qué es lo que quedaba de ETA? Nada. No hay nada. Y aparece Patxi López. “Como Lehendakari ¿qué responsabilidad sentiste?” “Una vez que habíamos acabado con la violencia, ¿cómo consolidábamos la convivencia de los que somos distintos en este país?” Hay demasiadas cosas ahí. Dice también que todavía tenemos esto último pendiente, sobre todo una parte, cuánto le cuesta a Bildu decir que esto no debió haber pasado. Pero son siempre las mismas fórmulas vacías. ¿La violencia? ¿Qué violencia, la de las olas en San Sebastián, la de los coches? ¿La convivencia de los que somos distintos? ¿De los que somos distintos en qué sentido? ¿No será la convivencia entre quienes eran asesinados y amenazados y quienes aún siguen pensando lo mismo, entre quienes eran asesinados y quienes celebraban los asesinatos y homenajean a los asesinos? ¿Qué es lo que impide que Patxi López hable claro ni siquiera ahora, ni siquiera en una unidad didáctica como ésta? ¿»En este país», Patxi?

Aparece ahora Borja Sémper. “Comparto espacios políticos con quienes hubieran justificado que a mí me mataran. Lo mínimo esperable es que digan que que su comportamiento estuvo mal, que se equivocaron”. Narradora, sonriendo: “Hoy mismo vamos a estar con Hasier Arraiz, que como tú ha sido padre recientemente”. “¿Tú te imaginas a tu hijo y al suyo jugando en el parque, siendo amigos?” “Sí, claro. Nosotros tenemos la obligación de construir las condiciones  para que puedan vivir en esa Euskadi y que no sea una mochila cargada de piedras las circunstancias que sus padres tuvieron que vivir”.

La circunstancia de Hasier Arraiz es que de joven fue miembro de Jarrai y de mayor fue miembro de ETA. No según el Ministerio de Interior, no acusado de. En el juicio en el que fue condenado, reconoció que formaba parte de ETA. Ésa es la circunstancia del padre.

“Hasier, ¿cuántos años has pasado en la cárcel?” “Pasé dos años y medio en la cárcel”.
“A ti personalmente te tocó vivir la época de las ilegalizaciones de la izquierda abertzale”. “Sí, dormíamos con un ojo abierto porque siempre teníamos un coche de la policía debajo de casa, es decir, unas condiciones en las que es realmente muy difícil hacer política. No soy quién para decirle a nadie qué autocrítica tiene que hacer pero sí que me gustaría que fuera compartida”. Unas condiciones en las que es muy difícil hacer política. La narradora no interpela aquí. Jonan, el Gobierno vasco, no aprovecha para preguntar por las condiciones en las que los concejales del PP o del PSOE hacían política en Rentería, en San Sebastián, gracias a gente como Hasier Arraiz. Hasier, que hacía política en ETA, lamenta las condiciones en las que tenía que hacer política, tenía un coche de la policía en la calle. Dos violencias, dos sufrimientos, a ti se te muere el padre a mí se me pierde el boli.
“¿Y tú personalmente la harías?”
“Yo reconocería que cuando sufríamos no reparábamos en lo que podía estar sufriendo el de al lado, y eso es algo de lo que yo creo que personalmente he participado”.
“Hemos estado con Borja Sémper, que también ha sido padre recientemente como tú y le hemos preguntado si se imaginaría a su hijo jugando con tus hijas, y nos ha dicho que sí”.
“Sí, no esperaba otra respuesta, la verdad. Me gustaría que los que estamos ahora fuéramos capaces de que nuestras heridas las pudiéramos cerrar de modo que no las heredaran nuestros hijos ni nuestras hijas”. El que formó parte de ETA y el que formó parte de un partido político a cuyos miembros ETA, es decir, la izquierda abertzale, puso en la diana: «nuestras heridas».

“Lehendakari, han sido décadas de violencia. Qué hemos aprendido personalmente, qué has aprendido”. Aparece Urkullu, imagino que para cerrar con el responsable último del documento.
“Tenemos que hacer autocrítica del silencio en el que cómodamente hayamos podido estar instalados aun estando en contra de lo que ha sido el ejercicio de la violencia, y que si nos callamos estamos de alguna manera no justificando, pero sí dejando que no seamos una sociedad sana”. Alabanzas al programa Adi Adian, miles de personas han escuchado a personas como Axun y Mari Carmen.

Narradora: “Lo que escribamos de ahora en adelante está en nuestras manos. Porque es nuestro futuro. Mi futuro. Tu futuro”.

Y así termina esto. Literalmente.

Ni un segundo para el papel de la Iglesia vasca, reparo en ello ahora. Ni Setién, ni Arrieta Pérez de Mendiola, ni Herria 2000 Eliza. Nada. En 100 minutos. Tampoco para la extorsión, el llamado impuesto revolucionario. Ni un segundo para demasiadas cosas.


El quinto y último episodio abarca la década de los 2000. Éstos son los minutos que se dedican a cada una de las escenas:

Madina: 1:45
Asesinatos de Lidón, Lluch, Buesa, López de Lacalle, entre otros: 24 segundos.
Los 38 asesinatos en 2000 y 2001, sin nombres, sólo las profesiones: 27 segundos.
Garbiñe Biurrun, “todo es ETA”: 47 segundos.
Egunkaria: 1:35
Informe del Gobierno vasco sobre tortura y malos tratos, II: 29 segundos.
Pilar Manjón: 1:42
Detenciones, ilegalizaciones, Ibarretxe, Otegi: 1:43
Eguiguren, negociaciones: 2:58
Glencree, Lokarri, Conferencia de Paz: 2:31
Por qué ETA decide “cesar la lucha armada”, Patxi López: 4 minutos.
Borja Sémper y Hasier Arraiz, los hijos: 2:23
Urkullu, final, cerrar heridas: 2:30

Herenegun, 4

CAPÍTULO 4

Años 90.

Espíritu de Ermua. Miguel Ángel Blanco. Ortega Lara, liberado nueve días antes. Apenas unos segundos, sin detalles, sin declaraciones ni valoraciones (sólo aquélla imagen del episodio 2 fue “una imagen terrible”). Y sin nombres. Ni siquiera Bolinaga. Tampoco “Ortega vuelve a la cárcel”, el titular de Egin tras su liberación. Sí aparecieron mensajes de varios agentes y oficiales comentando una operación policial para reprimir una protesta obrera que terminó con varios muertos, en el episodio 2, pero esto no. Habla Totorika, sobre cómo le sorprendió ver en el ayuntamiento a alguien tan joven como Miguel Ángel Blanco. Habla con Fernando Lecumberri, concejal del PP en Ermua. A Totorika le sorprendió la rotundidad con la que Blanco llamó asesinos a los de ETA en el primer pleno sobre la banda al que asistió, era algo atípico. Imágenes de las manifestaciones que pidieron la liberación de Miguel Ángel Blanco. Imágenes de Totorika dando la noticia desde el balcón de que Blanco ha sido asesinado. Imágenes de personas lanzando gritos contra HB, imágenes de una Herriko incendiada, Totorika intentando apagar el incendio. Y eso es todo. En el asesinato de Miguel Ángel Blanco no hay lugar para García Gaztelu (Txapote), Irantzu Gallastegui o Geresta Mujika, sus asesinos directos. No se pregunta la narradora cómo fueron los momentos previos, qué tipo de persona hay que ser para poner a alguien en esa situación y asesinarlo. Y mucho menos se pregunta por los responsables indirectos, los que prepararon, justificaron y aprobaron el asesinato, también desde la política. No existe Ibon Muñoa, concejal de HB, condenado por prestar apoyo logístico a los etarras para que pudieran secuestrar y asesinar a Miguel Ángel Blanco. Muñoa prestó alojamiento y su coche para que los etarras pudieran llevar a cabo el secuestro y asesinato. Y era, Muñoa, concejal de HB. Todo esto, que explica simplemente mediante la mención, ni siquiera la descripción, no aparece. Jarrai—>HB—>ETA, o directamente Jarrai—>ETA, eran trayectorias frecuentes. Hubo muchos miembros de ETA que previamente habían sido miembros de HB, o que simultanearon las dos ocupaciones. Cuando esto no se explica, la realidad desaparece. Todo lo que venga después parecerá extraño. El “Todo es ETA” parecerá una obsesión, una estrategia ilegítima. Y lo parecerá porque la unidad didáctica ha decidido que ETA era únicamente un ente abstracto. Cómo van a incorporar las relaciones entre ETA y HB, entre ETA y las herriko tabernas, si ni siquiera han tenido la decencia de incorporar las relaciones entre ETA y las personas que constituían ETA. Si ni siquiera Txapote, Potros o Troitiño aparecen en la relación.

Mitin de HB en Anoeta, 1996. La narradora pasa a explicar Oldartzen, lo que se dio en llamar la estrategia de socialización del sufrimiento por parte de HB. Lo que pasa es que la narradora se refiere a ello como «la nueva estrategia política de Herri Batasuna, que apostaba por acumular fuerzas e intensificar la lucha en todos los frentes”. No se ve si hay o no comillas. Y desde luego no se dice “socialización del sufrimiento”.
Aumento de actos de violencia callejera, modificación del Código Penal, que “endureció las condenas contra la kale borroka, y consideró terroristas a los jóvenes que participaban en ella”. Es el Código Penal el que considera, decide considerar, terroristas a quienes participan en actos de “violencia callejera”. Es el Código Penal el que decide, con su capacidad de nombrar, otorgar a la “violencia callejera” una consideración que, hay que deducir, no era parte de su naturaleza. Porque lo que la narradora, y por tanto Jonan Fernández y el Gobierno vasco, están diciendo es que no había una vinculación real entre “los jóvenes” que quemaban cajeros o autobuses y ETA. Esa vinculación la puso el Código Penal, el Estado.  “Entre 1992 y 2007 más de 1500 jóvenes fueron fichados o detenidos por kale borroka, uno de cada cuatro era menor de edad”. De nuevo, “jóvenes”. Y frente a la pantalla, mirando y escuchando, estudiantes de 15 y 17 años. Imágenes de una paliza a un ertzaina de paisano en fiestas de Bilbao, tres años después intentaron quemar su coche. No hay nombres. Nada de “imagen terrible”, nada sobre la presencia permanente de ETA en las fiestas.

Gregorio Ordóñez. “ETA lo mató de un disparo en la cabeza”. “Poco después, ETA dijo en una entrevista”. ETA mata, ETA dice, pero son personas concretas las que matan y dicen, y se sabe quiénes mataron, pero nunca aparecen en la unidad didáctica que pretende explicar lo que ocurrió a los alumnos de ESO y Bachillerato. No se sabe, es verdad, quiénes son los que decidieron profanar la tumba de Ordóñez una y otra vez, algo que tampoco se menciona en la unidad didáctica. “Errores y horrores que nunca deberían repetirse”, advertían Jonan Fernández y el Gobierno vasco al inicio, “Necesito saber qué ha ocurrido”, decía la narradora al comienzo. Al parecer, no necesita saber todo lo que ocurrió. No necesita ella, y por lo tanto no necesitan los alumnos.
Continúa con la cifra de políticos asesinados por ETA. Números, retratos rápidos. 8 segundos.

La narradora habla con una persona, en euskera. No se trata de Valentín Lasarte ni de García Gaztelu, Txapote, condenados por haber asesinado a Gregorio Ordóñez. Tampoco es Consuelo Ordóñez. Se trata de Carmen Guisasola, disidente de ETA, a la que la narradora pregunta por qué entró en ETA. “Por el ambiente que había, el franquismo nos tenía aterrorizados”. Cuenta también que en un determinado momento entendió que aquello no estaba bien, y que no debería haber ocurrido. La narradora le pregunta qué estrategia siguió ETA después de las fallidas negociaciones de Argel. Guisasola responde: “Lo que se llamó socialización del sufrimiento. Golpear a personas que tenían poco poder, personas que no tenían poder. Concejales, periodistas. Para extender todo el sufrimiento que se pudiera a toda la sociedad. Y después por otra parte se impuso a los jóvenes la estrategia de la lucha callejera”. Explica lo que fue aquello, lo que era ETA, sin eufemismos ni racionalizaciones. Describe lo que hizo con las palabras precisas. Esto es lo que más se acerca a eso que se llama arrepentimiento, que normalmente no es más que un engaño sostenido en un autoengaño. Quien ha formado parte de una banda terrorista, quien ha asesinado, como Guisasola, sólo tiene una opción: describir lo que hizo. No hace falta nada más. Desde luego no hace falta la valoración, que no supone nada más que concederse el perdón y concedernos la capacidad de comprender y perdonar, y lo que es peor, de desentrañar si su arrepentimiento es sincero. Hemos visto muchos ejemplos de esto. Es comprensible en quienes fueron víctimas, en las víctimas que buscan sentido a lo que pasó. Pero no en quienes tienen la función de ayudar a poner orden en el mundo mediante las palabras. Los periodistas, que deberían ser como una hoja en blanco, nunca como un escritor. Guisasola, en estos segundos, utiliza las palabras para describir la realidad. No para sobrevolarla, no para forzar una realidad que nunca podrá existir, la del “ojalá”, en la que podrían haber sido otros. Al limitarse a esto, quienes escuchan no tienen la tentación de elaborar un viscoso “yo te creo”. Quienes escuchan pueden limitarse a aprender, si no sabían. Poco. Seguramente Guisasola podría decir y hacer más. Pero al menos lo que dice no reduce, no distorsiona la realidad.
Aparece Argel, el proceso en Irlanda, etc.

Ahora presenta a Ardanza. Mencionan, ahora, el atentado de la Casa Cuartel de Zaragoza, murieron 11 personas, 5 niñas, alguna imagen, una de ellas de una de las niñas, ninguna merece la valoración de la narradora, no hay “terrible” en esta ocasión. Rumores de ruido de sables, dice Ardanza, algo había que hacer, Pacto de Ajuria Enea. “Al final, y esto es lo triste, ETA ha perdido todos los trenes que los demócratas hemos ido poniendo en distintas estaciones”.

Elkarri, cómo no. “Nació para conseguir un acuerdo de paz”. “Consiguió por primera vez que HB y PSE participaran juntos en una manifestación por el diálogo”. Jonan Fernández, en su juventud. Bittor Aierdi explica qué es lo que querían hacer en Elkarri. Más Elkarri, grandes éxitos, dificultades, escepticismo. Viajaron a Irlanda, vuelve a salir Jonan Fernández. Música optimista. Es su programa, hay que entenderlo. Elkarri, que se dedicó exclusivamente a las buenas intenciones, empeño en el que no es posible el fracaso. Mesas de paz, mesas con víctimas “de violencias diferentes”. “El diálogo es la única salida”. El diálogo será el protagonista a partir de ahora, seguramente. «¿Por qué aquí no hubo un proceso que llevase a la paz, como sí ocurrió en Irlanda?», pregunta la narradora al cofundador de Elkarri. Probablemente ahora viene el todos tenemos parte de culpa. “Yo creo que todo el mundo tiene que hacer una reflexión autocrítica… yo ahora no quiero señalar culpables, pero creo que todo hubiera ido mucho mejor si muchísimo antes se hubieran hecho muchas cosas que se han acabado haciendo después”. La claridad de Elkarri.

Ahora, Egin. El cierre. No antes, claro. No las coincidencias entre las señales en el periódico y los posteriores asesinatos de los señalados. No las reacciones en el periódico a los asesinatos, no los textos, por ejemplo, de Martin Garitano. No el “Ortega vuelve a la cárcel” ni “El Gobierno no se movió y ETA disparó contra el edil del PP”. Imágenes del cierre, incautaciones, Garzón. Egin sólo aparece cuando lo cierran, ésa es toda la relación del periódico con ETA que llegará a los alumnos. Porque los detalles deben ser sólo para el diablo, hay estudiantes observando. Garzón, el cierre. “Egin tenía entonces 210 trabajadores”. La justicia resolvió más tarde que Egin no tenía que haber sido cerrado, sin más detalles. La detención de la mesa nacional de HB, por “el mismo juez Garzón”, por si a los estudiantes se les enciende alguna luz, Egin no tenía que haber sido cerrado, y ahora detienen a la mesa de HB. Y de ahí al Pacto de Estella, o el acuerdo de Lizarra-Garazi, según dice la narradora. “Las intenciones eran buscar un proceso de paz como el de Irlanda”. Tregua de ETA, Aznar y el Movimiento Vasco de Liberación. La narradora habla ahora con Jone Goirizelaia. Le pregunta qué pensó ella, qué sintió, cuando ETA rompió la tregua. “Una grandísima frustración”, pero después cierta esperanza, porque si ha sido posible una vez puede ser posible más veces. Pero ha sido posible ¿qué, exactamente, Jone? Esto no lo pregunta la narradora. La narradora pregunta amablemente, con una sonrisa: “¿Por qué no condenasteis el atentado de ese militar, en Madrid?” “La izquierda abertzale lo que no ha hecho nunca es algo que el otro quiere que haga porque sí, porque le parezca mejor o peor al otro, a la otra parte. La izquierda abertzale lo que hace es lo que cree que es más conveniente en ese momento”. Fin de la interpelación a Goirizelaia. Fin de la petición de explicaciones a la izquierda abertzale. Y “ese militar”.

Lo siguiente es el documental “Viaje a la dispersión”, de la ETB, en 1998. El documental cuenta la situación de dos familiares de presos de ETA, sus viajes. “El miedo a los accidentes, a los controles de la Guardia Civil, a quedarse sin visita”. Sus miedos, sus sufrimientos. Es imposible un relato que contente a todos, se esfuerza siempre Jonan Fernández en aclarar. En cosas como ésta es donde mejor se ve la voluntad de Jonan Fernández, el relato que el Gobierno vasco quiere llevar ahora a las aulas.
La narradora explica la política de dispersión. “El objetivo declarado era romper la unidad del colectivo de presos, pero las consecuencias las sufrieron sus familiares”. Imágenes de niños, ahora sí. Éstos sí. “Ésta es Gurutze Yanci”, pasa a decir la narradora, vemos una foto de ella sonriente. Concejal de Herri Batasuna, fallecida después de ser detenida en un cuartel, marcas de golpes, infarto, le recetan jarabe para la tos. “Nunca se supo por qué fue detenida”. El hilo. Ahora el fin de la mili. Vídeo en el que se ve a un joven durante el servicio militar obligatorio. “Los objetores de conciencia no saben lo que se pierden. Esto es vida”. Por alguna razón vemos esa imagen de un joven que disfruta en el ejército. Rafa Sainz de Rozas explica la desobediencia civil, la insumisión. También por alguna razón deciden incluir esto. Pero no otras cosas que ocurrieron en los 90, cosas directamente relacionadas con ETA. “La lucha de los antimilitaristas”. Cuánta gente pudo cumplir condena por insumisión, pregunta la narradora. Unas 2.000 personas. El entrevistado explica que estaban en contra de todo tipo de militarización, venían de las luchas no violentas. “¿Y toda la sociedad compartía esa idea aquí?”, pregunta la narradora. “Naturalmente que no. Aquí había gente que justificaba una violencia y estaba en contra de la otra”. Una y la otra. ETA y el servicio militar. Una violencia, otra violencia. “Una sociedad azotada, dividida y atemorizada por la violencia”, decía la narradora, es decir, Jonan Fernández y el Gobierno vasco, al comienzo del primer episodio. El activista de la desobediencia civil intenta explicar por qué era una contradicción “estar en contra de una violencia y a favor de otra”, donde una sería ETA y otra el ejército, o al revés. “Lo que aportó el movimiento antimilitarista fue decir estamos en contra de la mili porque estamos en contra de la militarización, y estamos en contra de la violencia como medio para alcanzar fines políticos. Ese discurso es muy potente, y era muy potente en un momento en el que había gente que le parecía muy mal ETA pero que le parecía bien encarcelar a la gente por negarse a aprender a matar. Y había gente que le parecía muy mal encarcelar insumisos pero no tenía nada que decir ante los asesinatos de ETA”. Ni ETA ni la mili. La claridad moral de siempre.

Juan Mari Jauregi, que tuvo que abandonar el País Vasco por las amenazas de ETA y que finalmente fue asesinado. Habla Maixabel Lasa, la viuda de Jauregi, su trabajo por la convivencia, desterrar el odio, directora de la Oficina de Víctimas del Gobierno vasco, etc. Y de la experiencia de familiares con presos de ETA, la necesidad de las segundas oportunidades para todos los presos de ETA, las conversaciones, lo bien que se sintió cuando ella participó en una. “Y con Ibon Etxezarreta ya he tenido más relación”, éste sí con nombre. Faltan los otros dos, faltan las condenas. En su lugar, el arreglo floral. Maixabel Lasa, sobre Etxezarreta, uno de los asesinos de su marido: “Y luego además el año pasado apareció en el homenaje a Juan Mari en Legorreta. Entonces venía con trece claveles rojos y uno blanco. Y me dijo mira Maixabel, los trece claveles rojos simbolizan los trece años anteriores míos y el blanco significa este año que vengo a acompañarte y a recordar a Juan Mari”.

Esta entrega acaba así. Los 90 acaban así. Ni una sola referencia a la librería Lagun, a los ataques que recibió ya en los 80, y que se recrudecieron en los 90, ninguna a referencia María Teresa Castells, dueña de la librería y casada con José Ramón Recalde, ni a las pintadas contra éste que aparecían en la librería, hasta que finalmente un miembro de ETA le disparó en la calle, atentado del que afortunadamente salió con vida. No se menciona cómo tuvieron que cerrar la librería en la Parte Vieja de San Sebastián y abrirla en otra zona, aunque en el primer episodio sí hubo un espacio considerable para las iniciativas culturales vascas. Nada, no existió Lagun, no forma parte de “lo que ocurrió”, de eso que la narradora necesitaba comprender. Ni una sola referencia a Basta Ya, creada en 1999. Ni una sola referencia a Rentería, a los asesinatos de los concejales José Luis Caso y de Manuel Zamarreño, en fila, primero uno y después sus sustituto. Tampoco aparece Kepa del Hoyo, el etarra que falleció en la cárcel en 2017, condenado por dos asesinatos cometidos en los años 90, y cuya muerte motivó la aparición de pintadas y carteles en su honor y una gran manifestación de la izquierda abertzale, para despedirlo con honores. No hay tiempo para todo, aunque sí lo ha habido para el movimiento a favor de la insumisión. No hay más nombres, no hay imágenes de Txapote, De Juana, Josu Ternera. ETA mataba y decía en abstracto, siempre. Eso será lo que aprenderán los alumnos de ESO y Bachillerato.

El cuarto episodio abarca los años 90. Éstos son los minutos que se dedican a cada una de las escenas:

Miguel Ángel Blanco, Ermua, tensión HB: 3:10
Ortega Lara: 14 segundos.
Oldartzen, HB, atentados, kale borroka: 1:24
Gregorio Ordóñez: 39 segundos.
Políticos asesinados por ETA: 8 segundos.
Carmen Guisasola: 2:47
Ardanza, Ajuria Enea: 1:44
Elkarri: 1:54
Egin, detención mesa HB, tregua, Goirizelaia: 3:03
“Viaje a la dispersión”, Gurutze Yanci, insumisos: 3:31
Juan Mari Jauregi, Maixabel Lasa: 3:32
Basta Ya, Lagun: 0 segundos.
José Luis Caso, Manuel Zamarreño, Rentería: 0 segundos.
Portadas y artículos de Egin tras asesinatos: 0 segundos.
Valentín Lasarte, Txapote, De Juana Chaos, Josu Ternera: 0 segundos.

Herenegun, 3

CAPÍTULO 3

Los años 80.

Lo primero, Hipercor. 1987.

La narradora habla con José Vargas y Rosa María Peláez. José es presidente de la Asociación catalana de víctimas de organizaciones terroristas. Rosa es la primera persona que se entrevistó con uno de los autores del atentado de Hipercor, 25 años después del atentado. Detalles sobre el sufrimiento del hijo, tratamiento psicológico.
Ella cuenta cómo tranquilizó a la persona con la que se entrevistó –sin nombre– y cómo esa persona pidió perdón 20 veces. También dice que muchos de sus amigos dejaron de hablar con ella después del atentado. Él añade que en aquella época la víctima no tenía ningún apoyo fuera de la familia.

Narradora: ETA mató a 21 personas en el atentado de Hipercor, “el más sangriento de toda su historia”. El vídeo muestra titulares de periódicos de la época, muy rápido. Es imposible leer los detalles. Sólo la narración: diez años desde las primeras elecciones de la democracia, más de 500 muertos. “Al mismo tiempo se suceden las noticias de torturas y abusos policiales, muertos por la Guardia Civil y la Policía Armada, atentados de la extrema derecha y grupos parapoliciales, y la irrupción del terrorismo de Estado con el nacimiento del GAL”. Una foto y algún titular más reposados, ahora.

La narradora muestra un gráfico con los asesinatos de ETA por año, el incremento de los años de plomo. “Un cambio que luego no se reflejó en la sociedad, ¿por qué?”, le pregunta a Javier Tirapu, neuropsicólogo. El neuropsicólogo no comprende la pregunta. “¿A qué te refieres con que no se reflejó en la sociedad?” “A que no reaccionó, no salió a la calle a manifestarse por ejemplo”. Da una explicación sobre emociones y racionalización, la gente se sentía mal por no saludar a alguien que estaba sufriendo, de ahí, dice, el “algo habrá hecho”.

Imágenes de las manifestaciones de Gesto por la Paz, también 1987.

La narradora vuelve a 1979, a la firma del estatuto. Garaikoetxea habla desde el presente, no habría firmado nada si hubiera sabido que todavía hoy habrían tenido que estar negociando. “Teníamos el problema también de la lucha armada, de los atentados, y el contraterrorismo de Estado”.

Suena una versión de Somewhere Over the Rainbow, la narradora llega junto a una mujer a las ruinas de Lemóniz, y le pregunta qué siente al verlo. “Tantas luchas, tantos sinsabores, tantas reuniones, tantas muertes también”. La mujer que habla no es familiar de algunas de las personas vinculadas a la central asesinadas por ETA, sino alguien que participó en los comités antinucleares. Tal vez por eso habla de muertes, y no de asesinatos. La narradora le pregunta por las protestas, cómo eran, etc. “Fue como una explosión. De energía, de creatividad. Y esto, esto de sentirnos juntos y sentirnos poderosas y poderosos, como que podíamos construir nuestro futuro simplemente por el hecho de estar juntas. Es el aprendizaje que nos trae la desobediencia civil y la no violencia”.

Pregunta la narradora por la actitud de las instituciones. Poco dialogante, siempre no, responde la activista. Hay que situar bien el contexto.

Aparece información sobre Gladys del Estal, muerta por la policía de un disparo en una manifestación antinuclear. La activista antinuclear cuenta cómo reaccionaron cuando oyeron el disparo. Ahora la narradora habla de José María Ryan, el ingeniero jefe de Lemóniz secuestrado y al que ETA amenazó con asesinar si no cerraban la central. Manifestación en Bilbao, su mujer agradece el apoyo de la gente. Al día siguiente, Ryan “apareció muerto de un tiro en la cabeza”. Sin sujeto. Ni siquiera el abstracto “ETA”. Apareció muerto. “En el conflicto de Lemóniz, antes de Ryan, ETA ya había matado a un guardia civil y tres trabajadores. Después asesinó al nuevo ingeniero jefe. La última víctima fue un niño de diez años, Alberto Muñagorri”.

Pero lo de Lemóniz no acaba aquí. Falta la reflexión, que se deja a la activista antinuclear. La narradora pregunta a la activista cómo vivieron ellos la entrada de ETA en el conflicto de Lemóniz. “ETA en un punto entra en el conflicto de Lemoiz y lo hace de forma violenta, cómo lo vivisteis vosotros” “Nosotros nos llevamos muchísimo disgusto. O sea, terminó con una situación conflictiva pero también terminó con una posibilidad de movimiento social. Las dos cosas iban juntas, eran interdependientes”. Muchísimo disgusto. Terminó con una situación conflictiva, y eso estaba bien, pero también con la posibilidad de movimiento social. No los asesinados. El freno al movimiento social.

Ahora aparece el Francisco Etxeberria, el prestigioso forense, para hablar del proyecto de investigación y posteriormente informe sobre la tortura y malos tratos en el País Vasco. “En él se han documentado 3.587 casos de tortura”. La narradora forma parte de la primera generación que vivirá en el País Vasco sin violencia, pero parece que no se ha leído el informe, o que no lo ha entendido. En primer lugar, el informe deja claro, aunque no demasiado visible, que no son casos de tortura, sino de tortura y malos tratos, concepto este último algo más elástico. Y también deja claro que no son casos, sino declaraciones verosímiles de personas que dicen haber sufrido tortura o malos tratos. Pero hay que enseñárselo a los jóvenes.

La narradora pregunta a Etxeberria qué sentía cuando iba como médico a Intxaurrondo, en los 80, qué había allí. Relata el caso de una persona a la que vieron destrozada, a la que le habían hecho de todo. Golpes, bañera. Se pregunta a sí mismo el forense: “¿Ese ejemplo era una excepción? Nosotros tenemos toda la impresión que aquello era más que frecuente, y muchos jueces también la tenían”. La impresión. Y la imagen y la voz de González hablando sobre el GAL. Galindo, Barrionuevo. Curiosamente, si la memoria no me falla, creo que Barrionuevo es el primer terrorista condenado en democracia que aparece hablando en estos 50 minutos de programa. Estamos ya en los años 80. “El terrorismo de Estado con las siglas del GAL asesinó a 27 personas, e hirió a 60, en cinco años”. Habla ahora Vera. Cuando aparecen Galindo, Barrionuevo y Vera aparecen también los años de condena y el tiempo que cumplieron, como debe ser. Toca esperar y acordarse cuando aparezcan los protagonistas, si es que aparecen.
Aparece Jesús García. Etxebarria dice que García le comentó que si se hubiera callado no se habría aclarado nada en este asunto. Tal vez la narradora encuentre a alguien que hable sobre los 300 crímenes sin resolver y los silencios de los protagonistas de momento ausentes.

Bilbao, 1984, protestas de Astilleros. Suena Eskorbuto. La narradora habla en la Universidad de Deusto con Guillermo Dorronsoro, decano de Ciencias Económicas. Sobre cómo ha cambiado Bilbao en 30 años, la industria, las infraestructuras. La incertidumbre de quienes pierden su trabajo, pregunta la narradora, en fin. En una pieza de 20 minutos sobre ETA y los años 80. Más segundos. Astilleros, Euskalduna, Museo Marítimo de Bilbao. Mujeres que lucharon por mantener abierto Astilleros. El nexo, dónde estará.
Una hija habla del trauma que supuso todo aquello para sus padres.

El trauma de los años 80 en un documental sobre las violencias: Astilleros. No ETA.

Bueno, un vídeo de Iosu Expósito, de Eskorbuto, un año antes de su muerte. Sobre la heroína. Me temo que viene el nexo. Espero que no, pero no encuentro otro motivo para que aparezca esto. La narradora añade contexto. Cerca de 10.000 heroinómanos en el País Vasco a principios de los 80, el sida. Y el nexo, como un palazo en la cara: “ETA mató a 20 personas a las que acusó de estar vinculadas con el tráfico de drogas”.Después, justo después de decir esto, habla con Daniel Zulaika, que fue coordinador del Plan Vasco contra el sida desde 1988. Contará lo horrible que era aquello, la plaga. Después, justo después del “ETA mató a 20 personas a las que acusó de estar vinculadas con el tráfico de drogas”. Alumnos de ESO y Bachillerato, atentos, no os despistéis. Era horrible aquello, la heroína, el sida, ETA mató a 20 personas a las que acusó de ser responsables de todo aquello. Zulaika cuenta lo duro que era ver todo eso, la adicción y el sida, y cómo fueron acabando con ello.

Siguiente escena, sin pausa, más nexo: “Pensamos que hemos cumplido un papel fundamental en la historia de nuestro pueblo. La lucha armada y ETA ya han cumplido su papel”. La disolución de ETA PM, 1982.  La narradora contextualiza sobre el fin de los polimilis. Habla con Martin Auzmendi, miembro de ETA pm. Explica cómo va “evolucionando” ETA, las asambleas. “En 1968 llegaron las primeras muertes”. Retratos de Pardines, Etxebarrieta y Melitón Manzanas. La desaparición de Pertur, la creación de Euskadiko Ezkerra. En los siguientes años las dos ETAs “aumentaron sus acciones armadas de forma espectacular”. Más de 250 asesinatos en cuatro años. Golpe de Estado de 1981. Reintegración de los polimilis. Yoyes, exilio, vuelta del exilio, asesinada “delante de su hijo de tres años”. Negociaciones de Argel.

Y hasta aquí. Esto es todo lo que se cuenta sobre los años de plomo, sobre ETA en los años 80. ¿Se acuerda alguien del “es una imagen terrible” del episodio anterior? ¿De la valoración? Es el episodio sobre los años 80 y no ha aparecido ninguna imagen de, por ejemplo, el atentado de la Casa Cuartel de Zaragoza. ¿Se acuerda alguien del “Su lista es muy larga”? No ha aparecido en el episodio de los años 80 el nombre de ningún terrorista condenado por los atentados de los años 80. Ni Troitiño, ni Santi Potros, ni De Juana Chaos, ni Kubati, nada. Era ETA, esas tres letras, quien asesinaba. De ningún terrorista de ETA, porque sí han aparecido Barrionuevo, Vera y Galindo. La responsabilidad es abstracta e incorpórea o personal y con nombre en función del origen de la violencia.

El tercer episodio abarca los años 80. Éstos son los minutos que se dedican a cada una de las escenas:

Declaraciones de las dos víctimas de Hipercor: 2:28

Titulares sobre los atentados de la época, torturas, GAL: 0:28

Neuropsicólogo: 1:14

Gesto por la Paz, Garaikoetxea sobre el estatuto: 2:41

Activista antinuclear en Lemóniz: 2:39

Etxebarria, torturas, informe del Gobierno vasco sobre las torturas, terrorismo de Estado: 3:07

Bilbao, Astilleros, Euskalduna: 2:51

Eskorbuto, heroína, SIDA, ETA mata traficantes: 1:35

Disolución de ETA pm, Yoyes, Pertur, Argel, asambleas de ETA: 4:48

Herenegun, 2

CAPÍTULO 2

Años 70.

El episodio 2 empieza también con un ex miembro de ETA. De hecho, empieza con dos antiguos miembros de ETA, convenientemente dulcificados por la edad. Izko de la Iglesia explica que iba a asaltar la cárcel de Pamplona y lo detuvieron. Habla con Xabier Larena, otro miembro de ETA. Comentan entre risas cómo los detenían. “¿De qué te acusaban?”, pregunta Larena. “Bueno, del asesinato de Melitón Manzanas”. Viejos militantes entrañables, ancianos. Aparecen junto a Paco Letamendia, el abogado que los defendió. Hablan sobre el proceso de Burgos. Letamendia habla de cómo el proceso hizo aflorar el desprecio al franquismo. Se escuchan los gritos de Mario Onaindia, su “Gora Euskadi Askatuta” durante el juicio, y también el Eusko Gudariak. “El juicio de Burgos había convertido a ETA en uno de los protagonistas de la oposición contra la dictadura”, explica la narradora, siguiendo el hilo del episodio anterior. Nada de odio, sólo justicia. Nada de identidad nacional, nada de expulsión de los colonos, sólo libertad.

Aparece Landaburu, y después Anasagasti, sobre el asesinato de Carrero Blanco. Joxemari Iriondo (ya había salido en el episodio anterior, en la escena sobre la cultura vasca): “Sabíamos que Carrero Blanco era la mano derecha de Franco”. Imanol Uribe e Iñaki Aldekoa, un sindicalista de ELA, comentan el asombro que produjo el atentado, detalles como el socavón que la explosión dejó en el suelo, el tejado, la marca que serviría de señal para el comando. Es el tono general de todos cuantos se refieren a ello. Podrían estar hablando de los efectos especiales de una película, nunca de un asesinato. Imágenes de una rueda de prensa de ETA en Burdeos. Elixabete Garmendia, su novio estaba en la cárcel. Tenían miedo de lo que podía pasar con los que estaban en la cárcel. Manuela Carmena, con franqueza: “No podemos apoyar esto, estamos en contra… por dentro todo el mundo decía ha sido providencial, Carrero iba a ser un tapón para el desarrollo de la democracia.” Juan José Pujana, un militante del PNV: “Como todo el mundo, yo me alegré, la verdad”.
Después de las palabras del militante del PNV, vídeos de gente celebrando, la alegría ya se ha contagiado.
No vuelve en el vídeo, pero volvamos nosotros a los dos grandes principios de Herenegun: “Ninguna convicción está por encima del valor de la persona y su dignidad humana. Los derechos humanos son inviolables”. De vez en cuando, los principios solemnes dejan paso a la alegría. Nosotros volvemos, ahora, a las reflexiones innegociables que enmarcan esa unidad didáctica. No lo hace la propia unidad didáctica, ahora, y no lo harán los alumnos mientras escuchan esas palabras y ven las imágenes de gente bailando tras el asesinato.

La última aparición en público de Franco, Plaza de Oriente.

“Para mí ETA era uno de los exponentes de la lucha antifranquista (…) y en aquella época generó mucha simpatía en determinados ambientes de izquierdas.” Imanol Uribe, conversando con Manuela Carmena y tirando del hilo.

Últimos fusilados de la dictadura y el atentado de Atocha, asesinatos cometidos por la extrema derecha.

Detalles del relato de un torturado, fotografías de las torturas a Amparo Arangoa. “Es una imagen terrible”, dice la narradora. Hay que guardar esto porque es la primera valoración que se hace, y porque después, imagino, habrá muchas oportunidades para hacer más valoraciones similares. No de torturas, sino de Hipercor, casa cuartel de Zaragoza, en fin, de cualquier persona a la que ETA asesinó con bomba o tiro en la nuca.
La narradora sigue, y cuenta que el torturador, Muñecas, es ahora un anciano, y que han tenido que pasar 40 años para que se sentase ante un tribunal. “Su lista (de torturas) es muy larga”. Hay que guardar también esto, para cuando tenga la oportunidad de señalar otras listas, dentro de no mucho. Las listas de asesinatos de Txapote, De Juana Chaos, de los etarras que aún están en prisión y de los que ya están en la calle. Y las listas de asesinatos que no han sido esclarecidos. La narradora ha valorado la imagen de una persona torturada (“Una imagen terrible”) y ha señalado los méritos de un torturador (“Su lista es muy larga”). Recuerda e incluso valora los hechos, dos hechos concretos. Pero hay, habrá, muchos hechos para recordar y valorar, para detenerse en ellos. Si no lo hace no será porque elige un enfoque pretendidamente aséptico, sino porque discrimina.

La narradora habla ahora con la hija de Francisco Javier Núñez. La narradora le pregunta por los recuerdos sobre su padre, y sonríe mientras la hija habla. La hija cuenta cómo su padre fue a poner una denuncia a una comisaría por los golpes que los grises le habían propinado en una manifestación, y cómo le obligaron a beber alcohol, tanto que murió por una cirrosis hepática que ya padecía.
Está muy bien. Pero merece la pena recordar que la familia de Pardines no apareció en el capítulo anterior. Ni la de Melitón Manzanas o Carrero Blanco, claro. Esto último se puede entender. También se puede entender que, probablemente, la familia de Pardines no quiera participar. Pero lo esencial es entender que el hecho de que aparezcan unos y no otros genera necesariamente un efecto en el espectador. Espectadores que, en este caso, no son adultos, sino niños y jóvenes. Los detalles humanos, hasta ahora, en un documental de ETA, son para las víctimas del franquismo. Valoraciones, recuerdos descriptivos y el acercamiento a una víctima que relata los efectos de la violencia. Estamos en los 70. No faltarán oportunidades para seguir aplicando este enfoque.

“Una agonía muy lenta, muy dura”. La narradora: “Y ese sufrimiento lo recogió tu madre en un diario”. “Sí, un diario en el que recoge pues todo lo que… más de diez transfusiones, vómitos de sangre, diarreas de sangre”.

Habrá que llevar un diario también sobre la exhaustividad en los detalles. Detalles que podrían aportar Ortega Lara, o Emiliano Revilla, o las familias de Gregorio Ordóñez, José Luis López de Lacalle. Detalles interesantes, por desconocidos, de las vidas de quienes no fueron asesinados, sino que soportaron amenazas y acoso durante años. Detalles de los familiares de José Luis Caso y Manuel Zamarreño, de lo que supone ver cómo alguien a quien quieres se pone voluntariamente en la cola para ser asesinado. La narradora, es decir, Jonan Fernández, todo el Gobierno vasco, tendrán numerosas oportunidades para ser justos.
“Hasta que ya el último día ya vio que no podía más y pidió despedirse de mí”.

“Él sabía que se estaba muriendo”. “Sí. “¿Y tú recuerdas ese momento?” La hija, muy afectada: “No lo tengo en el plano consciente, pero sí que es cierto que me aparece a veces en sueños”.

Ya llevamos un 30% de una unidad pedagógica que pretende enseñar a los estudiantes vascos de ESO y Bachillerato el origen y las causas de ETA. Y tal vez la clave resida en esto. Es posible que estemos valorando Herenegun injustamente. Herenegun pretende mostrar las causas de ETA. La pregunta que se hacen es por qué. No qué, claro. No pretende mostrar qué fue ETA, qué hizo ETA, quién construyó ETA, quién disparó, quién señaló, quién justificó o quién acogió. Tal vez sea ésa la clave.

“En 1976, más de medio millón de trabajadores se sumaron a los paros laborales en Euskadi, más que en ningún otro país de Europa”.

Hablan dos familiares de obreros muertos por la represión de la policía a la salida de una iglesia de Vitoria en marzo de 1976, y una persona que sufrió consecuencias en su salud por la inhalación de gases de la policía. Este último: “Los tiros, la sangre en el suelo… eso se te queda grabado y siempre te viene a la memoria”. Se escuchan palabras, al parecer de los mandos policiales. Hablan de que han contribuido a una de las mayores palizas de la historia, y de que se ha producido una masacre. “Muchas gracias, buen servicio”. Se ven placas en recuerdo de los fallecidos en el lugar, hoy.

Probablemente, en el capítulo 3 y en el 4 leeremos declaraciones de la izquierda abertzale tras los atentados más sangrientos de ETA. Veremos las celebraciones cuando ETA asesinaba a algún guardia civil, veremos cómo la prensa abertzale recogía los asesinatos, y cómo la izquierda abertzale evitaba condenar los asesinatos. Pero toca esperar. De momento sólo estamos escuchando a unos policías que valoran una operación policial. Una sociedad azotada por la violencia, decía la narradora en el primer episodio. Una sociedad en la que una violencia es abstracta, ETA, y la otra, la del Estado, contaba con personas que disfrutaban de esa violencia. Recordemos que todo esto se dirige a alumnos de ESO y Bachillerato, que probablemente no saben nada de lo que ocurrió en los 70, los 80, los 90.

“La impunidad es lo contrario de la justicia. Dice mucho de la categoría ética de una sociedad si se hace uso de la justicia o de lo opuesto”.Hay que elegir, justicia o impunidad. Palabras de un familiar de uno de los trabajadores muertos.

El episodio pasa ahora a la reunión de Txiberta, entre todas las fuerzas nacionalistas. Las dos vertientes de ETA, Telesforo Monzón, el PNV entre otros, para discutir si participar o no en las primeras elecciones tras la muerte de Franco.

Elecciones, amnistía y aprobación de la Constitución. 1978. “Pero estos pasos no hicieron que ETA abandonase la lucha armada”, palabras de la narradora. Y por tanto de Jonan Fernández, del Gobierno vasco. Escalada de atentados de las dos ramas de ETA, que les llevó a traspasar en más de una ocasión “sus propias líneas rojas”. “Atentados que nadie pensó que ETA podría llegar a cometer”. Lo explican, sin querer, a continuación.

“El secuestro y asesinato del industrial abertzale Angel Berazadi, a pesar de que su familia había conseguido reunir el dinero del rescate”. El “a pesar de” auténtico, como sabemos, no es el que señala explícitamente la narradora, el del rescate, sino el que señala implícitamente. El “abertzale” que acompaña a “industrial”. De ahí los atentados que nadie pensó, etc.
“La explosión de una bomba en Lemoiz (Lemóniz), que mató a dos trabajadores”. Y varios atentados más, que se precipitan junto a las imágenes de titulares de la prensa. Lemóniz, apenas cinco segundos.
Aquí podría haber aparecido la exhaustividad, la imagen terrible de Lemóniz (¿hubo alguna imagen que no fuera terrible?), pero en su lugar introducen a Anasagasti. Porque el PNV convocó la primera manifestación contra ETA, y esto es importante. Se lamenta de los mensajes que se escuchaban, “el PNV es igual a ETA”, y que por eso “hubo que hacer una manifestación durísima, que tuvo muchas consecuencias internas, para decir que los de ETA son los de ETA y el PNV es otra cosa”. Hubo que hacer, durísima, consecuencias internas, por el hecho de salir a decir que ETA y el PNV eran dos cosas distintas.

El episodio llega hasta Álava. Los guardias civiles de Salvatierra, a quienes “los mataron a balazos”. Uno extremeño, los otros dos gallegos. Y jóvenes. Y ya. Hasta ahí llega Salvatierra, eso es todo lo que consideran oportuno contar a los alumnos que verán este episodio. El pueblo del “Están vivos, están vivos”, el atentado en el que participa el cura Ismael Arrieta Pérez de Mendiola. Ni un segundo para las viudas, que sí aparecen en el documental de Iñaki Arteta. Y por supuesto, esto es lo esencial, ningún segundo para quienes cometieron los asesinatos. Félix Alberto López de la Calle (Mobutu), Ignacio Arakama Mendia (Makario), Miguel Lopetegui Larrate. No hay aquí «imagen terrible», ni largas listas, ni el sufrimiento narrado de los familiares. Los mataron a balazos, una sociedad azotada por la violencia que no tiene nombres. Apenas unos segundos y la narradora sigue, ETA mató a 44 personas en los últimos tres años de la década de los 70. Números, sin nombres, sin lágrimas ni detalles familiares. La digestión es muy distinta cuando se hace en frío. Recordemos que esto se dirige a alumnos de ESO y de Bachillerato, recordemos cómo procesan los números. Menciona los años de plomo que vendrían y 1980, el año con más sangriento de toda la historia de ETA, con 93 muertos. Se menciona también que muchas de las víctimas de esos años eran enterradas en “funerales con poca repercusión mediática y social”. Poca repercusión social. A otra cosa. Una mujer levantaba acta de la categoría ética de una sociedad, minutos antes, pero se trataba de otra sociedad. La sociedad que despreciaba incluso a quienes ya estaban muertos no es objeto de juicio, porque no existió. Simplemente, había poca repercusión mediática y social.

La narradora habla con Carmen Torres, viuda de José María Portell. Portell era periodista y escritor.
“Carmen, voy a leerte un texto escrito por José Mari: ETA desaparecerá cuando la mayoría del pueblo vasco considere su presencia como innecesaria y contraproducente, porque cree más en la democracia que en las pistolas. Entonces las filas de ETA se desnutrirán y llegará el momento de su extinción. También tendremos que aprender a ser demócratas y a creer en la reconciliación.

La narradora señala que la viuda respondió hace años a una carta de arrepentimiento de un etarra (Txelis, aquí hay arrepentimiento y por eso hay nombre). Ella dice que sí, porque entiende que ellos hicieron lo que hicieron con 20 años, y cuando se dan cuenta tal vez tengan 50, y le salió del alma decir “Yo te perdono, Txelis”. “¿Y cómo se perdona?” “De repente sientes una calma dentro de las lágrimas que, yo he llorado tanto, estaba muy enamorada, qué pasa, qué pasa para que puedas perdonar al que te ha destrozado la vida”.

Antes habíamos visto a una mujer firme y categórica, hay que elegir entre impunidad o justicia, hermana de un obrero muerto por la represión policial. Ahora vemos a la viuda de un periodista asesinado por ETA. Reconciliación y perdón.

Jonan Fernández, el responsable de esto: “no queremos decirles a los estudiantes qué pensar”.

El episodio continúa. El estatuto. Participación, “Euskadi recuperaba así la autonomía perdida durante la Guerra Civil”. Así terminan los años 70.

Unos segundos para los guardias civiles asesinados en Salvatierra. Ninguno para el pueblo que gritó “están vivos”, ni para el cura que participó en el atentado. Los detalles son exclusivos del diablo, los alumnos se fijan en todo.

El segundo episodio abarca los años 70. Éstos son los minutos que se dedican a cada una de las escenas:

Dos ancianos miembros de ETA hablan con Paco Letamendia, Proceso de Burgos: 2:35

Landaburu, Anasagasti, atentado Carrero Blanco, alegría, Carmena, Imanol Uribe, última aparición de Franco, Atocha: 5:19

Imágenes de torturados por la policía y declaraciones, Muñecas, hija de Francisco Javier Núñez: 2:50

Represión contra los trabajadores, lucha obrera: 2:49

Txiberta, decisión ante elecciones, elecciones, amnistía y Constitución: 2:13

Escalada de atentados a pesar de elecciones, amnistía y Constitución: 0:25

Lemóniz: 6 segundos.

Anasagasti, postura del PNV, primera manifestación: 0:41

Salvatierra: 19 segundos.

Las 244 personas asesinadas por ETA en los últimos tres años de la década, los 93 asesinatos en 1980, la mención a los años de plomo, los funerales “con poca repercusión mediática y social”: 31 segundos.

Mensaje de Carmen Torres, José María Portell: 2:50


El tiempo que se dedica en el episodio sobre la violencia en los años 70 a Lemóniz, más Salvatierra, más los 244 asesinatos en los tres últimos años de la década, más los 93 de 1980, no llega a un minuto. Exactamente, 56 segundos.

Herenegun, 1

En los próximos días iré subiendo las notas sobre los episodios de la unidad didáctica Herenegun, destinada a alumnos de ESO y Bachillerato de los centros educativos del País Vasco. Dejo aquí la primera entrega. Al finalizar intentaré hacer un resumen ordenado de lo que supone, de lo que supondría, esa iniciativa del Gobierno vasco. Esto no es más que una serie de apuntes que he ido tomando mientras veía los episodios, complementados con otros datos o documentos cuando lo he creído oportuno.

“No se trata de decirles a los alumnos qué tienen que pensar”, ha dicho varias veces Jonan Fernández sobre Herenegun. Lo primero que aparece en los vídeos: «Ninguna convicción está por encima del valor de la persona y su dignidad humana. Los derechos humanos son inviolables».
No es sólo que eso ya supone decir qué pensar. Es que además son dos reflexiones lo suficientemente abstractas como para no pensar en lo concreto, que es la actividad de ETA, y los efectos de esa actividad. Y de eso se trata, realmente. De andar unos 20 cm sobre el suelo, levitando levemente, como decía Atxaga en La Pelota Vasca. De hablar sin mencionar, explicar sin describir, cumplir sin mancharse. “Errores y horrores que nunca deberían repetirse”, termina el previo. Errores en lugar de decisiones, en lugar de la voluntad concreta y declarada mil veces, y justificada otras tantas veces, hasta hoy. Comienza el episodio.

CAPÍTULO 1

Años 60.

“Pertenezco a la primera generación de este país que vivirá más tiempo en paz que con violencia (…) Necesito saber qué ha ocurrido”. La primera voz: este país. “Una sociedad azotada, dividida y atemorizada por la violencia”. Es la narradora. Lo que presenta es el relato de lo abstracto, la pseudomención. «Porque no quiero que eso vuelva a ocurrir». Tengo que volver a poner la introducción tres veces para asegurarme de que no son mis sesgos los que no me dejan escuchar la palabra «ETA». Pero no, no son los sesgos. La narradora que se pregunta qué ha ocurrido llama «eso» a ETA. Lo llama «violencia». Es lo que presenta a los alumnos, lo que define el tema. Este país, la violencia, eso.

Primera voz entrevistada: José Félix Azurmendi. Ex miembro de ETA. “¿Cómo te enteraste de la muerte de José Pardines y de Txabi Etxebarrieta?” La muerte, uno y otro. Esto, que se suele definir como un conflicto, con sufrimiento en los dos bandos, no podía empezar de otra manera. Una sociedad dividida por la violencia. Dos muertes. Igualados en el dolor, Pardines y Etxebarrieta. Aunque el segundo fuera el asesino del primero.
“Por la prensa. Habían matao a un guardia civil de tráfico, y horas después habían matao al autor de los disparos”, resume el antiguo miembro de ETA al que la narradora cede la primera palabra.

Se está hablando del origen de ETA, de por qué surge ETA, como dice la narradora. En el minuto 4 ya se hace referencia a los inmigrantes de Extremadura o de Galicia que acuden a Bilbao a buscarse la vida, a partir de “Ocharcoaga”, un documental de 1961. Habla ahora el presidente de la Casa de Andalucía de Barakaldo. Imágenes de barrios chabolistas. Visita de Franco al barrio de Ocharcoaga, saludo de sus vecinos. “Este barrio, que se debe a la iniciativa personal del Caudillo”. El señor de la Casa de Andalucía de Barakaldo: “La mayoría de nosotros tomamos conciencia de clase aquí. Y nos dimos cuenta de que el pueblo vasco estaba masacrao. Y estaba que no podía hablar ni en su lengua”.
Colonización, se podría decir. Y Franco, un vecindario creado por su iniciativa personal. Todo esto encaja muy bien, recordemos que están intentando explicar el origen, las causas de ETA. De momento, Franco e inmigración española.

Huelgas, Ramón Rubial. Más Franco. Alabanzas del NoDo al dictador.

El retraso español respecto a Europa. Gorka Landaburu y Patxi Zabaleta (mientras siga habiendo presos políticos ETA debe seguir existiendo, decía), fundador de HB, hablan amistosamente. Landaburu recuerda la represión. Guardia Civil, torturas. Otro recuerdo: Franco en San Sebastián, las vacaciones.

Hablan tres señoras, militantes del euskera. Fundaron ikastolas, educaron clandestinamente en euskera. El euskera estaba prohibido. La creación del batua. Estamos en el minuto 13 de 23. Orígenes y causas de ETA, hay que recordar. Ahora, las cooperativas. Mondragón. Caja Laboral. Ez Dok Amairu, cultura en euskera. Pero el euskera estaba prohibido, lo han dicho antes. Todo esto ocupa varios minutos.

Ahora Julen Madariaga. Otro fundador de ETA. Está bien. Qué mejor que dos fundadores de ETA para explicar con objetividad las causas de ETA. Habla sobre el inmovilismo del PNV respecto al franquismo. “Si no están haciendo absolutamente nada, nosotros vamos a intentar hacer algo”. Habla con Fede Bergaretxe, del PNV.

Ahora, sólo ahora, Melitón Manzanas. Presentan sus contextualizaciones (colaboró con la Gestapo, le gustaba participar personalmente en las torturas) y dan paso al mensaje: primer asesinato premeditado de ETA. Bergaretxe: “Por ese sufrimiento no pasamos. Nosotros, lucha armada, no”. Así termina el primer episodio de esta iniciativa del Gobierno vasco destinada a los alumnos de ESO y Bachillerato, con las palabras de un hombre del PNV.

Llama la atención que en todo el capítulo 1 no haya aparecido ningún documento de odio a los españoles. No a Franco, sino a los españoles por el hecho de ser españoles. Ya los había, y no eran pocos. Al parecer, no influyeron nada en los orígenes y las causas de ETA.
Tampoco se menciona la relación entre ETA y EGI, las juventudes del PNV, cómo jóvenes de EGI crearon la primera célula de ETA en Venezuela, cómo desde Venezuela se decía que todo ciudadano estaba obligado a contribuir moral y económicamente a la resistencia. Ni a Krutwig, ni a Eli Gallastegi. No se menciona a Sabino Arana, no se menciona la palabra “maketo”, a pesar de que sí se ha mostrado cómo las masas españolas llegaban al territorio de los vascos.

El primer episodio abarca los años 60. Dura, como el resto de episodios, 23 minutos. Éstos son los minutos que se dedican en el episodio a cada una de las escenas:

José Félix Azurmendi, ex miembro de ETA. Pardines y Etxebarrieta: 1:51

Ocharcoaga, inmigrantes, Franco, presidente Casa Andalucía Barakaldo, huelgas: 6:03

Landaburu habla con Patxi Zabaleta, represión, torturas, atraso, vacaciones Franco: 1:29

Euskera, ikastolas, cultura vasca, cooperativas, censura, Agirre: 8:40

Julen Madariaga y Fede Bergaretxe, ETA y PNV: 3:20

En la última escena vemos a un entrañable Julen Madariaga, ya anciano, que conversa con Bergaretxe del PNV. Muy civilizado. En el episodio no se menciona “La insurrección en Euzkadi”, la ponencia de Madariaga publicada tras la Tercera Asamblea de ETA. Es un documento de 1964 que aporta contexto, que tal vez ayudaría a los alumnos a entender las causas. Dejo unos párrafos que son más interesantes que cualquier cosa que pueda escribir, y dejo de escribir hasta el siguiente episodio. Las negritas son mías.

Algunos párrafos de «La insurrección en Euzkadi», ponencia de Julen Madariaga en la III Asamblea de ETA:

El oprimido deberá forzar para que su Derecho sea reconocido. Habrá que crear y hacer reconocer su propia legalidad por la fuerza de las armas. A la legalidad hispana o gala anteponemos nosotros la vasca. Pero no con declaraciones platónicas (que por otro lado el Sr. Leizaola y compañía se vienen encargando desde hace más de 25 años), sino con plástico y metralleta, precedidos y acompañados por toneladas de propaganda.

En Euzkadi mismo lo hemos visto. El Estatuto que tuvo que «conceder» la República española fue «discutido» y aplazado de forma sospechosamente prolongada por parte de los españoles, que en tanto que españoles, lo mismo da que sean de izquierdas que de derechas mientras esclavicen Euzkadi.

En la Guerra Revolucionaria se lucha con el cuerpo, pero sobre todo con el alma. (…) El mismo autor de Vasconia nos da la razón al decir: «La Guerra Revolucionaria es una espiritualización de la guerra. Pero esta espiritualización que concede a la Guerra Revolucionaria un carácter más feroz en el orden de las ideas, es un avance ya que viene a significar que los fuertes medios materiales pueden ser vencidos por la fuerza que despliegan las ideas».

Para el gudari-militante comprometido en cuerpo y alma en el G.R., engañar, obligar y matar no son actos únicamente deplorables sino necesarios. En este sentido es menos escandaloso fusilar traidores que fusilar enemigos.

El gudari-revolucionario, es decir, el gudari-militante lucha, como el antiguo cruzado, por una idea, por una verdad, la nuestra: liberación radical de Euzkadi y de sus pobladores. Para nosotros, al igual que para el cruzado del siglo X la suya, nuestra verdad es la verdad absoluta, es decir, verdad exclusiva que no permite ni la duda ni la oposición y que justifica la eliminación de los enemigos virtuales o reales.

Consecuentemente somos intransigentes en nuestra idea, en nuestra verdad, en nuestra meta esencial. Hay adhesión de espíritus y corazones por parte de cada uno de nosotros, a un conjunto de afirmaciones (liberación nacional, social, democracia, etc., etc.) y de negaciones u oposiciones (España y Francia opresores imperialistas, etc.) dogmáticas. Se dará pues, en nosotros tanto dogmatismo en los principios esenciales, como lo pudo tener el cruzado de otros tiempos o lo tiene hoy el moderno apóstol comunista.

Engañar es un acto necesario. Cómo no va a serlo. Un acto que parece desactivarse sólo en una ocasión especial: cuando se denuncia sistemáticamente la tortura. Porque esto que dice Madariaga está vigente en los 80, en los 90 y en la década siguiente. El “gudari” tiene que engañar para desmoralizar al enemigo, para minar su legitimidad y su credibilidad. Cuando un programa para la acción llama a mentir, ¿qué valor puede tener la declaración de un miembro de esa organización? Pues absoluto, hoy, en 2019. Toda denuncia será considerada, al menos, verosímil. Y por lo tanto toda denuncia será en sí misma una prueba de lo que se denuncia. La única que puede haber, suficiente en sí misma. Esto no quiere decir que algunas de esas denuncias no sean reales. Ha habido casos reales, claro. Pero para saber si son reales hay que confiar en las evidencias. Salvo que se pretenda confiar en la palabra del “gudari”, que está obligado a engañar si esto hace tambalearse a su enemigo.

La G.R. es, pues, una y totalitaria, en el sentido de que engloba todo: lo político, militar, social, etc.; y a todos (toda la población).

El hecho de que exista una idea, una ideología, una mística significa que la fe también juega un papel fundamental en la G.R. Sólo la fe consigue unir acción e ideología. Esta distinción entre acción e ideología y este papel de la fe, constituyen dos factores importantes para la comprensión y explicación de la G.R.

En la G.R., al adoctrinamiento ideológico y político se le da prioridad absoluta sobre la instrucción militar. En efecto: un nuevo combatiente aprende fácilmente el manejo del fusil y de la granada combatiendo junto a los veteranos, si ya está ideológicamente preparado a hacer la guerra. Lo contrario rara o muy difícilmente se suele dar.

¿Por qué pasó esto, se preguntaba la narradora? Para entenderlo, dejó hablar a un anciano Julen Madariaga. El joven, el que estuvo ahí, lo explicaba mejor. Adoctrinamiento ideológico. Nada de esto aparece en el primer episodio.

La G.R. solo puede nacer de una voluntad política bien afirmada. Es, pues, indispensable preparar a toda la población para la G.R., para luego arrastrarla y hacerla participar en ella activamente. La G.R. es la guerra de las masas populares. No se puede llevarla a cabo más que movilizando las masas populares y apoyándonos sobre ellas.

El militante tiene que empezar, pues, por caldear el ambiente en que va a actuar. Sin un mínimo sostén popular (no decimos toda la población, sería una ilusión) no hay G.R. que valga. Dice uno de los mejores técnicos de la G.R. que ésta es a la población como el pez al agua. Pez sin agua muere. El apoyo de la población (de una parte al menos de ésta ), al principio moral y luego material, debe ser el agua en la que el pez (G.R.) puede desarrollarse, moverse y nadar a su gusto.

Para empezar, este sostén moral debe consistir en no oponerse, en no ser hostil a nosotros. Luego hará falta que simpaticen; primero unos pocos y luego que esto se generalice. A continuación, será necesario que nos admiren (por nuestras acciones, no por nuestra cara bonita). Finalmente, que nos apoyen activamente (una mayoría) y que nos respeten y teman el resto. En toda G.R. hay una llama ideológica (romántica, novelesca o sentimental) que incita a la población a sostener y ayudar al comando, guerrillero o terrorista, a quien considera algo así como el exponente de sus aspiraciones.

La primera etapa fundamental de la G.R. es precisamente ganarse la voluntad del pueblo. Nosotros estamos ya en esta etapa. Hay que inundar el país con cientos de toneladas de papel; con miles de letreros en carreteras, estaciones, camiones y vagones, etc. y utilizar cualquier tipo de difusión de ideas.
Tenernos que predisponer los espíritus de tal forma que, a medida que vayamos avanzando de actitudes más blandas a otras más duras, el pueblo no se escandalice sino al contrario: lo reciba bien, incluso le parezca natural o ―y esto sería el caso óptimo― lo esté ya aguardando ansiosamente. En este sentido, uno de los mejores instrumentos de la acción de masas es la huelga: hay que ir de la huelga parcial a la total.

El pueblo se lanza al combate por lo que ama y también por lo que odia. El odio es uno de los más potentes resortes humanos: hay que saber aprovecharlo, canalizarlo y lanzarlo contra el imperialista secular que profana y expolia nuestra amada tierra y a sus habitantes.

La propaganda cunde en un fondo de humillación, persecución y vejaciones. Es posible que este sentimiento solo lata en el subconsciente de las gentes, en cuyo caso lo primero que tenemos que hacer es sacarlo a flote y ponerlo al desnudo. Entonces el sentimiento será consciente y, por lo tanto, vivo, crudo y descarnado.
Habrá que emplear la persuasión para convencer a los oprimidos de la justicia ―nacional y social― de su causa, pues la mayoría de las veces ignoran cuál es su estado real.

Se ha drogado tanto al Pueblo Vasco y durante tantos años de propaganda dirigida (prensa, radio, televisión, vino barato, fútbol espectáculo, conmemoraciones y fiestas «nacionales») que ya ni siente la persecución de que es objeto ni la ignominia que con él se practica.
Nuestra tarea es precisamente llevar esta infame realidad al convencimiento de los esclavos y siervos vascos envilecidos y sometidos al látigo franco-español.
Para ello el militante revolucionario vasco ha de hacer aparecer la opresión más real y dura de lo que es, al añadir la conciencia de la opresión y hacer el deshonor más deshonroso, haciéndolo público.

Si todos los pobladores de Euzkadi no son abertzales y partidarios de la justicia social es porque no son libres, porque no han tenido la oportunidad de conocer, de adoptar y de amar nuestra idea. No debemos excluir a nadie «a priori». Nuestra idea hará de frontera natural. Nuestros enemigos se autoexcluirán ellos mismos.

Adoctrinamiento ideológico, odio, todos los pobladores de Euzkadi deben ser abertzales, quien no lo sea será un enemigo. ¿Qué ha aparecido de todo esto en el primer episodio? ¿Qué es lo que han visto los alumnos de ESO y Bachillerato? Inmigrantes, Franco, Ocharcoaga saludando al dictador. El origen y las causas de “la violencia” que ha sufrido este país. ETA, en lucha contra el franquismo.

La G.R. dispone de todo un arsenal psicológico: subversión ideológica, explotación de debilidades humanas (piques y envidias en el seno del opresor), oposiciones, divergencias, escándalos de cualquier género, colectivos y sobre todo personales (gobernador civil con una «querida», el general X estafador, etc.), infiltración de nuestras «quintas columnas», misiones especiales de diplomáticos y agentes camuflados, etc., etc.
Todo responde a un fin: paralizar y quebrantar la voluntad de resistencia del invasor y preservarnos nosotros mismos de su propaganda e influencia disolventes.

En la G.R. las personas físicas deben ser estrechamente controladas. Pero la Resistencia Vasca debe controlar así mismo los corazones y los espíritus. Es el objetivo de las técnicas psicológicas: propaganda murmurada, conferencias, charlas, información dirigida, falsos rumores, octavillas, emisiones piratas, radios nuestras, etc. Es de muy buen resultado dar la «vuelta» a slogans, frases, y terminología utilizados por el adversario.

Siendo indispensable el apoyo de la población (su «conquista» en alma y cuerpo) para que la G.R. pueda prosperar, nuestras mejores armas son el comando y sus actos de resistencia (o «terrorismo»).
Esto apunta directamente al vasco medio que no cumple con sus deberes de ciudadano. En la calle, en su trabajo, en casa, está siempre amenazado si no colabora con la Resistencia o, peor aún, si es traidor. En presencia de este peligro invisible y permanente que le rodea, se apodera de él una angustia deprimente y la sensación de ser una víctima aislada y sin defensa.
Su silencio primero y la complicidad y colaboración activa después, serán cosa hecha ante la falta de protección contra nuestros gudaris-militantes.

La gente habla demasiado y, directa o indirectamente, pierde a nuestros militantes (así ha sido hasta ahora). La razón es sencilla: no nos tenía ningún respeto. O, si se quiere, tenía más miedo al opresor que a nosotros. Unos cuantos escarmientos adecuados bastan para cortar por lo sano esta fea manía.
Por el contrario, al informador, al espía, al pueblo en general, lo único que necesita para informarnos y ayudarnos de mil formas distintas es garantizarle su seguridad personal frente al opresor. Si somos capaces de enseñarle unas mínimas medidas de precaución y de seguridad (cómo usar el teléfono, buzón, apartado de correos, consigna, escribir por carta, etc.) que le hagan sentirse a él seguro, nos informará adecuada y eficazmente y sin temor al déspota extranjero.

La G.R. en su forma urbana apunta a cuatro objetivos principales:

2.Destruir la organización, el aparato del opresor colonialista, que dirige y controla a toda la población. Este aparato, que comúnmente se llama Administración (Gobierno Civil. Policía de toda clase, Hacienda, Enseñanza, Ejército, Prensa dirigida, Obispo o Gobernador eclesiástico, Ayuntamientos, Servicios de Funciones Públicas) descansa y funciona sobre jerarquías políticas, sociales, religiosas, etc. Es decir, la tiranía no es algo abstracto, sino que, por el contrario, se materializa o se encarna en multitud de entidades y personas físicas a través de las cuales se concretiza y se realiza la opresión. Un maestro de escuela que enseña a nuestros niños y jóvenes en lengua extranjera prohibiendo y castigando el uso de la nacional, está actualizando la opresión en este campo concreto. Y del mismo modo un policía, un inspector de hacienda, un guardia municipal, un capitán, un periodista, etc., son, aunque en grado distinto, partículas de opresión, instrumentos de opresión, a través de los cuales se derrama ésta y alcanza hasta lo más recóndito y hondo del alma nacional.

El maestro y el periodista ya eran enemigos. No hubo que esperar a los 90.

Hay que organizar breadas o pintadas y colocación de afiches o bandos murales de E.T.A. en concentraciones urbanas, a pleno día y revólver en mano (el equipo de protección). Nuestro objetivo consiste en producir un impacto psicológico en el pueblo y en las mismas fuerzas de ocupación y represión, pero también ―y no es esto menos importante― aguerrir los etarras recién incorporados. Adquieren confianza en sí mismos y sentido de la audacia.

Hoy siguen organizando pintadas, siguen colocando carteles y ocupando murales, a pleno día, pero ya sin necesidad de un revólver en la mano. Esto sigue produciendo un impacto psicológico en el pueblo, y los etarras no adquieren confianza mediante la colocación de carteles, sino que la retoman a través de los homenajes que organiza la izquierda abertzale, apoyados por los dirigentes de partidos políticos con representación institucional. A pleno día o por la noche con antorchas y cánticos.